"Hay pocos pueblos que no sean perif¨¦ricos"
P¨¦ter N¨¢das (Budapest, 1942) habla lentamente, con precisi¨®n, con una dulzura infinita. La experiencia le ha llevado a no tener prisa para casi nada: la publicaci¨®n de su primer libro se retras¨® durante a?os por la censura comunista. Como tantas veces sucede en naciones peque?as centroeuropeas, el ¨¦xito en Alemania de su Libro del recuerdo le abri¨® las puertas de su propio pa¨ªs. Recientemente ha publicado una novela, Bella historia de la fotograf¨ªa, y un libro de fotos, Algo de luz. La conversaci¨®n se desarrolla en alem¨¢n. En esa lengua extranjera tanto para el escritor como para el periodista, N¨¢das perfila sus intuiciones sobre la literatura, sobre el destino de los pueblos perif¨¦ricos y sobre la capacidad de expresi¨®n de una naci¨®n, la h¨²ngara, demasiadas veces aparcada en un margen de la historia por pueblos m¨¢s poderosos.
"La regla es que uno es poderoso en su propia lengua. Y no siempre. Y con esa lengua tiene uno que salir adelante"
"Las antiguas potencias coloniales se ocupan b¨¢sicamente de s¨ª mismas. No tienen un inter¨¦s por los dem¨¢s pueblos"
PREGUNTA. Escritor y h¨²ngaro. ?Outsider por partida doble?
RESPUESTA. No lo vivo como una carga. Ni una cosa ni la otra. Uno no puede imaginarse escribir en otra lengua que no sea la materna. Naturalmente, existen grandes excepciones. Samuel Beckett o Ionesco. La regla es que uno es poderoso en su propia lengua. Y no siempre. Y con esa lengua tiene uno que salir adelante.
P. Pero debe haber una gran diferencia, mentalmente, digo, entre ponerse a escribir en una lengua de las consideradas grandes y una literatura, por definirlo de alguna manera, perif¨¦rica. ?O no?
R. Hay pocos pueblos que no sean perif¨¦ricos. Hay grandes literaturas. Hay naciones grandes. Hay naciones que son poderosas. Y entonces sus lenguas son tambi¨¦n poderosas y despiertan un inter¨¦s mayor. Pero extra?amente, la calidad literaria no depende de eso. Puede que entonces nunca se descubra al escritor. O que se reconozca su val¨ªa con cierto retraso. Pero todo esto depende de otros factores.
P. La reflexi¨®n viene al caso por Espa?a (al contrario que Alemania), donde una literatura como la h¨²ngara ha encontrado poco eco, a excepci¨®n quiz¨¢ de S¨¢ndor M¨¢rai, y ahora, naturalmente, Imre Kert¨¦sz, que han sido descubiertos, o redescubiertos, muy tarde.
R. Claro. Y hay much¨ªsimos que no han sido descubiertos, y que no lo ser¨¢n jam¨¢s. Hay toda una serie de grandes poetas h¨²ngaros de este siglo, ignorados del resto del mundo, y que probablemente nunca ser¨¢n descubiertos.
P. Parece muy triste.
R. Es muy triste. Para el resto del mundo, claro. Y para nosotros, obviamente. Ser¨ªa bueno que los grandes poetas, como Endre Ady, Attila J¨®zsef, S¨¢ndor We?res o J¨¢nos Pilinzsky, fuesen conocidos, porque pertenecen a la gran poes¨ªa mundial, y sin embargo no se les conoce porque est¨¢n encerrados en una peque?a lengua. Aunque esa peque?a lengua tampoco es tan peque?a. Pertenece a las medianas. No se puede comparar con el espa?ol, claro.
P. Usted ha dicho alguna vez que, precisamente por eso, los pueblos peque?os se ven forzados a ser m¨¢s europeos, o m¨¢s cosmopolitas, que los grandes, y creo que puso el ejemplo de Espa?a.
R. Todas las antiguas potencias coloniales, todas, se ocupan b¨¢sicamente de s¨ª mismas. No tienen un inter¨¦s por los dem¨¢s pueblos, o lo tienen de forma muy limitada.
P. Pero s¨ª es cierto que los escritores h¨²ngaros son muy cosmopolitas. Un amigo colombiano, de origen jud¨ªo, siempre dice que le gustar¨ªa ser h¨²ngaro.
R. Si la comparamos con Colombia, Hungr¨ªa no es tan ca¨®tica. Todav¨ªa no. Aunque quiz¨¢ lo sea un d¨ªa [se r¨ªe]. Las peque?as lenguas, las peque?as naciones de Europa, tienen que estar muy atentas. Un gran poeta ingl¨¦s o franc¨¦s muy excepcionalmente traduce a un autor h¨²ngaro. Nosotros disponemos de grandes escuelas de traductores que han acompa?ado a las literaturas europeas d¨ªa a d¨ªa. Muchos de ellos son grandes escritores en h¨²ngaro, que lo hacen por necesidad econ¨®mica, por una parte, pero tambi¨¦n por inter¨¦s personal. Y eso contribuye a ese cosmopolitismo, a una cierta apertura al mundo y a todas las corrientes literarias.
P. La contrapartida, a veces, es que un escritor h¨²ngaro ten¨ªa que triunfar en el extranjero antes de ser reconocido en Hungr¨ªa, sin contar adem¨¢s con la censura de la dictadura comunista.
R. Eso es cierto. Tener ¨¦xito en casa es siempre m¨¢s dif¨ªcil.
P. ?Le ha sucedido a usted?
R. Naturalmente. Tuve grandes dificultades con la censura, algo que fuera de Hungr¨ªa no pasaba. Mi camino aqu¨ª [en Alemania] fue mucho m¨¢s sencillo.
P. ?C¨®mo ha influido en su car¨¢cter la experiencia de crecer en una dictadura?
R. Yo nac¨ª bajo una dictadura semifascista, crec¨ª en ese ambiente, y luego cambi¨¦ a otra dictadura. Dos dictaduras. Eso no hay que olvidarlo, porque esa continuidad, esa transici¨®n de un sistema autoritario a otro, da?¨® mucho a Hungr¨ªa, m¨¢s que los pa¨ªses que han sufrido una sola dictadura.
P. ?Qu¨¦ marcas ha dejado en sus novelas? ?Hubiera escrito de otra forma de haber nacido en un pa¨ªs libre?
R. No lo s¨¦. Realmente no lo s¨¦. Cuando ten¨ªa 25 a?os, escrib¨ª un relato, y se lo di a leer a una amiga de la familia, que me dijo que deb¨ªa marcharme inmediatamente del pa¨ªs...
P. ?Era comunista?
R. S¨ª, era comunista. Pero sab¨ªa que con aquel tipo de escritura que yo intentaba no iba a tener ninguna oportunidad. Y quiso que me fuera. Entonces no lo entend¨ª. Lo entend¨ª mucho despu¨¦s, cuando ya era demasiado tarde. Vivir en una dictadura significa tener que conocer sus limitaciones para poder seguir creando sin perder la dignidad.
P. Usted lo logr¨®. La dictadura no consigui¨® acabar con su libertad interior. Usted no tiene la sensaci¨®n de que le destruy¨®, de que usted es alguien distinto de quien pod¨ªa haber sido.
R. Eso es algo que no s¨¦. No lo sabr¨¦ nunca. No se pueden intercambiar los caminos de la vida. En h¨²ngaro decimos: "?Qu¨¦ ser¨ªa mi abuela si tuviese cuatro ruedas?". Pues ser¨ªa un autob¨²s, no mi abuela. Puedo imaginarme que sin la dictadura mi individualidad se hubiese desarrollado de forma m¨¢s libre, m¨¢s generosa. Pero en las circunstancias m¨¢s siniestras se puede encontrar un camino. Naturalmente, no le recomiendo a nadie vivir en una dictadura para comprobarlo.
P. Usted tambi¨¦n es fot¨®grafo. No es muy corriente.
R. No, no es muy frecuente. Adem¨¢s, yo era un fot¨®grafo de prensa muy malo. Por eso lo dej¨¦.
P. No lo creo.
R. S¨ª. Es cierto. Era muy lento. Dej¨¦ de hacerlo porque realmente no pod¨ªa. Ahora hago fotograf¨ªa de otra manera, m¨¢s lentamente. De todas maneras, la fotograf¨ªa es peligrosa. A uno lo toman en prenda. Cuando te fotograf¨ªan, realmente te roban algo.
P. ?sa es la idea de algunas tribus en ?frica o la Polinesia.
R. Y tienen raz¨®n. Hay pueblos en los que est¨¢ prohibido tomar fotograf¨ªas. Porque luego se utilizan las im¨¢genes, se intercambian, se comercia con ellas. Como fot¨®grafo, s¨¦ que es cierto, as¨ª que hago pocas fotos. Y nunca autorretratos. Hay que trabajar con un disparador autom¨¢tico o con espejos. Pero incluso los mejores espejos deforman la realidad. Y no s¨®lo en fotograf¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.