U?as
SIN OTRA PROPIEDAD que su peque?a y tenebrosa estancia miserable, una joven deb¨ªa alquilarla cada noche a forasteros de paso sin demasiadas exigencias. Aun as¨ª, cuando ¨¦stos le reprochaban que ni siquiera hubiera una modesta mosquitera para cubrir el jerg¨®n, la pobre posadera les promet¨ªa que ella misma velar¨ªa su sue?o espantando con su abanico la amenaza de cualquier insecto. De esta manera, montada sobre sus muy gastadas sandalias masculinas de madera, la joven se pasaba las noches sin dormir vigilando el insidioso vuelo de los mosquitos, mientras aspiraba el incienso que hab¨ªa quemado con el mismo fin. Era entonces cuando recordaba su infancia y se acongojaba pensando que, reducida a tan extrema necesidad, jam¨¢s lograr¨ªa casarse con su prometido. Por eso, cuando, en cierta ocasi¨®n, un anciano posible inquilino, que tambi¨¦n se hab¨ªa quejado de que no hubiera mosquitera, dijo que volver¨ªa m¨¢s tarde, la joven, compungida, pens¨® que se iba en busca de un mejor albergue. No obstante, al cabo de unas horas, el viejo regres¨® con un paquete, que conten¨ªa una mosquitera blanca de lino, cuya belleza fascin¨® tanto a la at¨®nita posadera que pidi¨® permiso para dejar encendida la l¨¢mpara y as¨ª poder contemplar su transl¨²cida albura.
Un pesado sue?o, como ya no recordaba cu¨¢ndo antes lo hab¨ªa podido conciliar, frustr¨® el prop¨®sito est¨¦tico de la joven, que no se despert¨® sino horas despu¨¦s de que se hubiera marchado el generoso inquilino y s¨®lo porque fue despertada, muy avanzada la ma?ana, por su anhelado novio, el cual, no sin reparar en la majestuosa mosquitera que resplandec¨ªa en medio de la oscura estancia, como un hermoso fanal, le anunci¨® que se casar¨ªa con ella en una fecha pr¨®xima. Todav¨ªa aturdida y sin llegar a creerse la realidad de lo que estaba pasando, la joven vio c¨®mo su sonriente prometido descolgaba la mosquitera y le ped¨ªa que se sentara en medio de ella, porque as¨ª todo el mundo la ver¨ªa como una inmensa flor de loto blanca que resplandece en su radiante habitaci¨®n. Fue entonces cuando la joven, sintiendo la c¨¢lida dulzura del lino sobre su piel y evocando el blanco nupcial, observ¨® que las u?as de sus pies estaban demasiado largas y descuidadas, y, con alegre inocencia, empez¨® a cort¨¢rselas con esmero.
Este breve cuento, titulado Las u?as de la ma?ana, fue publicado, en 1926, por Yasunari Kawabata (1899-1972), y, junto con otros, escritos entre 1924 y 1963, form¨® parte de la recopilaci¨®n Tenohira no shosetsu, que cabe traducir como Relatos de la palma de la mano. Marie-Th¨¦r¨¨se Walter, esa hermosa adolescente que cautiv¨® al ya cincuent¨®n Picasso y con la que vivi¨® una de sus m¨¢s serenas y satisfactorias historias de amor, sol¨ªa cortarle las u?as al genio y luego las conservaba en una cajita como un preciado tesoro. El fetichismo es la alada m¨²sica con la que los amantes hablan sin necesidad de las palabras.
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