Mujeres coraje en Cangas do Morrazo
Esposas y compa?eras de marineros de las R¨ªas Baixas dan ejemplo de combatividad en la lucha contra la marea negra
Son las m¨¢s combativas de las R¨ªas Baixas. Las mujeres de Cangas do Morrazo ma?anean en la lonja donde antes del 13 de noviembre hab¨ªa subasta diaria y olor a pescado. Los hombres van y vienen sin tarea; la pesca est¨¢ vedada. Sentadas en sillas de tijera hacen corro. Se hallan en alerta por si el fuel que navega por el Atl¨¢ntico gira hacia tierra empujado por el viento. Est¨¢n en alerta y recuerdan encorajinadas el 4 de diciembre, el d¨ªa en que marineras y marineros cogieron el chapapote con sus manos.
Eva Cordeiro, 29 a?os, es mujer de mar. Trabaja en una planeadora; pesca n¨¦cora, erizo y pulpo, sobre todo. "Esa ma?ana sal¨ª a las siete y media. Navegamos hacia las C¨ªes en un barquito de cinco metros y medio; pasamos entre las dos islas por lo que llamamos la puerta y empezamos a recoger petr¨®leo con las manos, lo ¨²nico que ten¨ªamos. Todos los barcos de Cangas estaban all¨ª. Algunos hombres se desmayaban, m¨¢s por estar encorvados demasiado tiempo que por el olor".
A Mila Bast¨®n, esposa y madre de percebeiros, se le humedece la mirada. "El d¨ªa 3 fabricamos barreras. Muchos partieron de noche y regresaron a las siete de la tarde. Estamos indignadas por las mentiras de la Xunta. Ellos iban en helic¨®ptero y nos dec¨ªan que no hab¨ªa manchas, y despu¨¦s nuestros barcos las avistaban a una milla". A su vera, Marisa Paz, marinera y mujer de marinero, dice: "Y siguen mintiendo: ahora aseguran que no hay manchas. ?C¨®mo no las va a haber si el barco sigue vertiendo!".
"Nos organizamos a ciegas, pues no sab¨ªamos lo que ven¨ªa; es como una guerra, salieron en busca de la bestia para luchar", interviene Agustina Soto. En tierra nos dispusimos a preparar bocadillos y a limpiar a los marineros y sus apeos en cada regreso. "Una cadena humana", recuerda Roc¨ªo Gonz¨¢lez. "Nos coloc¨¢bamos junto al muelle..." Mila interrumpe: "Les esper¨¢bamos con unas tijeras en la mano para cortarles los trajes manchados y las cintas adhesivas en las mu?ecas. Tuvimos que tirar sus ropas al contenedor". "Despu¨¦s", insiste Marisa, "les met¨ªamos en unos barre?os y les lav¨¢bamos las botas con fueloil". A Mila le brota una sonrisa p¨ªcara. "Tras las botas, el maquillaje: limpi¨¢bamos su cara y su cuerpo con un trapo en fueloil; algunos se quejaban y dec¨ªan que escoc¨ªa. Pese a todo, no te quiero contar c¨®mo tengo a¨²n las alfombras de casa manchadas de chapapote". "Ese d¨ªa vi llorar de rabia a muchos hombres", asegura Eva.
En el puerto de Cangas quedan apeos manchados de fuel y barcos chorreteados de negrura. "No habr¨¢ ayudas para limpiarlos", afirma Mila. "Aqu¨ª vinieron inspectores de la Xunta, levantaron actas e hicieron fotos, y despu¨¦s nada". "Tuvimos suerte de que las islas pararan la mancha y de que el mar decidiera no meterla en la r¨ªa", dice Eva. "Portugal no dio una lecci¨®n", afirma Mila. "Ten¨ªan medios y datos. Nosotros est¨¢bamos a tientas; parec¨ªamos tercermundistas; bueno, los galleguitos siempre nos hemos sentido as¨ª", a?ade. "Y esto no ha acabado: el barco sigue all¨ª, y todo lo que suelte llegar¨¢ a tierra", asegura Marisa.
"El 5 de diciembre fue peor que el 4. Hubo m¨¢s trabajo y la gente estaba agotada. Estuvimos siete d¨ªas peleando solos y aqu¨ª no apareci¨® nadie excepto los voluntarios. Es mejor que Aznar no venga; le tirar¨ªamos al mar o le meter¨ªamos en un saco de chapapote", dice una mujer.
"Hasta el s¨¦ptimo d¨ªa, nadie llev¨® una mascarilla en condiciones ni ropa adecuada. Ante una tragedia como esta es muy dif¨ªcil estar preparado; mira los franceses ahora", dice Marisa. "Pero los franceses tienen m¨¢quinas", replica Mila. "A nosotros nos obligan a llevar un mont¨®n de cosas en el barco, pero a los petroleros les deb¨ªan obligar llevar barreras anticontaminaci¨®n", apunta Eva. "Lo peor que es que han pasado casi dos meses y estamos como al principio, solos y sin medios", exclama Mila.
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