Sue?o imposible
Joseph Heller salt¨® a la fama con una novela excepcional, Trampa 22 (editada en Espa?a por Plaza & Jan¨¦s en 1962, una buena traducci¨®n de Francisco El¨ªas), que le vali¨® el reconocimiento un¨¢nime tanto de p¨²blico como de cr¨ªtica. Lo que sucedi¨® despu¨¦s es que ninguna de sus novelas posteriores alcanz¨® la popularidad de la primera, y la cr¨ªtica, a su vez, se volvi¨® especialmente exigente y reticente con ellas. Nadie neg¨® su respeto al autor; simplemente, su primera obra result¨® ser una de esas presencias abrumadoras en la carrera de un escritor que oscurece todo lo que le sigue. Retrato del artista adolescente, viejo (la referencia a su admirado Joyce es evidente) cuenta la historia de un escritor marcado por el ¨¦xito extraordinario de su primer libro que, ya en la recta final de su vida, se encuentra con el deseo de realizar una obra definitiva antes de abandonar este mundo; el relato se desarrolla siguiendo los m¨²ltiples intentos del autor por alcanzar su objetivo.
RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE, VIEJO
Joseph Heller Traducci¨®n de Mariano Antol¨ªn Rato. Alianza. Madrid, 2002 246 p¨¢ginas. 15,50 euros
Un narrador (el mismo Heller) nos presenta a un autor (Eugene Pota) que nos muestra su escritura en busca de ese tema que haga cristalizar la novela que ans¨ªa. Todos los intentos se quedan en las primeras p¨¢ginas, todos son decepcionantes para alguien tan exigente consigo mismo que sabe que s¨®lo conseguir¨¢ escribir lo que desea si alcanza un estado de gracia que no halla, pero que sabr¨ªa reconocer si diera con ¨¦l. La b¨²squeda de esa novela de extrema ambici¨®n y buscado ¨¦xito contrasta con los decepcionantes intentos por encontrar la idea o la imagen que ha de guiarla. Y por eso este libro es, en realidad, la historia de la constataci¨®n de una impotencia y de un final por parte de una mente desesperada, obsesionada, necesitada, pero lo suficientemente l¨²cida como para saber que todo ha terminado. El artista se puede enga?ar en todo excepto en su conciencia de artista si lo es de verdad.
Hay, pues, tres planos: la in-
tervenci¨®n del propio autor, la conciencia de Eugene Pota y los diferentes comienzos de la novela que busca con desesperaci¨®n. Esta triple distancia revelar¨¢ su importancia al final del libro, pero entretanto se abre una l¨ªnea muy atractiva: su relaci¨®n con su tercera esposa, que es un punto de apoyo de su situaci¨®n personal y ante el mundo. Pota ha llegado a la conclusi¨®n de que reenamorarse no es rentable, el divorcio no es rentable y el matrimonio, a partir de cierta edad, es lo m¨¢s rentable. Esta conclusi¨®n fija admirablemente su actitud y su dualidad: todo lo relacionado con el amor y el sexo tiene un tinte resignado y nost¨¢lgico a la vez, pero todo lo que tiene que ver con su obra es motivo de ansiedad y ¨²ltima energ¨ªa. En este contraste, la realidad est¨¢ del lado de la primera actitud y el deseo de la segunda. Diario del artista adolescente, viejo es, entonces, el desarrollo literario de este juego de direcciones opuestas; es tambi¨¦n el descubrimiento de que no son dos fuerzas opuestas de sentido contrario, sino dos caras de una sola moneda; y es, finalmente, la resoluci¨®n de un hombre inteligente y sensible que se despide de s¨ª mismo y se acepta a s¨ª mismo en su ¨²ltimo anhelo.
?Una novela para escritores? No s¨®lo eso, ciertamente. Los asuntos de la creatividad est¨¢n muy presentes y es un camino de lectura, pero hay mucho m¨¢s; lo que hay en ella es una concepci¨®n de final de una vida como campo donde las experiencias tratan de ordenarse a la luz de un ¨²ltimo deseo que quiz¨¢ se parece demasiado al primero que nos impuls¨® a echar a andar por la misma vida. 'Igual que la luz, tampoco la verdad cae siempre en el lugar agradable', dice J¨¹nger en uno de sus diarios, y ¨¦sta es la verdad que un Eugene Pota producto de su propia vida acepta con sabia iron¨ªa.
Y, por ah¨ª en medio, encontrar¨¢ el lector episodios como el de un Tom Sawyer decidido a escribir hasta que comprende que la fama y el ¨¦xito que traen consigo el dinero lo proporciona mejor ser un brillante ejecutivo o la conmovedora discusi¨®n entre el viejo autor y su viejo editor. Por medio de esos y otros momentos -m¨¢s divertidos que graves-, Heller alcanza a hacer un sereno y hermoso relato acerca de la presencia de la vejez en el recuento de una vida construida en torno a una noble ambici¨®n.
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