El tigre de Raynald
Ha sido un fen¨®meno asombroso: al gato de Raynald Denoueix le han salido rayas y de pronto se ha vuelto tigre.
Se trata de un felino de nombre compuesto, Real Sociedad, y tiene algunos de los rasgos que distinguen a su parentela. A saber, se apoya en un cuerpo el¨¢stico, disfruta de una vista privilegiada y, como corresponde a un cazador fulminante, maneja unas largas u?as retr¨¢ctiles. Sin embargo, no lo reconocemos tanto por su aspecto como por su tenacidad: antes de armarse de valor sabe armarse de paciencia.
No es f¨¢cil explicar la transformaci¨®n. Hace s¨®lo cuatro meses ten¨ªa un inconfundible aire de gato escaldado. Era, en efecto, un animal huidizo; un ser de mirada baja y h¨¢bitos crepusculares al que sucesivos escarmientos hab¨ªan llevado hasta los l¨ªmites de la supervivencia. Parec¨ªa resignado a su terco destino de perdedor; despu¨¦s de varios cambios de entrenador y de una larga lista de fichajes exc¨¦ntricos, hab¨ªa agotado todas las medidas de urgencia. Salvo un imprevisible golpe de suerte, pasar¨ªa por los callejones del campeonato como alma que lleva el diablo y antes de escapar volver¨ªa a dejarse los pelos en la gatera.
Durante las largas temporadas de angustia recordamos los a?os en que el equipo estaba fabricado en el mejor acero y se mov¨ªa, pieza sobre pieza, como una m¨¢quina de precisi¨®n. Luis Arconada era el cerrojo, Perico Alonso el fuelle, Jes¨²s Mari Zamora la transmisi¨®n y Roberto L¨®pez Ufarte el fluido el¨¦ctrico. Si nos aten¨ªamos a los estilos, aquellos muchachos incomparables, pero compatibles, eran una cuadrilla heterog¨¦nea. Compon¨ªan una especie de tribu autom¨¢tica en la que cada cual, por ser como era, a?ad¨ªa a la colectividad una chispa de genio. La ecuaci¨®n era siempre la misma, tres llegadas limpias al ¨¢rea igual a dos goles, y su aventura s¨®lo pod¨ªa tener un final: dos temporadas, dos Ligas.
El tigre de Raynald es una fiera distinta. Si la de L¨®pez Ufarte entend¨ªa el contraataque como un deslumbrante ejercicio de orfebrer¨ªa, ¨¦sta avanza y se repliega con arreglo a una estricta l¨®gica de la utilidad. Todos sus movimientos, los de cada l¨ªnea o los de cada hombre, ll¨¢mese Alonso, De Pedro, Nihat, Karpin o Kovacevic, forman parte de un plan. Aunque en la nueva Real nadie se permita otra licencia que la de multiplicar el esfuerzo convenido, nadie corre por correr: nadie da un paso si no es para conseguir algo.
No sabemos cu¨¢nta cuerda tiene este tigre de cobalto. Es un hecho que la Liga le debe ya el encanto de la sorpresa y la reconfortante sensaci¨®n de que en este juego la confianza es un valor que sobrepasa la calidad. Nunca pareci¨® tan divino un factor tan humano.
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