Argentina cumple un a?o en el abismo
El pa¨ªs se salv¨® del apocalipsis, sobrevive en la incertidumbre y sigue sin solucionar su principal problema, el pol¨ªtico
En abril pasado, el presidente argentino, Eduardo Duhalde, en un alarde de optimismo, pronosticaba para el 9 de julio "una gran fiesta para celebrar el fin de la recesi¨®n", que se arrastraba desde hac¨ªa tres a?os y medio. En el polo opuesto, analistas y gur¨²es econ¨®micos vaticinaban por aquellas fechas un futuro apocal¨ªptico: hiperinflaci¨®n, hundimiento de la moneda y empobrecimiento generalizado.
Ninguno de los dos diagn¨®sticos acert¨®. Un a?o despu¨¦s de los sucesos del 20 de diciembre de 2001, cuando algunos creyeron ver el comienzo de una revoluci¨®n, Argentina sobrevive en la incertidumbre. El pa¨ªs no se ha desplomado ni ha recuperado la ilusi¨®n. Se dir¨ªa que empieza a acostumbrarse a convivir con sobresaltos que no alteran un ¨¢pice el panorama.
Los pol¨ªticos y los partidos ofrecen la peor imagen de desuni¨®n y de guerras intestinas
Hace un a?o, el centro de Buenos Aires era un campo de batalla. Manifestantes y polic¨ªas se enfrentaban violentamente mientras el presidente Fernando de la R¨²a abandonaba la Casa Rosada en helic¨®ptero. Era la culminaci¨®n del desmoronamiento de un Gobierno acorralado. Una ola de saqueos, manifestaciones y protestas en todo el pa¨ªs presagiaba un estallido social imparable. Las fuerzas de seguridad, incapaces de mantener el orden, reprimieron a sangre y fuego con un saldo de 30 muertos, 500 heridos y 4.500 detenidos.
La congelaci¨®n de los dep¨®sitos bancarios de miles de ahorristas desat¨® la ira popular, frente a la cual De la R¨²a decret¨® el estado de sitio el 19 de diciembre. "La clase media urbana se moviliz¨® espont¨¢neamente y produjo un acto de desobediencia civil que acab¨® con la ca¨ªda del presidente", recuerda Carlos Chacho ?lvarez, el vicepresidente dimitido un a?o antes en la primera crisis del Gobierno de la Alianza, a ra¨ªz del esc¨¢ndalo de los sobornos en el Senado.
Entre el 20 de diciembre y el 2 de enero de 2002 los argentinos vivieron 10 d¨ªas vertiginosos: cinco presidentes, anuncio de la suspensi¨®n de pagos de la deuda y devaluaci¨®n del peso, que enterr¨® la paridad con el d¨®lar tras 10 a?os de vigencia.
Por un momento pareci¨® que la ciudadan¨ªa estaba dispuesta a pasar a la acci¨®n. "?Que se vayan todos!", fue el grito que reson¨® por toda Argentina. Y todos eran los pol¨ªticos, los jueces y los representantes de un poder considerado a?ejo y corrupto. Organizaciones populares, como las asambleas barriales, surgieron espont¨¢neamente para cambiar el orden social.
"Los argentinos somos muy exagerados. Hubo una visi¨®n desmesurada de lo que signific¨® aquella eclosi¨®n social", opina ?lvarez. "Creer que iba a surgir autom¨¢ticamente una opci¨®n pol¨ªtica es totalmente err¨®neo. Aqu¨ª fracas¨® una clase dirigente, empresarial, pol¨ªtica, sindical, en una sociedad atravesada por comportamientos que muestran un enorme desapego a las normas. La gente tiene dinero afuera no declarado, no paga impuestos, los dirigentes sindicales est¨¢n hace 30 a?os en su cargo. Es un fracaso colectivo, pero m¨¢s responsabilidad tenemos los que dijimos a la gente que ¨ªbamos a resolver la situaci¨®n", afirma ?lvarez.
El periodista Joaqu¨ªn Morales Sol¨¢ mira hacia atr¨¢s y se?ala: "Objetivamente, la sociedad argentina est¨¢ peor que hace un a?o. El trabajador ha perdido un 50% de su capacidad adquisitiva por la ca¨ªda del salario real, ha aumentado la pobreza y el peso vale menos". Al mismo tiempo, los argentinos han demostrado que pueden aguantar mucho m¨¢s de lo esperado, hasta tal punto que el ruido de las cacerolas y las acciones de los piqueteros (organizaciones de parados) se han diluido con el paso de los meses.
El psiquiatra Dar¨ªo Lagos cree que hay motivos para la esperanza tras los acontecimientos de hace un a?o: "Algo cambi¨®, porque a la gente se le abri¨® m¨¢s el coraz¨®n". Menciona el movimiento asambleario, la recuperaci¨®n de f¨¢bricas abandonadas por sus due?os y la apertura de nuevos canales solidarios profundos en el interior del pa¨ªs: "Las ollas populares sustituyen en ocasiones la comida que no llega del Gobierno, el peque?o bolichero [tendero] es el que da fiado y aporta un kilo de arroz, m¨¢s all¨¢ de las maniobras de los dirigentes pol¨ªticos".
En el terreno econ¨®mico, el Gobierno del presidente Eduardo Duhalde, quien no fue elegido en las urnas, sino designado por el Congreso, dibuja un cuadro de cifras optimistas. El ministro de Econom¨ªa, Roberto Lavagna, anunci¨® hace poco el fin de la recesi¨®n. Apoyado en datos del Instituto Nacional de Estad¨ªstica y Censo (Indec), asegur¨® que por primera vez en 27 meses los datos de producci¨®n industrial de noviembre mostraron una tasa interanual positiva. Tambi¨¦n habl¨® de un descenso del paro y de un aumento de la poblaci¨®n econ¨®micamente activa. El 27 de diciembre el Gobierno difundir¨¢ los datos oficiales sobre empleo. La ¨²ltima medici¨®n del paro, de mayo, alcanz¨® el m¨¢ximo hist¨®rico del 21,5%.
El economista Roberto H. Cachanovsky desmitifica los supuestos avances logrados por Duhalde, a quien acusa de dejarle a su sucesor una pesada carga: un impuesto inflacionario, impuestos a las exportaciones y suspensi¨®n de pagos de la deuda. "Le est¨¢ dejando al pr¨®ximo Gobierno una estructura tributaria terror¨ªfica, el 21% de desocupaci¨®n, m¨¢s del 50% de la poblaci¨®n por debajo de la l¨ªnea de pobreza y un aumento alarmante de la indigencia".
Se ha evitado una subida mete¨®rica del d¨®lar, pero ?a qu¨¦ precio? "El d¨®lar no se ha disparado, en contra de lo que pronosticaban algunos, no porque la gente conf¨ªa en el peso, sino porque el Gobierno ha implantado controles de cambio, que proh¨ªben a las empresas girar fondos al exterior y ha obligado a los exportadores a vender sus divisas a una tasa de inter¨¦s muy alta", dice Cachanovsky. Argentina, desde que se cre¨® el Banco Central en 1935, ha destruido cuatro signos monetarios, desde el peso moneda nacional al peso actual, que equivale a 10 billones de pesos, moneda nacional. "Con procesos inflacionarios tan agudos, la gente no conf¨ªa en la moneda que emite el Gobierno, porque detr¨¢s de la moneda est¨¢ el prestigio de la dirigencia pol¨ªtica".
El a?o 2002 ha estado marcado por el culebr¨®n de la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Una y mil veces todo parec¨ªa listo para la r¨²brica, pero en el ¨²ltimo momento algo fall¨®. Y as¨ª, con el anuncio permanente de la firma del acuerdo, Argentina ha sobrevivido sin ¨¦l. Para muchos observadores, como Cachanovsky, el obst¨¢culo principal est¨¢ en la incertidumbre pol¨ªtica y la falta de garant¨ªas de continuidad jur¨ªdica, seg¨²n gane uno u otro en las pr¨®ximas elecciones presidenciales.
En un punto coinciden todas las fuentes consultadas: el problema argentino es pol¨ªtico. La reforma del Estado es una asignatura pendiente. No ha cambiado el sistema de coparticipaci¨®n federal, ni el sistema tributario. La consigna "?que se vayan todos!" se ha traducido en la pr¨¢ctica en que se quedaron todos. Dirigentes pol¨ªticos como el ex presidente Carlos Menem, que hace menos de un a?o no pod¨ªa salir a la calle sin riesgo de ser insultado o agredido, pisa con pie firme el acelerador para volver a la Casa Rosada. En los sondeos para las presidenciales del 27 de abril no queda en mal lugar y, lo que es m¨¢s importante, crece la opini¨®n de que hay un porcentaje de intenci¨®n de voto oculto a favor del presidente que gobern¨® Argentina en la d¨¦cada de los noventa.
Los pol¨ªticos y los partidos ofrecen la peor imagen de desuni¨®n y de guerras intestinas. El Partido Justicialista (peronista) est¨¢ m¨¢s dividido que nunca, con una guerra frontal entre Menem y Duhalde. La Uni¨®n C¨ªvica Radical (UCR) ha protagonizado estos d¨ªas un espect¨¢culo bochornoso en las elecciones primarias para escoger al candidato presidencial, en el que Rodolfo Terragno acusa a Leopoldo Moreau de manipular los resultados. Hasta la peque?a formaci¨®n de izquierda Autodeterminaci¨®n y Libertad, que dirige el diputado Luis Zamora, se halla inmersa en una guerra interna.
"?sta es una crisis de legitimidad generalizada de la clase dirigente, y en particular de la clase pol¨ªtica", concluye Dami¨¢n Fern¨¢ndez Pedemonte, vicedecano de la Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n de la Universidad Austral.
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