Eufemiano vive sin luz ni agua en un contenedor
Un prejubilado al que la pensi¨®n no le alcanza instala su domicilio en un vag¨®n-mercanc¨ªa en una ladera de la sierra
Eufemiano de C¨¦spedes naci¨® en Aldea del Rey (Ciudad Real), pero ha vivido en Madrid desde su juventud. De pelo blanco y mirada triste, parece algo m¨¢s joven de lo que su documento de identidad indica, 63 a?os. Nunca ha fumado ni bebido. Viste un mono azul y se enfunda en dos pantalones. "Anda que no tengo yo fr¨ªo aqu¨ª pasado", dice. Hace un fr¨ªo que pela esta ma?ana de diciembre en Guadarrama. Por la noche ha nevado. El cierzo bate la ladera de Cenarrubio, llamada tambi¨¦n La Tejera. Eufemiano tiene all¨ª instalada desde hace seis meses su casa. Mejor dicho, su contenedor.
Vive desde junio dentro de un contenedor de Renfe numerado: es el 200001-2. "No puedo pagarme un alquiler porque lo que me ha quedado de pensi¨®n tras separarme no me llega", se lamenta. "Menos mal que ahora ya tengo ventanas y puerta, pero hasta hace dos meses entraba a mi casa, bueno, aqu¨ª, al contenedor", dice, "por esa puerta grande de los cerrojazos", se?ala.
Se sirve de sus conocimientos de calderer¨ªa para hacer ventanas y puertas en su vivienda
C¨¦spedes compr¨® el contenedor en Villaverde Alto el verano pasado. Le cost¨® algo menos de 300.000 pesetas. Luego pag¨® a un transportista por tra¨¦rselo en cami¨®n hasta una parcela de la ladera de Cenarrubio que hab¨ªa comprado en 1994, cuando a¨²n ten¨ªa posibles. "Hice dinero mientras trabaj¨¦ en Repsol", asegura con la mirada perdida en los picachos nevados de Cabeza de Hierro, frente al lugar donde mora. "Pero ahora soy pobre. S¨®lo me quedan de mi pensi¨®n 100.000 pesetas para comer y vivir, pese a haber cotizado a la Seguridad Social desde 1952, exactamente cincuenta a?os", dice. "Y hoy no puedo pagarme un alquiler digno. Cuando me separ¨¦, en febrero de 2001", explica, "la juez me oblig¨® a dar la mitad de mi pensi¨®n para un hijo menor, pese a que nuestros dos hijos tienen m¨¢s de treinta a?os; tampoco tuvo en cuenta que ella trabaja y yo ya estoy prejubilado", se lamenta. "No puedo vivir de otra forma m¨¢s que en esta guarida, as¨ª que me he fabricado esto y voy tirando".
El contenedor, de estructura met¨¢lica herm¨¦tica, tiene dos metros y medio de profundidad por algo m¨¢s de cinco metros de longitud y tres metros de altura. Pesa m¨¢s de tres toneladas. ?C¨®mo logr¨® izar los 3.000 kilos para calzarle esas cu?as de hormig¨®n? "Con un gato hidr¨¢ulico verde que tengo aqu¨ª, m¨ªrelo", y lo exhibe. El aparato, fabricado en Vizcaya, no mide m¨¢s de palmo y medio. "Poco a poco le iba dando y sub¨ªa", comenta. Eufemiano parece orgulloso de sus invenciones. "Fui calderero, y lo que aprend¨ª entonces me vale: he podido abrir en el contenedor dos ventanas con sus rejas y una puerta". Ha empleado para ello una radial -especie de pulidora-cortadora de piedra y de metales, a base de una rueda que gira velozmente-. "Fuerza no tengo, pero al menos el ingenio no me falta", dice con media sonrisa.
No ha tenido la misma suerte con sus manos que con las leyes. "Estas parcelas m¨ªas, que son tres, miden 78.000 metros cuadrados. Desde antes de adquirirlas en 1994, el Ayuntamiento de Guadarrama ocupaba esa nave de ah¨ª para almacenar la basura recogida en el pueblo", y se?ala una edificaci¨®n techada con uralita de muros de hormig¨®n. "Le ped¨ª que abandonara la parcela, pero desde hace ocho a?os ha deso¨ªdo mi demanda. S¨®lo le pido que deje mi propiedad, que es lo ¨²nico que tengo, por cuya ocupaci¨®n no percibo nada. Mientras, no me dejan edificar. Me niegan una acometida de agua y una toma de corriente el¨¦ctrica", dice compungido, y muestra la decisi¨®n de un pleno municipal de agosto de 2002 en la que le deniegan su demanda.
?C¨®mo se apa?a en las noches oscuras de la ladera de Cenarrubio? "Con este farol¨ªn amarillo, que es muy bueno". Ahora se halla enfrascado en forrar las dos estancias del interior del contenedor con tablas de madera brillante. "Acabo de comprar una chimenea a plazos, si no lo hac¨ªa iba directo al fallecimiento por fr¨ªo", destaca. Sobre el sof¨¢, el lomo brillante de una guitarra. "S¨ª, aqu¨ª compongo mis propias canciones de amor y canto", dice. Trae una grabadora y pone una cinta reci¨¦n registrada: "Ese nidito / que he construido / es para ti, / te lo regalo, / te lo mereces / pues nadie sabe lo que t¨² has hecho por m¨ª". ?Tiene novia? "No. De las mujeres ya lo s¨¦ casi todo. S¨®lo hago canciones cuando me deja mi trabajo por poner el contenedor al d¨ªa", reconoce. Lo ha pintado de blanco y del interior sale una chimenea con sombrerete. Bajo el suelo del vag¨®n de mercanc¨ªas transformado en vivienda y alzado sobre cu?as metidas a mano, un hueco empleado como fresquera guarda alimentos. "?Quiere?", ofrece.
Un campo infantil de concentraci¨®n
Eufemiano de C¨¦spedes no se considera un hombre afortunado. Naci¨® reci¨¦n terminada la guerra civil, el 4 de abril de 1939. Su padre, de igual nombre que el suyo, anarquista, hab¨ªa sido elegido por sus conciudadanos delegado gubernativo de Aldea del Rey durante la contienda, y ¨¦l, su esposa y sus cinco hijos pagaron un precio muy alto por mantenerse leales a la Rep¨²blica. "Dos hermanas m¨ªas peque?as murieron de hambre, s¨ª, de hambre", cuenta con una mueca de profunda tristeza. "Desde los dos hasta los 12 a?os viv¨ª con mi madre y mis hermanos en un campo de concentraci¨®n de Quart de Poblet, en Valencia", cuenta. "Era tal nuestra miseria que pocos m¨¦dicos se atrev¨ªan a meterse en el campo de concentraci¨®n a curarnos. Nadie nos atend¨ªa. He visto morir muchos ni?os a los que s¨®lo nosotros, los otros ni?os, cuid¨¢bamos", dice. "Con 12 a?os me metieron en un internado de frailes, que mostraron mucha crueldad. Algunos d¨ªas sal¨ªamos a pedir limosna para ellos. Un d¨ªa", explica, "me atrev¨ª a echar una carta cifrada a mi madre, en la que donde pon¨ªa una crucecita deb¨ªa intepretar lo contrario. Por ejemplo: "Comemos muy bien", eso significaba lo contrario. Y as¨ª todo. Bueno, pues me pillaron y me dieron una paliza terrible. Logr¨¦ salir de aquel infierno, eso s¨ª, completamente analfabeto. Luego estudi¨¦ unos meses con los salesianos y me vine a Madrid con mi hermano mayor. Comenc¨¦ a trabajar como aprendiz de calderero, estuve unos meses en Francia, trabajando en un taller, pero, no s¨¦ bien por qu¨¦, me volv¨ª. Mire usted por d¨®nde, lo que entonces aprend¨ª me ha servido ahora para tirar adelante".
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