El retorno al desarme nuclear
Antes o despu¨¦s, la actual crisis sobre Irak habr¨¢ acabado y el mundo, Estados Unidos sobre todo, tendr¨¢ que reflexionar mucho m¨¢s profundamente que hasta ahora sobre lo que quiere hacer en el futuro con respecto a la proliferaci¨®n de las armas nucleares.
Como suele ocurrir cuando miramos al futuro, har¨ªamos bien en observar primero el pasado. Ahora no nos damos cuenta de que, de no haber sido por la intransigencia de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1946, no habr¨ªamos tenido un problema de esta especie. Todo el material nuclear habr¨ªa sido gestionado internacionalmente con fines pac¨ªficos durante 50 a?os, y todas las actividades nucleares, desde las minas de uranio hasta la propiedad del material nuclear, habr¨ªan sido gestionadas internacionalmente. El hecho de que tanto el desarrollo como el control fueran gestionados internacionalmente parec¨ªa asegurar que el proyecto atraer¨ªa a personas altamente competentes.
?se era el plan que se present¨® a la Comisi¨®n de Desarme de Naciones Unidas en 1946. El proyecto fue elaborado por David Lilienthal, que hab¨ªa sido director de la Tennessee Valley Authority, y Dean Acheson, el futuro secretario de Estado. Ambos eran realistas serios m¨¢s que idealistas. Trabajaban sobre la base de un borrador redactado por Robert Oppenheimer, el atrayente director del Proyecto Manhattan durante la guerra. Aspiraba a 'eliminar el derecho de naciones individuales o de sus ciudadanos a dedicarse a actividades intr¨ªnsecamente peligrosas'. Estas actividades eran: proporcionar las materias primas esenciales, uranio 233, uranio 235 o plutonio de cualquier calidad o en cualquier cantidad e incorporar estos materiales fisionables a una bomba. El torio tal vez deb¨ªa ser controlado tambi¨¦n internacionalmente. El uranio que estuviera por debajo de la concentraci¨®n necesaria para fabricar armas se considerar¨ªa seguro, al igual que el plutonio con una elevada concentraci¨®n de plutonio 240. S¨®lo un organismo internacional tendr¨ªa la capacidad de poseer, arrendar o desarrollar el mineral de uranio. Dicho organismo tendr¨ªa un cuerpo de inspectores que llevar¨ªa a cabo una labor continua de vigilancia. El hecho de que el organismo fuera responsable tanto del desarrollo como de la inspecci¨®n, insist¨ªa Oppenheimer, era un elemento esencial de la propuesta, ya que se era consciente de que la inspecci¨®n era un trabajo mon¨®tono y negativo y probablemente ser¨ªa efectuado por personas menos inteligentes que quienes pretend¨ªan evitar los controles; a menos que estuviera unida a una capacidad de desarrollo. El organismo iba a ser dotado de personal internacional y compensar¨ªa financieramente a todas las naciones que perdieran ventajas.
El plan de 1946 contemplaba, eso es cierto, un grado de actividad e intervenci¨®n internacionales que lo hac¨ªa imposible de aceptar por la Uni¨®n Sovi¨¦tica, gobernada por Stalin, quien, gracias a los 'esp¨ªas del ¨¢tomo' y tambi¨¦n a la inteligencia de los f¨ªsicos sovi¨¦ticos, se encontraba ya a tan s¨®lo tres a?os de poder fabricar su propia bomba at¨®mica.
Adem¨¢s, cuando fue presentado a la Comisi¨®n de Desarme, Bernard Baruch, el empresario amigo del recientemente fallecido presidente Roosevelt (y de Churchill) que hab¨ªa sido nombrado insensatamente representante de Estados Unidos en las discusiones, insisti¨® en incluir en el plan una reserva por la cual, en caso de que se detectara alguna violaci¨®n del tratado, dejar¨ªa de haber veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Esto fue un error, ya que facilit¨® que la Uni¨®n Sovi¨¦tica rechazara la propuesta en su conjunto, y la 'carrera de armamentos', que comenz¨® entonces, dur¨® hasta 1990.
Pero ahora que la guerra fr¨ªa ha terminado, y Estados Unidos de nuevo disfruta de la posici¨®n de potencia mundial que ten¨ªa en 1945, deber¨ªa -deber¨ªamos- desempolvar algunas de esas viejas propuestas y preguntarnos si no podr¨ªa haber una versi¨®n moderna de ¨¦sta en particular. Por supuesto, las ocho naciones que actualmente poseen armas nucleares deber¨ªan plantearse el desprenderse de ellas, incluido Estados Unidos. Nadie en este pa¨ªs sentir¨ªa l¨¢stima de decir adi¨®s a la posesi¨®n de estas atroces armas si tuvi¨¦ramos la seguridad de que nadie m¨¢s las posee.
?ste es el momento adecuado para que Estados Unidos lance un plan de esta naturaleza. Ahora tiene el poder y la autoridad para embarcarse en este tipo de innovaci¨®n imaginativa. Sin embargo, la oportunidad no durar¨¢ siempre. Debe ser aprovechada.
Hugh Thomas, historiador e hispanista brit¨¢nico, es miembro de la C¨¢mara de los Lores.
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