El p¨¦ndulo de la vivienda
Tras cinco a?os de pr¨¢ctica ausencia en los medios de comunicaci¨®n de literatura sobre pol¨ªtica de vivienda en Espa?a, en los ¨²ltimos meses podr¨ªa decirse que las consideraciones sobre este tema son pr¨¢cticamente cotidianas, cualquier comentario sobre vivienda es noticia. Ser¨ªa demasiado simple -y por lo tanto reduccionista e inexacto- buscar la raz¨®n de tanta desproporci¨®n en actitudes caprichosas de los periodistas. En la mayor¨ªa de pa¨ªses occidentales, a la pol¨ªtica de vivienda se le exige una multiplicidad de funciones, no excluyentes entre s¨ª: se le pide que sea un instrumento regulador del mercado y corrector de sus ineficiencias, es considerada un eficaz mecanismo de redistribuci¨®n de rentas y se la utiliza como una de las armas del utillaje antic¨ªclico dentro del conjunto de pol¨ªticas econ¨®micas coyunturales. A la luz de las grandes oscilaciones que registra la pol¨ªtica de vivienda en Espa?a -tanto a nivel de elaboraci¨®n de programas como de asignaci¨®n de recursos presupuesta-rios- resulta evidente que en nuestro pa¨ªs la pol¨ªtica de vivienda se ha ido mostrando hasta hoy cada vez m¨¢s despojada de las primeras atribuciones se?aladas, para operar exclusivamente en su faceta de instrumento antic¨ªclico. En fases expansivas del sector de la construcci¨®n la pol¨ªtica de vivienda se minimiza, olvidando casi radicalmente los otros objetivos a los que es llamada y tan s¨®lo resurge cuando, o bien el sector de la construcci¨®n empieza a mostrar s¨ªntomas de flaqueza, o bien los desajustes producidos por la falta de tutela y control del comportamiento del mercado dejan aflorar desajustes sociales de una dimensi¨®n preocupante.
Mientras no se acepten restricciones en la libre actuaci¨®n en favor del equilibrio social, la pol¨ªtica ser¨¢ seguidista de la coyuntura
?sta es esencialmente la situaci¨®n en la que nos hallamos en los ¨²ltimos meses, no porque no existieran antes problemas que hab¨ªa que atender sino porque los desajustes sociales que se han ido larvando en los ¨²ltimos cinco a?os de aut¨¦ntico boom inmobiliario est¨¢n adquiriendo ahora una trascendencia no ocultable y empiezan a afectar a segmentos de poblaci¨®n ya no clasificables como marginales y con una aut¨¦ntica y contundente capacidad de voto.
Los problemas de alojamiento de la poblaci¨®n inmigrada, de la poblaci¨®n con niveles bajos de renta, de las familias monoparentales, lamentablemente est¨¢n lejos de las agendas pol¨ªticas; al igual que ocurri¨® a principios de la d¨¦cada de los noventa, el verdadero detonante de la alarma sobre el 'problema de la vivienda' son los j¨®venes. Cuando las dificultades de los j¨®venes para obtener una vivienda en el mercado -de compra o de alquiler-, es decir para emanciparse e iniciar una vida aut¨®noma respecto de los padres, pasan de ambientes minoritarios para alcanzar a amplios sectores de las capas medias, el eco llega a o¨ªdos de los responsables pol¨ªticos y se inicia una verdadera carrera hacia la conversi¨®n del problema en voto, en la perversa utilizaci¨®n del problema como arma electoral.
No debiera ser as¨ª, la pol¨ªtica de vivienda deber¨ªa responder siempre y de forma estable a criterios a medio y largo plazo, tanto desde el punto de vista econ¨®mico como del social. Pero mientras nuestro sistema no incorpore la necesidad de una pol¨ªtica de vivienda equitativa y redistributiva como objetivo de pacto entre todos los agentes -p¨²blicos y privados-, que conlleve la aceptaci¨®n de restricciones en la libre actuaci¨®n, en favor del equilibrio social, seguiremos con una pol¨ªtica seguidista de los altibajos de la coyuntura, como un p¨¦ndulo err¨¢tico que no consigue marcar acompasadamente las horas y provoca distorsiones tanto en un extremo como en el otro de su recorrido, con importante riesgo de colapso.
Carme Trilla es economista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.