Garcilaso en el f¨²tbol
M¨¢s que una obra, lo que distingue a los poetas es tener una voz. Un poeta se vuelve inconfundible cuando edifica un l¨¦xico y una sintaxis tan personales que antes que seguidores produce imitadores. Pero si una voz lo hace inconfundible, lo que hace indispensable a un poeta es tener un espacio, esto es, haber iluminado -y no es lo mismo iluminar que deslumbrar- con sus palabras un territorio de la realidad que hasta entonces permanec¨ªa a oscuras. Indudablemente, Rafael Alberti tiene una voz propia, pero ?tiene un espacio? La verdad es que los tiene todos, lo que no deja de ser un problema dentro de esa generaci¨®n con nombre de autob¨²s (el 27) en la que ya hay, valga el esquema, un poeta del amor (Salinas), un poeta popular (Lorca), uno puro (Guill¨¦n), un surrealista (Aleixandre) y uno que, menos popularista, lo fue todo de modo muy particular (Cernuda), incluido exiliado.
Lo cierto es que publicar m¨¢s de 30 libros de poemas es demasiado para cualquiera (lectores y escritores). Y ¨¦se es el caso de Alberti, que tiene a su favor algo que tambi¨¦n es mucho: media docena de t¨ªtulos imprescindibles. Lo uno por lo otro, aunque en poes¨ªa lo que no suma resta, algo que vale para el gaditano tanto como para otro autor torrencialmente irregular: Pablo Neruda, capaz de escribir lo m¨¢s sublime y de publicar lo m¨¢s rid¨ªculo. Problemas del desorden impuesto por la "urgente gram¨¢tica" de la pol¨ªtica, tan dada a confundir poemas y panfletos.
As¨ª las cosas, ?c¨®mo llegar¨¢n
a Alberti los lectores que s¨®lo lo han visto en televisi¨®n presidir el Congreso de los Diputados? Despu¨¦s de comprobar perplejos con qu¨¦ facilidad se pasa de la censura a la beatificaci¨®n, los lectores con menos prejuicios comprobar¨¢n tambi¨¦n que a veces la poes¨ªa ve m¨¢s que los poetas y que s¨®lo valorando las sombras cobra la luz su valor verdadero. Por eso se preguntar¨¢n qu¨¦ vio el autor de El poeta en la calle en 1937 durante su visita a la URSS. Y qu¨¦ vio en Stalin para caer seducido por, en palabras que la historia ha te?ido de sarcasmo, su "bondad, su conocimiento de la gente, su deseo de verla feliz". ?Qu¨¦ pa¨ªs conoci¨® Alberti un a?o despu¨¦s de que Andr¨¦ Gide publicar¨¢ su Retorno de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que le vali¨® la condena de la izquierda bienpensante de entonces??Cu¨¢l, si un a?o antes hab¨ªan censurado algunos de sus poemas en una revista porque su traductor era Boris Paternak? ?Y aun en 1977 cuando acudi¨® a celebrar el 60? aniversario de la Revoluci¨®n de Octubre?
Los mismos lectores que busquen en la sombra encontrar¨¢n las luces que dan valor a todo un universo: el universo del primer volumen de La arboleda perdida -que contienen m¨¢s literatura que vida literaria, una proporci¨®n que no siempre se mantiene en las dem¨¢s entregas- y, sobre todo, el universo po¨¦tico de alguien que lo hizo todo de todas las maneras sin cerrar a ning¨²n tema las puertas de la literatura. Es su gran m¨¦rito: detectar que buena parte de la poes¨ªa del siglo XX est¨¢ hecha de puro prosa¨ªsmo y, sin temblor de pulso, llamar "m¨ªstico del dise?o" a Piero della Francesca (A la pintura), poetizar el cine (Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos) y saber ser tanto el escudero de Garcilaso (Marinero en tierra) como el cantor del mito de Franz Platko, el portero h¨²ngaro del FC Barcelona y h¨¦roe de la final de Copa de 1928 (Cal y canto). No es, as¨ª, poco m¨¦rito llevar a los cl¨¢sicos al f¨²tbol (y viceversa, ?no es Superm¨¢n ya un mito?) y adelantarse con la paloma equivocada (Entre el clavel y la espada) a la espeluznante Serenata de San Diego, de Tom Waits, que dice: "Nunca vi la ma?ana hasta que me qued¨¦ despierto toda la noche. / Nunca vi el Este hasta que me traslad¨¦ al Oeste".
"Llevaba una ciudad dentro. / Y la perdi¨® sin combate. / Y le perdieron. / Sombras vienen a llorarla", dicen unos versos de Sobre los ¨¢ngeles, su libro m¨¢s rotundo. Buena parte, en fin, de la grandeza de Alberti reside en ese llevar dentro una ciudad entera y en saber que si existen los ¨¢ngeles hoy se esconden en "los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras". A veces, la fuerza de un poeta -y su voz, y su espacio- est¨¢ en reconocer, despu¨¦s de toneladas de poemas inspirados en flores, que "una rosa es m¨¢s rosa habitada por las orugas".
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