Hontza: la tensi¨®n hecha rutina
Un centenar de voluntarios hace posible que, pese a la protesta vecinal, los toxic¨®manos lleguen al centro
'No me puedo ir a casa como si no pasara nada. Como si fuera el entrenador de un equipo al que una parte de la afici¨®n va a insultar cada domingo'. Una vez por semana, desde hace ya 41 semanas, V. V., empleado de banca de 44 a?os, es voluntario en el proyecto Hontza (b¨²ho). Al volante de su coche, lleva a toxic¨®manos hasta el centro de cobijo nocturno creado para los drogodependientes sin techo en Bilbao por C¨¢ritas. Tras dejar all¨ª a sus acompa?antes, a menudo con la salud muy deteriorada, ¨¦l y los otros voluntarios de ese d¨ªa mantienen largas charlas. 'Hablamos sobre todo de las pocas experiencias positivas que se han sacado en estos meses'.
El tenso conflicto es ya rutina. El jueves pasado, la 305? noche desde la apertura, el ritual comenz¨® como siempre a las 21.30 con una treintena larga de vecinos concentrados cerca de Hontza. Ese d¨ªa tocaban tambores. El sonido, aumentado por el eco, recordaba a las procesiones de Semana Santa. A las diez en punto, bajaron a pasearse a las puertas del centro custodiadas por seis polic¨ªas municipales uniformados. Hubo pitadas y gritos a pleno pulm¨®n. Lleg¨® la caravana de coches. 'Fuera, fuera... a vuestra casa', gritaban los vecinos mientras una docena de toxic¨®manos se encaminaba, con la cabeza baja y haciendo caso omiso a los insultos, al local. Los voluntarios montaron en sus coches y partieron. Esa noche no les lanzaron huevos ni hubo agresiones f¨ªsicas o verbales, pero otra noches las ha habido.
Los voluntarios destacan la lecci¨®n que est¨¢n dando los toxic¨®manos ante las provocaciones
'Entre tenerlos ah¨ª tirados o que se puedan duchar, lavar la ropa o curarles las heridas...'
A los diez meses de la reapertura cada noche a¨²n se parece mucho a la anterior. 'Es de no creer. Para llevar a unos chavales que s¨®lo van a ducharse y a dormir en una silla, tienen que ir en coches de voluntarios escoltados por la polic¨ªa municipal con coches camuflados formando una especie de caravana del oeste', se lamenta J. B., abogado y voluntario. Casi un centenar de ellos -creyentes, agn¨®sticos, j¨®venes, mayores, de variopintas profesiones- hace posible, a turnos, que los toxic¨®manos lleguen a Hontza. La idea original era que llegaran caminando pero no ha sido posible dado el persistente rechazo de algunos vecinos.
El empleado de banca se rebela contra las instituciones, a las que acusa de haberse 'lavado las manos'. Les acusa de desentenderse del asunto una vez garantizada la presencia policial: 'Todo pasa porque el yonqui est¨¦ fr¨ªo, el voluntario est¨¦ fr¨ªo, el trabajador est¨¦ fr¨ªo' porque 'el pase¨ªllo es insoportable'. Se trata de mantener el temple. Fuentes cercanas a los trabajadores de Hontza destacan la 'lecci¨®n' que est¨¢n dando los toxic¨®manos ante las provocaciones de algunos vecinos disconformes. Han llegado a desearles a viva voz que se mueran. El abogado J. B. intuye por qu¨¦ acuden todav¨ªa cada noche: 'Aquello de 'm¨¢s cornadas da el hambre' es cierto. Aguantan carros y carretas por no dormir a la intemperie'.
Doscientas nueve personas han recibido cobijo en Hontza en diez meses. Hasta 22 caben de una vez. All¨ª hay una enfermera y dos educadores para atenderles. Ellos se encargan del intercambio de jeringuillas. Hab¨ªan recogido 15.731 hasta el jueves pasado. Y entregado otras tantas nuevas.
El voluntario V. V. tuvo una hermana toxic¨®mana. Ya muri¨®. 'Son capaces de hacer mucho da?o, s¨¦ que me pueden pegar el palo, a m¨ª o a mis hijos, pero sufren much¨ªsimo y merecen que se les trate con dignidad. En el fondo son enfermos a los que la sociedad tiene que dar una alternativa'. Entre tenerlos ah¨ª tirados o que se puedan duchar, lavar la ropa o curarles las heridas...'.
El abogado acompa?a a los usuarios una vez al mes. Al principio defendi¨® ante C¨¢ritas que hab¨ªa que ser sensible con los vecinos, que hab¨ªa que haber trabajado m¨¢s con ellos antes de poner en marcha el proyecto. Pero cuando se estableci¨® un horario de entrada y de salida fijo para los drogodependientes sin que cesaran las protestas y los insultos, consider¨® que los realmente marginados, los que requer¨ªan su apoyo, eran los toxic¨®manos. 'Me gustar¨ªa que ese esfuerzo, esa capacidad de resistencia de los vecinos, lo dedicar¨¢n a otra cosa'. Cree que 'en contra de la opini¨®n de los vecinos, este tipo de servicios aporta ciertas dosis de seguridad. Que tengan un lugar donde cobijarse de noche, siempre y cuando tengan un comportamiento determinado, es preferible a que duerman bajo un puente'.
La profesora de secundaria B. O., de 48 a?os y miembro de la comunidad cristiana de una parroquia, ha ido dos veces, cuando su marido no ha podido. La llegada le impact¨®. 'Me baj¨¦ del coche para que los chavales salieran, una se?ora se me encar¨® y me dijo: 'Ll¨¦vatelos a tu casa, guapa'.
Los voluntarios se quejan de que desde agosto, cuando ETA coloc¨® un coche bomba cerca de Hontza, ya no hay un cord¨®n policial que separe a los usuarios de quienes protestan. ?stos se jactan de haber logrado que los traficantes no desembarcaran tras los yonquis. Pero insisten en que les han 'metido un gol' que dura ya diez meses. El pr¨®ximo 1 de enero el centro se trasladar¨¢ a la iglesia de San Ant¨®n.
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