Ret¨®rica de las Patrias o Pol¨ªtica de las Cosas
El alcalde Joan Clos ha hecho bingo, o eso parece. Su propuesta de una nueva frontera para la vivienda en Barcelona ha concitado la atenci¨®n de todos los sectores interesados. Est¨¢ ya, a las 24 horas de formularse, y por derecho propio, encima de la mesa. Es decir, sujeta a la espera de los imprescindibles detalles para su aplicaci¨®n, al an¨¢lisis de sus efectos indirectos, a la concreci¨®n de sus condiciones de viabilidad.
Si acaso, un pero, la coyuntura preelectoral en que se formula. La promesa de construir cerca de 100.000 viviendas ?no ser¨¢ acaso un vulgar anzuelo de votos cr¨¦dulos? Hay un m¨¦todo para resolver el dilema entre la sana ingenuidad y el insoslayable escepticismo. Consiste en otorgar el beneficio de la duda a las promesas de los hombres/mujeres p¨²blicos y someterlas enseguida a la doble prueba de los expertos y de la realidad.
Si las viviendas de Barcelona apenas pueden ya crecer hacia arriba ni hacia la periferia, que crezcan hacia adentro
?se es el ¨²nico cedazo laico -o sea, no ideol¨®gicamente sectario-, independiente -de las propias simpat¨ªas, base de la independencia m¨¢xima, la que se establece respecto de uno mismo- y objetivo, es decir, contrastable. La floraci¨®n de peque?as utop¨ªas durante una etapa previa a unos comicios no es necesariamente nefasta. Sobre todo si se refieren a la Pol¨ªtica de las Cosas, y no a la de los Sue?os. Menos elucubraciones de Patrias abstractas con may¨²sculas y m¨¢s mecanismos concretos para organizar las peque?as patrias del techo, el hospital o la guarder¨ªa.
Muchos cre¨ªmos en la solidez de las rebajas fiscales a la vivienda de los j¨®venes incluidas en el presupuesto de la Generalitat, y en que prefiguraban una pol¨ªtica de vivienda de nuevo cu?o. Y as¨ª la recibimos... hasta descubrir que la reducci¨®n fiscal segmentada implicaba un aumento generalizado de impuestos. Pero sin el acto de fe original en la credibilidad del poder auton¨®mico ejercido democr¨¢ticamente, el valor moral del escepticismo tras la prueba del nueve habr¨ªa sido cero.
Encajonada entre dos r¨ªos, dos monta?as y un mar, Barcelona ha utilizado escasas f¨®rmulas para crear vivienda, que recordemos las generaciones en activo. Durante el porciolismo, fue el barraquismo vertical, a?adiendo pisos que arruinaban los edificios modernistas del Eixample y construyendo bloques de aluminosis en los barrios perif¨¦ricos desurbanizados. La democracia catapult¨® la conquista del mar y sus territorios adyacentes, como el de la Villa Ol¨ªmpica o Diagonal/Mar, y la rehabilitaci¨®n de fachadas, de interiores y de las ef¨ªmeras cajas de cerillas del franquismo.
La propuesta de Clos resulta sugerente. Si los techos de Barcelona apenas pueden ya crecer hacia arriba y hacia el l¨ªmite exterior de su per¨ªmetro, que crezcan hacia adentro, construyendo o reconstruyendo pisos de menor dimensi¨®n. Algo que enlaza con la oportunidad de la demanda emergente, que exige menos metros, al comp¨¢s de la evoluci¨®n sociol¨®gica de la familia numerosa hacia la monoparental.
La propuesta viene tambi¨¦n al encuentro de algunas preocupaciones familiares. La duplicaci¨®n del valor de cambio de los pisos en el ¨²ltimo quinquenio apenas a?ade ventaja alguna a sus propietarios, para quienes su h¨¢bitat exhibe sobre todo un valor de uso. La creaci¨®n de decenas de miles de nuevas viviendas, en cambio, abre expectativas para sus hijos, las generaciones j¨®venes: si el mercado funciona, si se controlan los excesos de los oligopolios de la construcci¨®n y de la intermediaci¨®n, no s¨®lo deber¨ªa haber m¨¢s pisos disponibles, sino tambi¨¦n a precios no astron¨®micamente crecientes.
Por supuesto que para aspirar con fundamento a todo ello habr¨¢ que examinar con lupa la letra peque?a del plan.
Habr¨¢ que explorar la posibilidad de un pacto entre todos los agentes implicados. Y habr¨¢ que vigilar la capacidad de la propuesta municipal para generar acciones complementarias que son competencia de otras administraciones, como la exang¨¹e inversi¨®n en vivienda protegida o una fiscalidad que discrimine positivamente, m¨¢s de lo previsto ayer, el alquiler (y por tanto, la movilidad sociolaboral geogr¨¢fica) para reequilibrar, al menos, las facilidades a la compra.
Ni siquiera ah¨ª se agota el reto. La multiplicaci¨®n de viviendas por divisi¨®n que propugna Clos puede acarrear contraindicaciones. As¨ª, la mayor densificaci¨®n exigir¨¢ acciones complementarias de esponjamiento medioambiental (?acelerar la recuperaci¨®n de los interiores verdes de manzana en la Barcelona central?), de regulaci¨®n del tr¨¢fico, de reforzamiento del transporte p¨²blico. Y la estrechez de espacio en los nuevos pisos deber¨ªa compensarse abriendo paso a nuevos servicios comunes (como salas de m¨¢quinas climatizadoras, de lavado y secado, etc¨¦tera) que fomentasen una nueva sociabilidad, una nueva manera de vivir, a horcajadas entre lo solitario y lo solidario.
Ya era hora de que alguien, aunque sea espoleado por la cercan¨ªa de las urnas, propusiera elementos de una actualizada estrategia para la vivienda. No son todos a¨²n, pero todos, candidatos, programas partidistas y administraciones de distinto signo, deber¨ªan desencadenar otras propuestas para una pol¨ªtica articulada. No puede ser que hablemos de pol¨ªtica de familia y a una familia le cueste el techo m¨¢s del 60% de sus ingresos. Que propugnemos la movilidad geogr¨¢fica y atemos a la gente a las ra¨ªces de su totxo hipotecado. O que nos llenemos la boca de respeto al medio ambiente, mientras Catalu?a es probablemente la regi¨®n europea con mayor densidad de segundas residencias... en su mayor parte subutilizadas.
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