Un emblema de cultura
Ya casi nadie se acuerda de la Viena de fin del siglo XIX, que tantos an¨¢lisis ha merecido y tanta literatura de la buena ha suministrado a la cultura del bando occidental. En el autor de esta obra, que gira sobre los poderes del sexo de una manera que hoy se dir¨ªa -no con mayor fortuna- transversal o interclasista, encontr¨® en Freud, tan dado a las similitudes, m¨¢s de una inspiraci¨®n, o certidumbre, algo que a estas alturas da lo mismo.
Lo que el autor cuenta, con el consiguiente esc¨¢ndalo para la sociedad de su ¨¦poca, es algo as¨ª como una rueda sexual en la que trata de mostrar que la potencia de la l¨ªbido es anterior a la organizaci¨®n social y desde?osa con ella. Tangencial, ser¨ªa la palabra. Ese material, que hoy figura incluso en los manuales de ense?anza primaria, lo monta Ximo Solano ofreciendo algo parecido a una parodia de sexo en directo, con abundancia de desnudos, por donde rompe la primera regla del texto, que es sugerir aquello que no pod¨ªa ser mostrado. En realidad, la perversidad relativa del texto se alimenta de la imposibilidad de nombrar en toda su extensi¨®n lo que sugiere, as¨ª como la circularidad de la pulsi¨®n sexual, es decir, su universalidad carente de estatus.
La ronda
De Arthur Schnitzler, en versi¨®n de Ximo Solano. Int¨¦rpretes, Marina Vi?als, Enric Benavent, Toni Agust¨ª, Paula Miralles, Jaime Linares, Empar Canet, Santi Gomar, Patricia Mart¨ªnez, Jos¨¦ Montesinos, Amparo Fern¨¢ndez. Iluminaci¨®n, Mar¨ªa Dom¨¦nech. Vestuario, Enric Garc¨ªa. V¨ªdeo, Almudena Verdes. Espacio esc¨¦nico y direcci¨®n, Ximo Solano. Companyia Teatre Micalet. Teatro Micalet. Valencia.
Dispositivo videogr¨¢fico
La contradicci¨®n entre lo que se sugiere, lo que se dice, y lo que se muestra, territorio ¨¦ste en el que Ximo Solano no se corta casi nada, la traslada la puesta en escena a un dispositivo videogr¨¢fico que recoge, en la parte superior del escenario teatral, los proleg¨®menos de un encuentro sexual de esta rueda er¨®tica o sus resultados, cuando el encuentro es casi completo, de modo que trata de establecer un di¨¢logo entre el texto que sirve de origen al montaje y la modernidad tecnol¨®gica que perpetuar¨ªa su actualidad. Acierta en la idea, pero no tanto en su resoluci¨®n, que deb¨ªa jug¨¢rselo todo en un sentido o en otro. Mostrar las evoluciones grabadas en los camerinos de los actores que se disponen a salir a escena, no es ya que atente contra la intimidad de los pr¨®logos, sino que no a?ade significado alguno a lo que se cuenta.
Fuera de estas consideraciones, cruciales para esta puesta en escena, la desnudez del escenario se corresponde con lo que en ¨¦l debe ocurrir, hay momentos m¨¢s convincentes que otros y soluciones esc¨¦nicas de fortuna diversa, y una interpretaci¨®n en general muy cuidada en esta sucesi¨®n de pasos er¨®ticos a dos que, curiosamente, resultan ahora menos rompedores que en el tiempo en que el vien¨¦s de entreguerras se atrevi¨® a escribirlos.
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