Escrito en 2050
Hasta septiembre del 2002, la sociedad vasca ten¨ªa un problema crucial para organizar razonablemente su futuro: el problema era ETA. Desde septiembre de aquel a?o, tuvo dos: ETA y Juan Jos¨¦ Ibarretxe, lehendakari, por entonces, del gobierno vasco. No debe interpretarse mal esta equiparaci¨®n. No eran males del mismo orden. ETA representaba la perversi¨®n moral, la extorsi¨®n y la amenaza de vidas. Consentirla significaba renunciar a la democracia misma. Ibarretxe era dem¨®crata. No eran equiparables. Pero, en la encrucijada en la que Euskadi se encontraba, entre su integraci¨®n plena en una Europa moderna, rica y abierta o su marginaci¨®n y ocaso como regi¨®n pr¨®spera, el reto planteado por el lehendakari era de orden a¨²n m¨¢s sustantivo.
Lo era porque ETA, la amenaza global, comenzaba a ser vencida y era vencible. Sin embargo, la propuesta que el lehendakari del PNV hizo ante el Parlamento el 27 de septiembre gener¨® tal grado de incertidumbre y desasosiego, tal divisi¨®n, que la alarma se generaliz¨® y supuso un alt¨ªsimo coste de oportunidad en aquella tesitura. Por lo dem¨¢s, dada la debilidad de su posici¨®n, introdujo serias anomal¨ªas en el funcionamiento del sistema p¨²blico y pol¨ªtico vasco.
La propuesta, muy resumidamente, consist¨ªa en promover un Pacto de Libre Asociaci¨®n entre aquella comunidad aut¨®noma y Espa?a (se dec¨ªa seguir el infeliz modelo de Quebec). Con ello se romp¨ªa el consenso social generado en 1980 en torno al Estatuto de Gernika. S¨®lo cab¨ªan dos proyectos para Euskadi: el nacionalista vasco o el nacionalista espa?ol, se pod¨ªa deducir. Un grave error de concepto pues la sociedad no se sent¨ªa dividida de ese modo. Pero s¨ª excluida de cualquier proyecto. A Espa?a y a sus instituciones, resultado de una larga historia (tal como gustaba decir al fil¨®sofo germano J¨¹rgen Habermas de las naciones constitucionales), s¨®lo les cab¨ªa 'asentir'.
Era 'libre para los vascos', pero no contemplaba a los 'espa?oles': los 'vascos' se les 'asociar¨ªan' quisieran o no. En esto consist¨ªa el reto. Algo bastante inconexo y mal elaborado. Ni consenso interno ni acuerdo externo. Una mala arquitectura social (palabra de moda en el tiempo).
En las ferias industriales comenz¨® a hablarse de la ausencia de tal o cual pabell¨®n de cierta industria vasca. Era el rumor en los conciertos de la Sinf¨®nica de Euskadi. Se viajaba a Ucrania y Australia en delegaci¨®n oficial, pero los del lugar preguntaban sobre la situaci¨®n del territorio respecto a la UE, su gran referente. Ciertas empresas pensaban en trasladar 'fuera' su sistema productivo, y otras su sede social. Algo muy duro para un territorio que siempre, desde que tuvo los Conciertos, las hab¨ªa mimado.
Las cosas no hab¨ªan arrancado sin m¨¢s. En 1997 el EBB del PNV ya hab¨ªa hecho una opci¨®n, pretendidamente ventajista, en esa direcci¨®n. Tras condenar al anterior lehendakari al ostracismo pol¨ªtico, el partido nacionalista hab¨ªa apostado a fondo en dos elecciones (1998 y 2001) por Ibarretxe, quien presentaba ante el electorado una imagen de gestor eficaz. Hab¨ªa tenido la oportunidad de una 'tregua' de ETA en el contexto del pacto ultranacionalista (Lizarra). Pero pronto exterioriz¨® un esp¨ªritu pol¨ªticamente esquizofr¨¦nico. Distrajo a la administraci¨®n vasca -muy eficaz en tantos sentidos- en vagas tareas ideol¨®gicas: 'Ser o no ser vascos'; definici¨®n del metaf¨ªsico '¨¢mbito vasco de decisi¨®n', etc. Mientras tanto, quedaban pendientes tareas m¨¢s urgentes y sustantivas: organizaci¨®n del territorio, inserci¨®n en la red de ciudades europea, impacto de las inversiones extranjeras, pol¨ªtica de comunicaci¨®n y transporte r¨¢pido (TAV y aeropuertos),...
Tras lanzar su 'reto' en septiembre de 2002, las corporaciones, con las que inopinadamente se puso en contacto antes que con los partidos, la rechazaron (salvo el sindicato ELA y otras organizaciones menores). El caso de Confebask fue notorio: eran 'los empresarios'. Tras recibir una valoraci¨®n negativa de su presidente, Rom¨¢n Kn?rr, se intent¨® su deslegitimaci¨®n interna. Se despreci¨® a los partidos apelando al 'contacto directo', al refer¨¦ndum. Hubo quien se apiad¨® de la 'soledad del lehendakari. Se avanz¨® en ciertas maneras caudillistas, tan nefastas para la democracia.
?Todo termin¨® con las elecciones del 2003? La historia, a partir de aqu¨ª, est¨¢ por escribir. Encrucijadas de la vida.
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