El tren de Estambul de la UE
Los mundos isl¨¢mico y no isl¨¢mico parece encerrados hoy en un c¨ªrculo vicioso de odio, el cual est¨¢ convenciendo a muchos moderados a ambos lados que la l¨ªnea divisoria es demasiado ancha para poder salvarla. Esta visi¨®n fatalista es tr¨¢gica y podr¨ªa convertirse en una pesadilla hecha realidad. En este contexto, el regateo de Europa sobre el posible ingreso de Turqu¨ªa en la UE cobra un especial significado para el mundo.
El ingreso de Turqu¨ªa se discutir¨¢ probablemente en la cumbre de diciembre de los l¨ªderes europeos en Copenhague. Desde la d¨¦cada de 1960 se ha venido hablando de manera informal en Europa Occidental sobre la posibilidad de que Turqu¨ªa un d¨ªa se convierta en miembro de la Comunidad Europea, ahora UE. Pero no se dio ning¨²n paso pr¨¢ctico, ya que Europa peri¨®dicamente -y con raz¨®n- se?alaba que Turqu¨ªa no cumpl¨ªa muchas condiciones para ser miembro, en especial en relaci¨®n con los derechos humanos y el Estado de derecho.
Defiendo el ingreso de Turqu¨ªa en la UE y creo que Giscard se equivoca. Pero refleja un punto de vista arraigado, aunque minoritario en Europa
Pero bajo esos temas concretos late una preocupaci¨®n m¨¢s gen¨¦rica: si Europa acepta una sociedad isl¨¢mica en su seno. Los sentimientos antiisl¨¢micos tienen hondas ra¨ªces en Europa, reflejo de 1.000 a?os de rivalidad, guerra y choques culturales. Muchos turcos temen que la exclusi¨®n de su pa¨ªs no tenga nada que ver con pol¨ªticas o instituciones concretas, sino con la permanente hostilidad europea hacia sociedades isl¨¢micas.
Con la ampliaci¨®n de la UE hacia el este ya en la recta final, no es ninguna sorpresa que ciertas nociones profundamente sentidas y peligrosas est¨¦n saliendo a la superficie. El ex presidente franc¨¦s Val¨¦ry Giscard d'Estaing, actualmente presidente de la Convenci¨®n para el Futuro de Europa, declar¨® recientemente que "Turqu¨ªa no es un pa¨ªs europeo", y que su admisi¨®n en la UE significar¨ªa "el fin de Europa". Los que abogan por la admisi¨®n, continu¨®, son "los adversarios de la UE".
Como admirador de la UE y a la vez defensor del ingreso de Turqu¨ªa en la misma, creo que Giscard se equivoca. Sin embargo, s¨¦ que refleja un punto de vista profundamente arraigado, aunque lejos de ser mayoritario en Europa. Hace varios a?os escuch¨¦ a otra figura p¨²blica destacada de Europa explicar en una conferencia que Europa es una sociedad cristiana y, por tanto, jam¨¢s puede admitir a un miembro isl¨¢mico.
El arrebato de Giscard fue provocativo por otra raz¨®n. Turqu¨ªa acaba de demostrar la vitalidad de sus credenciales democr¨¢ticas al celebrar elecciones a pesar de una profunda crisis econ¨®mica. El vencedor fue el Partido de la Justicia y el Desarrollo. El nuevo primer ministro, Abdullah Gul, inmediatamente declar¨® que lograr el ingreso en Europa era una prioridad. "Nuestra meta es mostrar al mundo que un pa¨ªs que tiene una poblaci¨®n musulmana puede ser tambi¨¦n democr¨¢tico, transparente, moderno y cooperar con el mundo".
Descartar ahora la posibilidad de que Turqu¨ªa sea miembro de la Uni¨®n Europea ser¨ªa innecesariamente provocativo. El fundador del moderno Estado turco, "Ataturk", alcanz¨® enormes logros hace tres cuartos de siglo al alinear a las instituciones pol¨ªticas, culturales y econ¨®micas turcas con las de Europa. Despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, Turqu¨ªa fue receptora de las ayudas del Plan Marshall, se uni¨® al Consejo de Europa en 1949 y a la OTAN en 1952, se convirti¨® en miembro asociado de la UE en 1964, present¨® su candidatura para ser miembro de la Comunidad Europea en 1987 y concluy¨® una uni¨®n aduanera con Europa en 1995. De forma que su pretensi¨®n tiene hondas ra¨ªces.
Si Europa mantiene negociaciones serias con Turqu¨ªa sobre su posible ingreso, los resultados beneficiar¨¢n a ambas partes y al mundo. En el plano econ¨®mico, el avance hacia el ingreso obligar¨ªa a Turqu¨ªa a seguir poniendo al d¨ªa sus instituciones y reforzar el Estado de derecho, a?adiendo as¨ª estabilidad institucional a largo plazo a las instituciones turcas, lo que su vez ayudar¨ªa a estabilizar el norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo.
Afortunadamente, cuando Giscard expres¨® sus peligrosas opiniones, muchos en la Comisi¨®n Europea y en toda Europa declararon que el ex presidente franc¨¦s hablaba s¨®lo por s¨ª mismo. Ahora la Uni¨®n Europea debe decirlo con m¨¢s firmeza, y demostrar su buena fe aceptando el desaf¨ªo hist¨®rico de negociar el ingreso de Turqu¨ªa en la UE.
Jeffrey D. Sachs es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia.
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