Recuperar el mercado de la Encarnaci¨®n
Para que el tema de la Encarnaci¨®n, que defiendo denodadamente, la plaza de abastos de toda la vida, para evitar que ¨¦sta caiga en el olvido, utilizo las secciones de cartas al director que los diarios ofrecen. Este espacio restringido, milim¨¦trico y escueto, impide cualquier adorno literario, que como recurso, vengo abusando para dar siempre el mismo mensaje: Salvar el mercado.
A veces, hasta lo pierdo en un bosque de palabras para que aparezca el inter¨¦s del lector en descubrirlo, al menos ese es mi deseo, y que no quede en un mero y repetitivo anuncio de oraci¨®n a milagroso santo, por lo cual suelo pasar de los l¨ªmites de l¨ªneas permitidas. Suele ocurrir que, depende qu¨¦ medio, ¨¦stas aparezcan recortadas de tal suerte, que cuando las leo ni yo mismo descubro el telegr¨¢fico mensaje tras la mutilaci¨®n efectuada. Recuperar el Mercado de la Encarnaci¨®n, Stop. ?ste, tal vez, lo publiquen completo. Stop.
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