El 'test' turco
?Cu¨¢les son las fronteras de Europa, si es que las tiene? La pregunta, evidentemente, no es ret¨®rica, pues cuales sean esas fronteras depende de c¨®mo consideremos Europa. Si ¨¦sta es un espacio geogr¨¢fico definido, sin duda debe tener l¨ªmites aunque ¨¦stos sean, como todos, confusos. Y as¨ª, si la frontera sur de Europa (la que pasaba por Espa?a) est¨¢ clara al menos desde que los Reyes Cat¨®licos la depuraron tras lo que hoy condenar¨ªamos como simple limpieza ¨¦tnica, no ocurre lo mismo con la otra gran frontera cultural y geogr¨¢fica del subcontinente: la del Este. Que comienza a enturbiarse en los Balcanes y se oscurece a medida que, desde ellos, nos movemos hacia el sur o el este. De modo que, aunque pueda irritar el modo pol¨ªticamente incorrecto de Giscard d'Estaing al plantear el tema turco, es evidente que no carece de razones. El trasbordador que, desde Estambul, lleva al otro lado del B¨®sforo lo dice claramente: trasbordador a Asia. Y ah¨ª, en Asia, est¨¢ el 95% de Turqu¨ªa.
De modo que la pregunta de Giscard no es ociosa. Si Turqu¨ªa puede ser parte de la Uni¨®n Europea, ?por qu¨¦ no Rusia, Ucrania, Georgia, Armenia o incluso Israel? Que la idea no es tan absurda lo prueba el que hace poco le escuch¨¦ a Geremek la sugerencia de incorporar Israel y Palestina a la Uni¨®n. Y abierta la puerta a esos pa¨ªses, ?por qu¨¦ no aquellos otros de la ribera sur del Mediterr¨¢neo que hacen gala de occidentalizaci¨®n y laicismo, como, por ejemplo, T¨²nez? Se dir¨¢ que ¨¦sta es una visi¨®n historicista de Europa que no merece excesiva consideraci¨®n y tras la que se oculta, malamente, un esquema huntingtoniano; si rechazamos Turqu¨ªa como ex¨®gena a Europa no lo es tanto por su excentricidad geogr¨¢fica, sino por la cultural. Turqu¨ªa es musulmana (nada menos que en un 99,8%, seg¨²n estad¨ªsticas oficiales) y Europa es cristiana. Pero la contestaci¨®n es inmediata: ?no es Turqu¨ªa el pa¨ªs m¨¢s laico de los musulmanes? ?Y no es Europa la patria del laicismo y de la separaci¨®n entre la Iglesia y el Estado? Europa, ciertamente, no es un club cristiano; m¨¢s bien es -como recuerda The Economist- un continente ex cristiano. Por lo dem¨¢s, Turqu¨ªa es ya miembro del Consejo de Europa, participa en Eurovisi¨®n y en la liga de f¨²tbol europea y, por supuesto, es miembro esencial de la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte. Y si est¨¢ (pol¨ªticamente) en el Atl¨¢ntico Norte no se ve bien por qu¨¦ raz¨®n no puede estar en Europa. De modo que puede que la geograf¨ªa y la historia nos ense?en que Turqu¨ªa es el otro lado de la frontera este de Europa, pero "la fuerza normativa de los hechos" (como sabemos bien los espa?oles) cuenta mucho... si queremos que cuente. Lo que vale siempre es la voluntad pol¨ªtica y ¨¦sta est¨¢ a¨²n por definir. Sabemos cu¨¢l es la voluntad de Estados Unidos, seguido en este caso por el Reino Unido, Grecia, Espa?a y, recientemente, Alemania. ?En virtud de qu¨¦ argumentos? Veamos algunos.
A favor est¨¢ sin duda el refuerzo que la incorporaci¨®n de Turqu¨ªa a la UE supone al islamismo moderado, el gran triunfador tras el terremoto de las recientes elecciones, m¨¢s por rechazo de las alternativas (y por una absurda ley electoral) que por sus propios m¨¦ritos. Todo hace sospechar que el Partido de la Justicia y el Desarrollo pretende ser una democracia cristiana isl¨¢mica, y sin duda sus l¨ªderes son pro-europeos: el mundo est¨¢ lleno de paradojas y no es la menor la de que los islamistas turcos esperan que el marco jur¨ªdico europeo ser¨¢ m¨¢s liberal y tolerante con su pr¨¢ctica religiosa que la actual Constituci¨®n turca. No olvidemos que 13 de sus nuevos diputados son mujeres (ninguna usa el velo), ni que el gran perdedor de las recientes elecciones es el islamista Partido de la Felicidad (que ha cosechado menos del 2,5% de los votos) ni, finalmente, que la mayor¨ªa de los votos (casi dos de cada tres) han ido a partidos laicos. De modo que Turqu¨ªa puede y debe llegar a ser lo que fue durante el largo imperio otomano: el pa¨ªs modelo y ejemplo de los dem¨¢s pa¨ªses musulmanes, s¨®lo que ahora en un marco, igualmente mod¨¦lico y ejemplar, de laicismo europeo. Con Europa y no contra Europa.
A favor est¨¢ tambi¨¦n la profundidad estrat¨¦gica que Turqu¨ªa le otorgar¨ªa a la Uni¨®n. Como repiten los mismo turcos, su pa¨ªs tiene 360 grados de conflictos: los Balcanes, Ucrania y Rusia, al norte; el C¨¢ucaso al noreste; Persia al este; Irak y Siria al sur, y, por si faltaba poco, Chipre y Grecia al oeste. A lo que debemos a?adir los pa¨ªses de etnia y lengua turca del Asia central y, por supuesto, un poderoso ej¨¦rcito de 700.000 hombres, que absorbe el 4,5% del PIB, bien entrenado, aunque ciertamente no mod¨¦lico. De modo que Turqu¨ªa pasar¨ªa a ser para la Uni¨®n un actor estrat¨¦gico de primera magnitud, como lo ha venido siendo para los Estados Unidos. Un pa¨ªs cuyos intereses, por cierto, tanto en Irak como en Palestina, est¨¢n m¨¢s cerca de los europeos que de los estadounidenses. De cara a un siempre incierto conflicto de civilizaciones con el islam (cada d¨ªa m¨¢s auto-cumplido), la importancia estrat¨¦gica de Turqu¨ªa es similar a la de Alemania durante la guerra fr¨ªa, si no mayor. Finalmente, merece ser resaltado que, para nosotros, los pa¨ªses del sur de Europa, Turqu¨ªa obligar¨ªa a la Uni¨®n a mirar al Mediterr¨¢neo y al sur, algo muy necesario tras la reorientaci¨®n hacia el norte y el este que supone la ampliaci¨®n, reforzando as¨ª el dialogo euro-mediterr¨¢neo, hoy casi paralizado.
?Argumentos en contra? En parte los ya dichos, que cortan por dos lados. Si el islamismo turco puede ser mod¨¦lico, tambi¨¦n puede no serlo, en cuyo caso ser¨ªa la cabeza de puente del radicalismo isl¨¢mico en Europa. La profundidad estrat¨¦gica es tambi¨¦n enorme complejidad estrat¨¦gica; ?le interesa a Europa tener fronteras que defender con Armenia, Georgia, Ir¨¢n, Irak y Siria? Finalmente, si Turqu¨ªa obliga a mirar al sur, es el sur-este (y Oriente Medio) lo que refuerza, y no tanto la vertiente mediterr¨¢nea.
Pero sin duda el principal argumento en contra es el demogr¨¢fico. Hay aproximadamente 67 millones de turcos, de modo que la entrada de ese pa¨ªs en la Uni¨®n supone incorporar un volumen de poblaci¨®n casi igual a la actual ampliaci¨®n de 10 pa¨ªses. Pero su tasa de crecimiento demogr¨¢fica es muy fuerte y las proyecciones oficiales de Naciones Unidas prev¨¦n 86 millones para el 2020, con lo que Turqu¨ªa ser¨ªa el pa¨ªs m¨¢s poblado de la Uni¨®n Europea (Alemania tiene 82 millones, pero decrece). Y a¨²n se espera un incremento hasta 91 millones diez a?os m¨¢s tarde, con lo que el turco pasar¨ªa a ser la lengua m¨¢s hablada de la Uni¨®n (m¨¢s que el alem¨¢n), lo que no deja de ser chocante (a algunos les parecer¨¢ interesante). A ello hay que a?adir que la renta per c¨¢pita, tras la terrible inflaci¨®n de estos a?os (del 70% en el 2001), es actualmente de 5.200 euros, el 22 % de la media comunitaria. Recordemos que la renta per c¨¢pita de Espa?a cuando la incorporaci¨®n a la CEE en 1986 era del 71% y que la media de los diez pa¨ªses de la ampliaci¨®n es del 39%. Hechos que s¨ª parecen tener fuerza normativa suficiente como para exigir alg¨²n respiro y plantear, bien una incorporaci¨®n lenta, bien un estatuto singular, como sugieren algunos.
Finalmente, los espa?oles no podemos dejar de valorar negativamente el hecho de que la incorporaci¨®n de Turqu¨ªa hace descender a Espa?a un puesto en el ranking de pa¨ªses europeos. Actualmente jugamos en el quinto lugar de la liga (a veces el cuarto), por detr¨¢s de Italia (a veces por delante), Francia, Reino Unido y Alemania. El peso espec¨ªfico de Turqu¨ªa (demogr¨¢fico, pero, sobre todo, estrat¨¦gico y pol¨ªtico), sumado a su vieja alianza con los Estados Unidos, y todo ello en un mundo de confrontaciones con el islam, har¨ªa de Turqu¨ªa un actor pol¨ªtico de enorme relevancia.
Pero hay algo m¨¢s que alude, no a Turqu¨ªa y su democracia, sino a la nuestra. Me preguntaba antes si la Uni¨®n Europea tiene fronteras, y la pregunta no era (al menos del todo) ret¨®rica. Y ello porque la Uni¨®n Europa es algo m¨¢s que un proyecto pol¨ªtico de base territorial. Pues como emergente de la Segunda Guerra Mundial (primera guerra universal, y, por lo tanto, primera paz planetaria), es, adem¨¢s de eso, un m¨¦todo de resoluci¨®n de conflictos basado en la cooperaci¨®n y la puesta en com¨²n de soberan¨ªas, m¨¢s que en la confrontaci¨®n y el conflicto de soberan¨ªas. La Uni¨®n Europea es, a fin de cuentas, la alternativa a la guerra. Y vista Europa como m¨¦todo de articulaci¨®n de las relaciones internacionales en un mundo que Robert Kagan (y antes Schmitter) llamar¨ªa kantiano, post-hobbesiano, o post-Westphaliano, su espacio potencial es mucho m¨¢s vasto.
Pues bien, en ese camino de articulaci¨®n progresiva de un espacio de soberan¨ªas compartidas, vista, pues, Europa como m¨¦todo y no como contenido, Turqu¨ªa es, justamente, el gran test: no la puerta a cerrar para dejar fuera lo extraeuropeo, sino, al contrario, la puerta a abrir para hacer del proyecto de UE algo m¨¢s que una articulaci¨®n regional, la puerta que debe abrirse para que el m¨¦todo comunitario emerja como tal y alcance toda la potencialidad que atesora. Saltar a Asia es, pues, hacer que la Uni¨®n salte tambi¨¦n desde la sustancia de un simple artefacto estatal a un m¨¦todo global de resoluci¨®n de conflictos basado en el derecho. Por cierto, la ¨²nica alternativa real al Imperio, sea ¨¦ste americano, europeo, chino o de quien sea. De modo que, parad¨®jicamente, quienes tratan de debilitar Europa colando el monstruo turco por la puerta de atr¨¢s pueden acabar tirando piedras sobre su propio tejado.
Estamos hablando, pues, de dos tipos de fronteras, geogr¨¢ficas unas o pol¨ªticas las otras, sin olvidar que las primeras son ya un modo de hacer pol¨ªtica. De modo que el problema, al final, no es tanto si Turqu¨ªa debe ser miembro de la Uni¨®n. El problema es qu¨¦ Uni¨®n queremos. Un test para el laicismo y la democracia turca, pero tambi¨¦n para el laicismo europeo y nuestro proyecto de democracia. Y si el lector, a estas alturas, no sabe cu¨¢l es mi opini¨®n al respecto, est¨¢ en lo cierto. Espero, si no haberle sacado de dudas, al menos haber contribuido a que dudemos mejor.
Emilio Lamo de Espinosa es director del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estrat¨¦gicos.
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