La identidad analg¨¦sica
Como se?ala con acierto Clifford Geertz, de entre todos los muchos cambios que se han producido en los ¨²ltimos a?os, el cambio m¨¢s decisivo es la rampante ruptura del mundo a la que, repentina e inopinadamente, nos enfrentamos. De pronto, nos hemos descubierto habitando un mundo postradicional, en el que ni los valores ni las instituciones que nos serv¨ªan como anclaje personal y social nos sirven ahora. Las fuentes del yo en las sociedades capitalistas contempor¨¢neas han sido la naci¨®n y el trabajo. La pregunta por la identidad se ha resuelto hist¨®ricamente gracias al valor de uso de una ciudadan¨ªa articulada sobre dos fundamentos relacionados entre s¨ª: la pertenencia a una comunidad nacional y la inserci¨®n en una sociedad de productores-consumidores. Pero, en un mundo de expectativas nacionales crecientes, con identidades colectivas en conflicto (?cu¨¢l es mi pertenencia?); en un mundo de imparable flexibilizaci¨®n/precarizaci¨®n de los empleos, donde la vocaci¨®n y la profesi¨®n se ven sometidas a la l¨®gica de la racionalidad instrumental (?para qu¨¦ sirve?), ?c¨®mo construir una identidad minimamente estable?
Una vez perdido (?definitivamente?) el hilo de Ariadna de la tradici¨®n que nos conectaba firmemente con lo valioso del pasado, esta fragilizaci¨®n de las reservas de sentido colectivas ha hecho que todas las definiciones queden ahora en manos de los individuos, responsables ¨²ltimos de la elaboraci¨®n artesanal de sus propias biograf¨ªas. La construcci¨®n de las identidades empieza a ser un asunto que exige habilidades de bricoleur. Pero este nuevo proceso de individualizaci¨®n no se experimenta por los individuos como una decisi¨®n libre y, por lo mismo, liberadora, sino como una pesada carga no exenta de riesgos. La elecci¨®n deja de ser una cuesti¨®n de libre voluntad para convertirse en una necesidad, de manera que resulta imposible sustraerse a la necesidad de elegir. Ser responsable de la propia biograf¨ªa es, tambi¨¦n, ser el ¨²nico responsable de sus fracasos. El bricolage identitario puede dar lugar a sorprendentes, hermosos y duraderos productos artesanos tanto como a espantosas y fr¨¢giles chapuzas. Encontrar un lugar en el mundo se vuelve una tarea incierta. En las nuevas sociedades de riesgo nada m¨¢s arriesgado que jugar el juego de la autoconstrucci¨®n de la identidad en condiciones de mercado.
Hay quienes se adaptan bien a un escenario en el que conviven m¨²ltiples interpretaciones del mundo: son los turistas, paradigma del individuo posmoderno liberado de toda vinculaci¨®n y de todo compromiso. Pero, ?y la mayor¨ªa de la humanidad? Para la mayor¨ªa, la vivencia de la pluralidad cultural se convierte en experiencia del exilio, constitutiva de la existencia moderna. ?ste es el caldo de cultivo para el desarrollo de los movimientos identitarios m¨¢s fundamentalistas. Como se?ala Bauman, el comunitarismo es casi una tendencia "natural" entre los pobres y los d¨¦biles. De ah¨ª la defensa, muchas veces feroz, de un territorio culturalmente homog¨¦neo, puro, a salvo de la contaminaci¨®n de lo extra?o. La afirmaci¨®n identitaria muestra todo su valor de uso en situaciones de crisis individual o social. La identidad cumple -ah¨ª estriba su valor de uso- una funci¨®n analg¨¦sica: nos protege (o, cuando menos, nos promete protecci¨®n) de los dolores que provienen del desgarramiento del seguro, aunque no siempre confortable ni mucho menos libre, mundo tradicional. Su mejor caldo de cultivo es, por ello, el miedo. Y de entre todos los miedos, el miedo a dejar de ser, a perder la identidad. Pero hay un gran riesgo en aventar los miedos identitarios. El miedo a perder la identidad nos aboca a competir en juegos de suma cero, en los que cualquier ganancia de uno de los contendientes supone p¨¦rdida para el otro, tornando imposible cualquier negociaci¨®n.
El analg¨¦sico de la identidad comunitaria es siempre origen de nuevos y mayores dolores. As¨ª es. Pero el efecto perverso de esta falsa medicina no debe llevarnos a olvidar que hay dolores, social y pol¨ªticamente inducidos, que generan una amplia demanda de tal analg¨¦sico.
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