Nerviosos y confiados
El creciente clima electoralista en Catalu?a, cuando todav¨ªa falta un a?o para las elecciones auton¨®micas, es claramente excesivo aunque perfectamente visible. Por una parte, el tono de los exabruptos de Pujol contra los socialistas y, por otra, las ayudas fiscales a los pap¨¢s -ciertamente m¨®dicas, como diria Josep Pla-, si deciden comprar un piso a sus hijos, y los complementos a las pensiones de la viudas ponen de manifiesto que CiU est¨¢ nerviosa, pero tambi¨¦n que ha puesto ya la directa para evitar perder el Gobierno de la Generalitat.
En las pr¨®ximas elecciones Converg¨¨ncia se juega mucho, quiz¨¢ su misma supervivencia. T¨¦ngase en cuenta que sin la Generalitat se quedar¨ªa sin centros de poder realmente influyentes: a lo m¨¢s algunos ayuntamientos de mediano nivel y, quiz¨¢, las tres diputaciones de menor rango, adem¨¢s de la mayor¨ªa de consejos comarcales, que para eso est¨¢n. Si, encima, sus diputados en Madrid no fuesen necesarios para formar una mayor¨ªa parlamentaria, CiU quedar¨ªa reducida a un partido de implantaci¨®n local y comarcal, con el peligro de desintegrarse o ser marginal en el sistema pol¨ªtico catal¨¢n. El fin del pujolismo coincidir¨ªa as¨ª, como algunos vienen vaticinando, con el fin de Converg¨¨ncia y Uni¨®.
Pero todo ello es hipot¨¦tico y, por supuesto, nada seguro. CiU ha creado un potente entramado clientelar de intereses econ¨®micos, sociales y culturales, muy dependientes de sus ayudas y subvenciones, que tratar¨¢ de impedir su desplazamiento del poder. Adem¨¢s, CiU sabe perfectamente que ganar las elecciones le supondr¨ªa quiz¨¢ inaugurar un nuevo largo periodo de hegemon¨ªa en Catalu?a protagonizado por una generaci¨®n distinta de la de Pujol, dirigida por Artur Mas. Tienen, por tanto, mucho que perder y tambi¨¦n mucho que ganar. Es seguro, por tanto, que pondr¨¢n toda la carne en el asador para seguir gobernando.
Frente a ello, la oposici¨®n socialista se limita a adoptar, simplemente, una actitud pasiva, de wait and see, de esperar y ver, convencida de que un ciclo se acaba, las encuestas nunca fallan y que, por fin, le ha llegado su turno. Maragall lo expresaba hace unos d¨ªas con claridad en un art¨ªculo publicado en El Peri¨®dico: 'Lentamente, la historia de Catalu?a avanza hacia un desenlace esperado. Y so?ado. (...) Hoy lo m¨¢s sensato y probable es un cambio de mayor¨ªa en Catalu?a, un Gobierno catal¨¢n de progreso'. Maragall olvida, posiblemente, que la historia nunca est¨¢ escrita de antemano y que a menudo aquello 'sensato y probable' es precisamente lo que nunca sucede. Con este esp¨ªritu de lucha, en attendant el 'desenlace esperado', nunca se ganan unas elecciones.
Los convergentes est¨¢n nerviosos, pero con manos a la obra, y los socialistas est¨¢n demasiado confiados. ?sta, me parece, es la situaci¨®n presente en la pol¨ªtica catalana. Y en una situaci¨®n as¨ª, sin prejuzgar el final de la historia como hace Maragall, lo equivocado, a mi parecer, es estar confiado.
Adem¨¢s -encuestas aparte-, no hay motivos poderosos para esta confianza. En efecto, la estrategia de Maragall no es muy distinta de la utilizada en las anteriores elecciones, que tuvo dos ejes principales: primero, dio por supuesto que ten¨ªa un p¨²blico de fieles votantes del cual no hab¨ªa que preocuparse excesivamente y releg¨® a su partido, el PSC, a un papel secundario durante todo el periodo preelectoral; segundo, centr¨® sus esfuerzos en atraerse a un electorado tradicionalmente convergente, compuesto sobre todo de empresarios y profesionales de un catalanismo moderado considerando que estaban decepcionados del pujolismo y quer¨ªan un cambio. Recordemos que en aquel momento CiU propugnaba la Declaraci¨®n de Barcelona dentro de una l¨ªnea que personificaba Pere Esteve y en la cual el enemigo que se deb¨ªa batir era el PP, entonces sin mayor¨ªa absoluta en Madrid.
El error de Maragall en 1999 fue confiar en el primer eje. Y en este punto, Maragall ha rectificado s¨®lo en parte: el PSC ha adquirido el papel que le corresponde, con Montilla al frente y Miquel Iceta como jefe de campa?a. Ahora bien, el acuerdo con Esquerra Republicana para aprofundir l'autogovern y formar grupo conjunto en el Senado, as¨ª como la insistencia obsesiva de Maragall en hablar del supuesto encaje de Catalu?a en una nueva Espa?a no son mensajes que susciten entusiasmo, si no m¨¢s bien indiferencia o rechazo, en la mayor parte del potencial electorado socialista. En este punto, m¨¢s que rectificar ha acentuado los errores del pasado.
Respecto al segundo eje, la situaci¨®n es distinta. El empresario y profesional desencantado de Pujol y vagamente catalanista se encuentra ahora con una oferta electoral nueva. Por una parte, Artur Mas ofrece una imagen de CiU m¨¢s pragm¨¢tica y menos nacionalmente integrista que la pretendida por Pere Esteve: el hecho de que Carlos Tusquets aceptara ser consejero hace tan s¨®lo una semana es un indicio de esta distinta percepci¨®n. Por otra parte, el PP encabezado por Piqu¨¦, y ahora con mayor¨ªa absoluta, ofrece tambi¨¦n una nueva imagen de cara a estos sectores. Quiz¨¢ algunos todav¨ªa asistir¨¢n a las cenas, pero pocos votos obtendr¨¢ ya Maragall de esta parte de la sociedad. Los tiempos han cambiado y los protagonistas tambi¨¦n.
Ante esta nueva situaci¨®n, la opci¨®n m¨¢s inteligente por parte de Maragall ser¨ªa dedicarse intensamente a los suyos, a los que quieren un cambio de verdad en Catalu?a y saben que ¨¦ste no ocurrir¨¢ si el porvenir es formar un gobierno con ERC o, como ahora se rumorea -en una vuelta a la antigua sociovergencia-, con la misma CiU. Al PSC de Maragall le falta probablemente ambici¨®n y confianza en s¨ª mismo para aprovechar los deseos de cambio real existentes en Catalu?a y aspirar a gobernar en solitario y con programa propio, como ha hecho Pujol en los ¨²ltimos a?os pese a carecer de mayor¨ªa absoluta. Pero la actual estrategia del discurso identitario de la Espa?a plural, la alianza con ERC, la reforma del Estatuto como gran alternativa pol¨ªtica y el no decir nada nuevo para no meter la pata, s¨®lo conducen a que una buena parte de los potenciales votantes socialistas sigan, una vez m¨¢s, sin ir a votar el d¨ªa de las elecciones auton¨®micas.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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