A golpe de estatuto
De la misma manera que me niego, por higiene moral, a considerar que la respuesta al banderazo espa?ol sea una bandera m¨¢s grande en versi¨®n els catalans, la tenim mes grossa, tambi¨¦n me niego a creer que la respuesta a la construcci¨®n de una Espa?a ideol¨®gica sea la reedici¨®n de la Catalu?a compacta y esencial: metaf¨ªsica contra metaf¨ªsica. Es decir, no creo que las naciones sean fruto de la naturalidad, sino de la contingencia, y por ello su construcci¨®n tiene que basarse en el colectivo humano que las delimita y no en la simbolog¨ªa que las convierte en religi¨®n. Como escribe Isidre Pascual-Plassa en un l¨²cido texto: 'No podemos esgrimir razones hist¨®ricas para construir nuestro futuro, podemos esgrimir razones ¨¦ticas'. Son las razones ¨¦ticas las que marcan la voluntad de ser de un colectivo, sus vibraciones interiores, sus necesidades. Y las que tendr¨ªan que marcar la politica..., entendida ¨¦sta como la organizaci¨®n de las garant¨ªas colectivas y no como el ejercicio del sacerdocio. Desde esta perspectiva, y convencida de la vulnerabilidad del concepto naci¨®n cl¨¢sico, que ya no es capaz de resolver con precisi¨®n los conflictos sociales, analizo la ¨²ltima gran novedad del patio de casa: la reforma del Estatut que Artur Mas ha lanzado para delirio de los suyos, cansancio de los desconcertados y cabreo de los que gustan de cabrearse. Hablemos de la propuesta.
En primer t¨¦rmino, la cuesti¨®n del paisaje. Una tiene la curiosa sensaci¨®n de que, destruida la credibilidad de las grandes ideas, los pol¨ªticos en activo, especialmente los meritorios, necesitan inventarse ruidos sonoros para esconder la ausencia de palabras. ?Qu¨¦ es la propuesta, sino un gran ruido en medio del desierto? Me dir¨¢n que reformar el Estatut es algo serio y que, por tanto... ?Serio? Serio habr¨ªa sido que el partido que lleva veintitantos a?os en el poder hubiera desarrollado dicho estatuto hasta sus ¨²ltimas posibilidades, ley electoral catalana incluida. Serio, que durante veintitantos el ejecutivo no se hubiera zampado al legislativo, que la negociaci¨®n sobre el pa¨ªs hubiera sido parlamentaria y no de despacho, que Catalu?a no se hubiera usado como moneda de cambio de otros intereses m¨¢s terrenales. Serio hubiera sido agotar el potencial legal, cosa que no se ha hecho... Y crear un concepto competitivo del poder adquirido, que no se ha hecho... Como dec¨ªa un ilustre hist¨®rico, 'habr¨ªa sido serio querer gobernar, aparte de pedir gobierno'. Plantear la reforma del Estatut, sin ton ni son, a la primera que uno hace una mise en sc¨¨ne rutilante, como marchandaise del negocio particular, sin debate colectivo, sin apelacion al ¨¢mbito parlamentario, sin acuerdo marco, es usar el Estatut como otros usan la Constituci¨®n: como patrimonio privado. Perverso como ¨¦tica pol¨ªtica, es evidente que la patrimonializaci¨®n resulta muy eficaz como recurso militar: descoloca a los fronterizos, api?a a los propios y calienta las narices de los externos. Es decir, mentar el estatuto como amenaza, recurso, bandera al uso, siempre causa bajas enemigas. Pero, es perverso.
Perverso, adem¨¢s, porque tampoco sirve para resolver los problemas del paisanaje. Me explico. ?Qu¨¦ retos son los que tenemos en nuestros horizontes cercanos? El principal es c¨®mo reforzar nuestra desestructurada sociedad civil, v¨ªctima primera del lema de nuestros tiempos: menos sociedad y m¨¢s mercado. De ese candidato tan flamante y guapo, que forma parte de una cultura del poder basada en el patriotismo financiero, perfectamente asentada en la prioridad de los lobbies econ¨®micos por encima de los intereses ciudadanos, una esperar¨ªa una revisi¨®n de s¨ª mismo. Querido Artur Mas, ?de qu¨¦ nos sirve un nuevo estatuto, si no nos queda sociedad? Y, ?no ha sido la desestructuraci¨®n sistem¨¢tica de la sociedad civil, el dirigismo cultural, el culto al mercado y el desprecio al activismo c¨ªvico lo que ha marcado el catecismo del pujolismo? Ergo, sin entidad colectiva, m¨¢s all¨¢ de las entelequias, ?a qu¨¦ Catalu?a vamos a apelar y / o a servir? Justamente es de esto de lo que me quejo: del uso sistem¨¢tico del concepto pueblo mientras sistem¨¢ticamente se van destruyendo los flujos interiores que dan vitalidad, sentido cr¨ªtico y car¨¢cter a un pueblo. El Estatut, las leyes, todo aquello que conforma un marco de actuaci¨®n pol¨ªtica y legal no es m¨¢s que eso, el marco dentro del cual una entidad colectiva puede desarrollarse y fortalecerse. Cogidos, en cambio, como conceptos ret¨®ricos, desprovistos de su carga humana, no son m¨¢s que mala prosa. Moneda de cambio.
Por supuesto, y por si a alguien le interesa, yo estoy a favor de revisar el Estatut, como lo estoy de revisar la Constituci¨®n. Pero partiendo de las necesidades nuevas de los ciudadanos, de los nuevos retos, de sus nuevos problemas, y no partiendo de los intereses de un candidato que necesita armarla gorda para conseguir el titular bonito.
Sobre todo porque, si el inter¨¦s es el del candidato, vaya usted a saber lo que le dura el inter¨¦s... Adem¨¢s, una est¨¢ muy cansada de ver c¨®mo todas las fibras sensibles de nuestro pa¨ªs, la lengua, los s¨ªmbolos, la bandera, el Estatut, son usados en las guerras de partido, en los enfrentamientos de candidatos, en la pura lucha del poder, entendida ¨¦sta en su versi¨®n pugil¨ªstica. Es decir, sin sentido de servicio...
En fin, nuevamente Catalu?a y lo suyo convertida en la pelota que nos tiramos a la cabeza, incapaces de convertirla en el campo de juego de todos. Y as¨ª vamos, cabezazo a cabezazo, debilit¨¢ndola, fractur¨¢ndola, marc¨¢ndonos el gol en propia puerta.
.Rahola@navegalia.com
Pilar Rahola es escritora y periodista
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