El p¨ªcaro Calder¨®n
?Qu¨¦ doblez la del Siglo de Oro! El mismo Calder¨®n tr¨¢gico que defend¨ªa hasta el crimen el honor del hombre situado en la mujer, el autor de los autos sacramentales m¨¢s integristas de la ¨¦poca, hac¨ªa tambi¨¦n este g¨¦nero p¨ªcaro y liberal donde las chicas met¨ªan a los hombres en su casa con relativa facilidad; al menos, como el juego de facilidad y dificultad del g¨¦nero que en nuestros siglos se llama vaudeville, y entonces comedia de enredo; hasta el juego de las puertas y los aposentos oscuros es el mismo.
Claro que sobre aquella obra original ha pasado Marsillach, y la palabra adaptaci¨®n indica ya su libertad para convertirla no en otra cosa, sino en la misma cosa que ahora mismo, sin abandonar sus trances. Que es de ahora mismo se ve en que una sala tan amplia y con localidades tan dif¨ªciles se vea ahora llena de p¨²blico de todas las edades, y se le escuche re¨ªr y no se canse de aplaudir.
Casa con dos puertas mala es de guardar
de Calder¨®n de la Barca, adaptaci¨®n de Adolfo Marsillach. Int¨¦rpretes: Mar¨ªa Jos¨¦ Goyanes, Juan Carlos Naya, Alfredo Alba, Marisa Segovia y otros. Figurines: Le¨®n Revuelta. Escenograf¨ªa: Alfonso Barajas. Iluminaci¨®n: Juan G¨®mez. Direcci¨®n: Alfonso Zurro. Centro Cultural de la Villa de Madrid.
La idea de Adolfo Marsillach sobre los cl¨¢sicos es que no se deben conservar como si fueran obras de museo, sino manteni¨¦ndolas vivas. Yo he diferido de esa doctrina mientras Adolfo las hac¨ªa en la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico, de la que s¨ª creo que debe ser un museo de lo que fueron los antepasados y lo que crearon. No estoy seguro de mi propia creencia: el teatro tiene una actualidad inevitable, entre otras razones porque sus restauradores no son especialistas y Espa?a tiene en teatro, como en casi todo, una movilidad, un azogue y un desparpajo en los modales de los poderes -empresariales o estatales- que no conservan el personal que pueda especializarse. El actor corre del teatro al cine, a la televisi¨®n y a veces al cabaret, y dentro de cada uno de esos medios a los g¨¦neros mas distintos, y tiene un tono amplio que emplea para todo: sea bueno o malo. La gran ventaja es que hoy el actor no es mendicante como antes -a no ser cuando busca subvenciones o premios-; la gran p¨¦rdida es que mientras en todas las profesiones se progresa en la especializaci¨®n, en el teatro se va a la generalizaci¨®n.
La cual no es posible m¨¢s que con muy buenos profesionales. Mar¨ªa Jos¨¦ Goyanes guarda mejor el sentido de lo cl¨¢sico sin perder los matices modernos, y hace sonar el verso: Alfredo Alba se deja ir a la comicidad y tiene una segunda parte muy brillante. No s¨¦ si el viejo sacerdote pensar¨ªa una representaci¨®n as¨ª, si su hombrecillo del armario de la picard¨ªa se sentir¨ªa m¨¢s satisfecho. En el fondo da igual lo que pensara, porque es algo que no va a suceder, y montado por una empresa privada -la de Seoane- est¨¢ en el derecho de dominio p¨²blico: es decir, se puede hacer como se quiera. Si el resultado es bueno para el p¨²blico y el juego del teatro atrevido se mantiene con la dignidad con que pudo hacerlo Farsilla de acuerdo con el director Alfonso Zurro, vale.
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