Angelismo ingenuo y exorcismo diab¨®lico
El primer Consejo de Ministros del a?o aprob¨® el pasado viernes una cu¨¢druple reforma (del C¨®digo Penal, la Ley Penitenciaria, la Ley de Enjuiciamiento Criminal y la Ley del Poder Judicial) para elevar las penas de los delitos terroristas y endurecer su tratamiento carcelario. Dos d¨ªas m¨¢s tarde, Aznar anunciaba -en una descort¨¦s rueda de prensa informal con ocasi¨®n de la Pascua Militar- que utilizar¨ªa la mayor¨ªa absoluta del Gobierno en ambas C¨¢maras para aprobar ese proyecto "aunque no haya consenso". Tras la reuni¨®n celebrada ayer por el Comit¨¦ Ejecutivo del PP, su secretario general ratific¨® (?ning¨²n asesor de imagen le aconsejar¨¢ a Javier Arenas que mire a los ojos de la gente cuando habla?) la displicente voluntad de los populares de hacer de su capa un sayo en las Cortes Generales. De esta manera, el Gobierno consuma la ruptura unilateral del Acuerdo contra el Terrorismo solemnemente firmado con el PSOE en diciembre de 2000: el punto 5 del texto compromete a ambos partidos a impulsar "en el marco del mutuo acuerdo" las eventuales reformas legales sobre la materia, incluida la pol¨ªtica penitenciaria.
No es la primera vez que el PP emprende un obsceno aprovechamiento electoralista de la lucha antiterrorista por la v¨ªa de introducir en la agenda legislativa una pol¨ªtica de hechos consumados con el objetivo de que el PSOE se vea forzado a elegir entre la aceptaci¨®n de las medidas propuestas (una confesi¨®n impl¨ªcita de impotencia pol¨ªtica) y el rechazo de sus t¨¦rminos (se?al de falta de firmeza ante ETA o de sospechosas connivencias): as¨ª ocurri¨® inicialmente con el borrador de la Ley de Partidos, aunque el Gobierno finalmente rectificase. El oportunismo de vuelo corto de Aznar ha prevalecido de nuevo sobre las responsabilidades que le incumben como presidente del Gobierno: la pasmosa desfachatez del Ejecutivo, que ha roto a la vez sin excusa alguna el Acuerdo contra el Terrorismo y el Pacto por la Justicia, prueba que sus invitaciones a la oposici¨®n para consensuar cuestiones de Estado (el ocultamiento c¨®mplice de las negligencias cometidas por la Administraci¨®n durante el naufragio del Prestige tambi¨¦n es incluido abusivamente en ese rengl¨®n) constituyen los preparativos ret¨®ricos para una posterior estafa. El conejo de la reforma penal, procesal y penitenciaria sacado de la chistera por Aznar (mientras una voz en off dice "esto lo arreglo yo en dos patadas") no pretende s¨®lo distraer al p¨²blico de la marea negra: es igualmente un adelanto de la campa?a planificada por el PP para los comicios municipales y auton¨®micos del 25 de mayo.
Como toda buena decisi¨®n demag¨®gica, la estratagema electoralista puesta en marcha por Aznar con su proyectada reforma antiterrorista moviliza emociones veraces y sentimientos respetables s¨®lo para conducirlas arteramente hacia el molino del PP. Los vendedores de la p¨®cima m¨¢gica capaz de suprimir de un d¨ªa para otro la amenaza de ETA confunden a la opini¨®n p¨²blica mediante la manipulaci¨®n de la complejidad t¨¦cnico-jur¨ªdica y los ¨¢mbitos temporales de la normativa aplicable. Dejando a un lado que la ampliaci¨®n a 40 a?os del cumplimiento ¨ªntegro de las condenas sin reinserci¨®n posible tenga el car¨¢cter de las penas inhumanas o degradantes que la Constituci¨®n prohibe, el principio de irretroactividad alejar¨¢ -como m¨ªnimo- hasta el a?o 2033 la visibilidad de la medida; mientras tanto, la duraci¨®n m¨¢xima de las penas estar¨¢ regida seg¨²n los casos por los C¨®digos de 1973 (30 a?os salvo redenci¨®n por el trabajo) o de 1995 (de 20 a 30 a?os).
No menos fraudulenta resulta la maliciosa explotaci¨®n por los portavoces del PP de las consecuencias indeseadas y de los efectos imprevistos de la pol¨ªtica de reinserci¨®n, una estrategia gracias a la cual un Gobierno de UCD -siendo ministro Ros¨®n- logr¨® la disoluci¨®n de ETA pol¨ªtico-militar. Sin duda, una visi¨®n ingenuamente angelista de la reinserci¨®n puede fomentar la indebida concesion del tercer grado o de la libertad condicional a los terroristas. No parece, sin embargo, que la mejor forma de evitar ese riesgo sea someter tales beneficios al ritual de la delaci¨®n oficiado por Aznar como exorcista del diablo.
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