Malos h¨¢bitos
La democracia exige comportamientos tan rigurosos en la gesti¨®n p¨²blica de la econom¨ªa como en el propio ¨¢mbito pol¨ªtico o parlamentario. El cuidado de las formas es condici¨®n imprescindible para mantener la confianza de ciudadanos y contribuyentes. Los gobernantes espa?oles desde 1976 no han sido especialmente exquisitos en el respeto formal de la independencia de las instituciones, pero en pocos casos se hab¨ªa alcanzado el permanente grado de desali?o o abierto desprecio del gobierno actual. La supresi¨®n u ocultamiento de estad¨ªsticas, la liquidaci¨®n sumaria de comisiones y subcomisiones parlamentarias de investigaci¨®n, la resistencia a facilitar informaci¨®n p¨²blica a los parlamentarios de la oposici¨®n o las presiones permanentes a los gabinetes de estudios de las entidades financieras para eliminar las aproximaciones cr¨ªticas a la gesti¨®n del Gobierno son pr¨¢cticas comunes en los departamentos econ¨®micos. El ¨²ltimo episodio de esta pol¨ªtica de injerencias afect¨® directamente al Banco de Espa?a, una instituci¨®n que desde 1976 se hab¨ªa construido una reputaci¨®n ejemplar de independencia y autonom¨ªa. Pues bien, varios movimientos ejecutados con escaso acierto por los ministros de Econom¨ªa y Hacienda estuvieron a punto de empa?ar definitivamente esa imagen.
Ni es posible distinguir diferencias de crecimiento de dos d¨¦cimas ni se exige a un Gobierno acertar siempre con sus objetivos oficiales
Es conocido que el ministerio de Econom¨ªa organiz¨® varias reuniones en el Banco de Espa?a para "debatir" las dificultades del crecimiento de la econom¨ªa espa?ola durante este a?o. Figura en las hemerotecas que a esa comida -o comidas, porque seg¨²n algunas versiones fueron dos, una antes del verano y otra antes del puente del 12 de octubre- asistieron, adem¨¢s de Rodrigo Rato y Crist¨®bal Montoro; el gobernador Jaime Caruana; la directora general del Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE), Carmen Alcaide; el responsable del servicio de Estudios del Banco de Espa?a, Jos¨¦ Luis Malo de Molina; el director general de Asuntos Internacionales, Jos¨¦ Vi?als; un representante de la CEOE (Enrique de la Lama), el Secretario de Estado, Jos¨¦ Folgado; y el vocal del Banco Central Europeo, Eugenio Domingo. Semanas despu¨¦s, con relaci¨®n o sin ella, el Banco de Espa?a publicaba su previsi¨®n de crecimiento del tercer trimestre (0,8%), cifra que, de mantenerse en tasa anual, producir¨ªa un crecimiento del 3,2%.
Hasta aqu¨ª, los hechos. Los participantes se apresuraron a desmentir las supuestas presiones del Gobierno al Banco de Espa?a y al INE para que subiera la previsi¨®n de crecimiento que, en un ejercicio de dudosa habilidad, hab¨ªa sugerido el portavoz parlamentario del PSOE Jes¨²s Caldera.
Nadie ha demostrado que esas presiones existieran, por supuesto. Pero ?era necesario incluir en una reuni¨®n para debatir sobre las dificultades de la econom¨ªa espa?ola a Carmen Alcaide, de capacidad anal¨ªtica probada, pero cuyas funciones pol¨ªticas le obligan a una estricta neutralidad? ?Por qu¨¦ se organiza la reuni¨®n en el Banco de Espa?a, siguiendo la fea costumbre de Rato, que ya molestaba a Luis ?ngel Rojo, de ocupar mesas y manteles en la instituci¨®n monetaria como si no tuviera otro lugar menos comprometido (para el propio Banco) donde reunirse?
De impertinencia parecida es la insistencia del Gobierno en defender a capa y espada que el crecimiento de la econom¨ªa espa?ola es "superior al 2%". La terquedad oficial semeja la conducta de los automovilistas que se pican con otros conductores para ver quien llega antes o la del apostador que empe?a su credibilidad en el acierto de un resultado. Ni la t¨¦cnica estad¨ªstica permite distinguir diferencias de crecimiento de una o dos d¨¦cimas ni la tarea de un gobierno es la de acertar siempre con sus objetivos oficiales. Por el contrario, la sociedad y los inversores entienden que la tarea del Gobierno es emitir las se?ales pertinentes de mejora o empeoramiento de la econom¨ªa, de forma que en todo momento las decisiones financieras cuenten con una referencia de peso.
Conclusiones: Rato y Montoro deben abandonar la costumbre de organizar reuniones para debatir la situaci¨®n de la econom¨ªa con responsables de instituciones cuyo brillo representatitivo exige independencia; deben tambi¨¦n olvidarse del Banco de Espa?a como restaurante privilegiado para esas asambleas de notables u otras; y deber¨ªan tambi¨¦n modernizar la concepci¨®n profesional que tienen de su tarea de representaci¨®n del Gobierno.
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