Culturas milenarias
La colonia china de Bilbao celebraba su nuevo a?o. Pedro Li recorr¨ªa los grupos saludando a cada invitado repartiendo sonrisas a concejales, c¨®nsules, diputados, al ararteko... Algunos fueron invitados a decir unas palabras y, entre ellos, un dirigente nacionalista, que se dirigi¨® a los presentes congratul¨¢ndose de esta festividad que hac¨ªa posible 'el encuentro de dos culturas milenarias; la china y la vasca'.
Me imagino a Peru Abarka y Confucio mano a mano. Alg¨²n sabio consejo ya recibir¨ªa aquel chino de nuestro h¨¦roe. Y si no, una pedrada dial¨¦ctica. Que bajo la sotana de quien se empe?a en darnos el t¨¦ tostado de demagogia, siempre emerge un iluminado trabucaire.
Ser¨ªa para partirse de risa, si no me entraran ganas de llorar. Estos dicen tonter¨ªas sin descomponer la pose y las repiten mil veces, que alguien acabar¨¢ por cre¨¦rselas. Sobre todo si el poder est¨¢ detr¨¢s. Poder de darte trabajo y de quit¨¢rtelo. Poder de perdonarte la vida; y de no perdon¨¢rtela. -'Oiga, ?es aqu¨ª donde se aprende ese ingl¨¦s que sirve para encontrar trabajo? -Bai, pues'.
Que todo vale, con tal de que nos hagan creer que somos diferentes
Y qu¨¦ le vamos a hacer si tenemos una cultura milenaria y hasta meteorolog¨ªa propia. No como en Cantabria, que para mojarse tienen que esperar a que llueva antes en Galicia. Cultura, no nos vendr¨ªa mal, aunque sea un poco y venga de donde venga. Claro que el reflejo del Gughenheim en las lentejuelas del traje de noche, nos ha hecho olvidar que no andamos sobrados de cultura. En su defecto, aqu¨ª lo que tenemos es tradiciones, que llamamos milenarias, aunque fueran inventadas en la Centroeuropa del romanticismo, a comienzos del siglo XIX. Eso, cuando no las vamos inventando sobre la marcha. A esas, las llamamos con gran soltura 'nuevas tradiciones'. Y nos quedamos tan frescos. Que todo vale, con tal de que nos hagan creer que somos diferentes.
Confieso que he andado perdida muchos a?os en esto de decidir cu¨¢l era mi cultura milenaria predilecta. Tuve que hacer un largo viaje para llegar a encontrar el lugar de donde hab¨ªa partido. Aquellos vientos que me arrastraron lejos, no eran ajenos a las ideas de Oteiza, nuestro escultor fil¨®sofo. Sus esculturas intentan desentra?ar el enigma de esa pulsi¨®n humana que busca a la vez seguridad y libertad. Encontrar un agujero (un pa¨ªs, una casa, o al menos una caja) donde refugiarse. Donde encontrar protecci¨®n y un poco de calor. Y, a la vez, evitar que ese pa¨ªs, esa casa, o esa caja o agujero, no se me conviertan en c¨¢rcel; es decir, que el escondite tenga, a su vez, un agujero, una ruta de escape, una salida; en definitiva, una opci¨®n de libertad. ?Puede haber un problema m¨¢s universalmente humano? Sin embargo, Oteiza fracas¨®; quiz¨¢s porque la respuesta a¨²n pertenece a los dioses. El caso es que su fracaso coincide al mil¨ªmetro con el fracaso de nuestra sociedad. Encontr¨® -encontramos todos- el agujero donde refugiarnos. Pero echamos el cerrojo; o dejamos, m¨¢s bien, que nos lo echaran. Y esa patria, supuestamente milenaria, se convirti¨® en nuestra c¨¢rcel.
Vayamos por partes. La grandeza de Oteiza fue plantear la pregunta existencial: ?Qu¨¦ nos est¨¢ pasando? C¨®mo encontrar protecci¨®n sin perder la libertad. Pens¨® que la respuesta estar¨ªa en nuestra alma vasca neol¨ªtica, precient¨ªfica, prelatina, 'pre... indoeuropea' (si es que esto significaba algo). En ese etnicismo estaba el error. Si un alma neol¨ªtica puede servirnos de algo en una aldea global, no ser¨¢ por ser vasca, sino por ser, m¨¢s que nunca, humana.
Y diciendo como el vizca¨ªno de El Quijote: '?Dejadme solo!', entr¨® Oteiza en su agujero, que no era caja metaf¨ªsica, pues ¨¦sta no ten¨ªa escapatoria. Otros en la misma ¨¦poca entraron en ETA, que result¨® ser otro agujero de entrada a los infiernos. Porque una vez convertido el etnicismo en bander¨ªa, ?qui¨¦n pod¨ªa librarse de acabar condenados a la violencia de la tribu y al robo y la mentira de los aprovechados que se disfrazar¨ªan de aldeanitos?
Porque tambi¨¦n estaban esos otros, los listos del barrio, que contemplaban la escena desde lejos, suspirando '?hay en¨¦, cu¨¢ndo llegar¨¢ mi vez!'. Hasta que el viento amain¨®. Entonces construyeron su casita de Hansel y Gretel para todos y la fueron llenando con los chocolates que los dem¨¢s aport¨¢bamos. Una casita ¨¦sta, no menos cerrada y sin ventanas que aqu¨¦l otro agujero. Y sin m¨¢s futuro que seguir llen¨¢ndola de m¨¢s chocolatinas, a las que ponen nombres ex¨®ticos, como 'soberanismo'.
Si mi padre pudiese leer estas l¨ªneas, me dir¨ªa: Pero hija, t¨² ya pertenec¨ªas a un pueblo de cultura milenaria. S¨®lo te faltaba darte cuenta. Tu cultura viene de los griegos y de Roma; del Renacimiento y de la Ilustraci¨®n. De la Revoluci¨®n francesa y de la lucha contra el fascismo. Eres europea como yo lo era, antes de existir la Uni¨®n Europea. Una cultura contradictoria, hecha de b¨²squedas y de fracasos. Forjada por Arist¨®teles, Tomas de Aquino, Nietzsche y muchos otros. A la que tambi¨¦n pertenece Oteiza, aunque no quiera reconocerlo, por el valor humano de sus preguntas.
Quiz¨¢s la Odisea consista en encontrar el camino de regreso sin perder la dignidad.
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