Arriesgarse al l¨ªmite
A veces fantaseo con la idea de que los escritores que admiro son mis parientes. Por ejemplo, Thomas Mann ser¨ªa un t¨ªo m¨ªo, al que recordar¨ªa vestido siempre con traje y chaleco en medio de una biblioteca tan grande y solemne como una catedral, y al hablar con ¨¦l medir¨ªa mucho las palabras para no decir tonter¨ªas. Nada que ver con mi primo peque?o, el de Nueva Orleans, completamente informal en todo, a quien podr¨ªa contarle cualquier cosa que se me pase por la cabeza porque ¨¦l escribe sobre lo que ve y oye. Tiene nombre de persona fornida (Truman Capote), sin embargo, es menudo y de rasgos delicados con inocentes ojos azules y pelo rubio, lo que inspira confianza y le ser¨¢ de gran utilidad para sonsacar informaci¨®n cuando en 1959 se traslade a ese pueblecito de Kansas, Holcomb, para narrar desde el mismo lugar de los hechos el incomprensible asesinato de la familia Clutter, una familia tan normal y corriente como la m¨ªa, que de repente, sin ning¨²n motivo, es arrancada de su bonita casa, de sus apacibles campos y de su dorada y mon¨®tona realidad hacia ning¨²n sitio.
Una vez all¨ª, me atrever¨ªa a decir que m¨¢s que el crimen le impresiona encontrarse metido de lleno en el mundo ya inexistente y fantasmal de los Clutter, y ver cara a cara el destino ineludible a que todos estamos encaminados, pero que siempre vemos cumplido en los dem¨¢s. Y otra cosa, la gratuidad del crimen, que hace pensar que si los Clutter no hubieran podido dejar de vivir, nadie los habr¨ªa matado. Quiz¨¢ en Kansas certifica lo que ya sabe, que la vida es puro azar, puro humo. Y desde luego si no hubiese sido por su empe?o, que dura seis a?os, nadie recordar¨ªa este suceso, nadie recordar¨ªa a los muertos, ni a Dick y Perry, sus ejecutores (que por cierto son detenidos mientras Capote escribe esta historia), ni a los polic¨ªas que llevan el caso, ni a los vecinos y amigos de los Clutter, y nadie podr¨ªa leer una de las novelas m¨¢s hermosas del siglo XX sobre perdedores y sue?os vencidos: A sangre fr¨ªa. Pero francamente, no s¨¦ hasta qu¨¦ punto Truman Capote hace bien en involucrarse tanto en la historia real y mantener una relaci¨®n tan estrecha con los acusados hasta el mismo instante de su ejecuci¨®n. Esta situaci¨®n le crea muchos conflictos morales y emocionales, lo que para algunos constituye el origen de todos sus males posteriores, pero que sin duda le ayudan a crear unos asesinos profundamente complejos y humanos hasta el punto de que, sin justificar sus actos, logra presentarlos como v¨ªctimas de la sociedad. Y m¨¢s a¨²n, decide convertir a Perry en el m¨¢s atormentado de todos los personajes, en el m¨¢s sensible y suspicaz, en el m¨¢s so?ador, m¨¢s supersticioso, m¨¢s perdido, y en el m¨¢s necesitado de un amor que por el mero hecho de sentirlo le tendr¨ªa que haber sido dado. Y tambi¨¦n a Capote, y a todos nosotros.
Lo que s¨ª s¨¦ es que como escritor Truman Capote se juega el todo por el todo, se arriesga al l¨ªmite y nunca es autocomplaciente. Y esos son sus grandes males, los otros proceden de una infancia desgraciada e insegura, que trata de olvidar en Nueva York, donde decide triunfar, y donde triunfa rotundamente como escritor y como personaje del que no se puede prescindir en ninguna fiesta. Se codea con lo mejor de lo mejor. Por entonces su homosexualidad no es ning¨²n secreto, pero la convierte en literatura en Otras voces, otros ¨¢mbitos, obra con la que culmina el que ¨¦l mismo llama su primer ciclo. Desayuno en Tiffany's culmina el segundo. Y A sangre fr¨ªa, el tercero. La apoteosis total, todo el mundo le admira, le quiere, le necesita. Pero lo que es la vida, en el mejor momento de su carrera, llegan esos extra?os males llamados dudas y juicio cr¨ªtico, y en lugar de escribir se dedica durante a?os a revisar sin piedad cada una de sus palabras ya publicadas. Le parece que los escritores en general son recargados y que su misma escritura se est¨¢ volviendo demasiado densa, pone objeciones a A sangre fr¨ªa. En ocasiones, la lucidez y la inteligencia son un rayo que mata. Y el suyo cae del infierno al darse cuenta de que 'escribir fue divertido hasta que averig¨¹¨¦ la diferencia entre escribir bien y mal; luego hice otro descubrimiento m¨¢s alarmante todav¨ªa: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil, pero brutal'. Al leer ahora estas l¨ªneas recuerdo algo muy importante que me dijo una vez: 'Cuando Dios le entrega a uno un don, tambi¨¦n le da un l¨¢tigo; y el l¨¢tigo es ¨²nicamente para autoflagelarse'. Y nada m¨¢s hay que verle para saber que as¨ª es: drogas, alcohol, caos sentimental, mientras busca desesperadamente una forma ideal tan lejana e inalcanzable como una nube. A nadie le resulta ya ni divertido ni encantador y menos tras la publicaci¨®n en 1976 de unos cap¨ªtulos de su esperada obra, Plegarias atendidas, que provoca la indignaci¨®n general.
Aun as¨ª, en 1980 hace un ¨²ltimo esfuerzo por mejorar su imagen y publica M¨²sica para camaleones. Muere cuatro a?os m¨¢s tarde. Desde entonces conservo como un tesoro algo que escribi¨® para m¨ª: 'Florie, cari?o, te lo digo en serio, espero que no alcances nunca el centro del planeta Tierra y que nunca descubras uranio, rub¨ªes y Monstruos Perfectos. De todo coraz¨®n, el que a¨²n me queda, espero que te vayas al campo y vivas all¨ª por siempre feliz'. Lo intentar¨¦, te lo prometo.
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