Pero, bueno, ?otro escritor medi¨¢tico?
"Los hombres somos transparentes para las mujeres, pero las mujeres son opacas para los hombres". Esto lo llega a decir un escritor catal¨¢n y lo matan. Pero el autor de la bella met¨¢fora es Jos¨¦ Saramago. La pronuncia el jueves en una charla con Julia Otero en el CCCB sobre su ¨²ltimo libro (El hombre duplicado, Alfaguara; L'home duplicat, Edicions 62). Voy al acto porque me sorprende que sea Otero la encargada de presentarle. Recuerden que Saramago ha sido deificado y enaltecido por nuestros escritores, a la vez que cr¨ªticos, m¨¢s puros y minoritarios. Los puros y minoritarios no enaltecen a cualquier Nobel, a no ser que sea tambi¨¦n puro y minoritario. Saramago, s¨®lo les digo esto, fue presentado en Girona, hace un par de a?os, por el cr¨ªtico y narrador Vicen? Pag¨¨s. ?Qu¨¦ ha sucedido para que hayamos pasado de Pag¨¨s a Otero? ?Significa esto que hasta Saramago est¨¢ en el otro bando?
Saramago dice: "Las mujeres hab¨¦is recibido este mensaje: el hombre es un tonto, ?pero no lo digas nunca!"
Me siento junto a Bernat Puigtobella, el editor de Emp¨²ries, que, con el bol¨ªgrafo en la mano, aprovecha que el acto no ha empezado para corregir un fragmento del nuevo libro de Pau Vidal. A las 21.10, Otero se arranca con una an¨¦cdota sobre la primera vez que entrevist¨® al autor. Pronuncia su nombre con la dura jota ¨¢rabe, como si Jos¨¦ fuese castellano y no portugu¨¦s. Luego le pregunta si la novela es divertida como han dicho en los peri¨®dicos, porque a ella no se lo parece. Les juro que, no s¨¦ muy bien c¨®mo, Saramago contesta que a su protagonista le ocurre lo del payaso que no tiene m¨¢s remedio que hacer re¨ªr a la gente, aunque est¨¦ triste por dentro. Esto lo llega a decir Ferm¨ª Fern¨¢ndez y lo matan. A continuaci¨®n, nuestra comunicadora dice una de esas frases que tan famosa la han hecho: "?Me deja, se?or Saramago, que establezca un puente de complicidad con las mujeres?". Saramago la deja. "Pues", prosigue, "las mujeres descubrir¨¢n que el protagonista del libro se comporta in-su-fri-ble-men-te igual que muchos hombres que hemos conocido". Como ven, Otero se comporta insufriblemente igual que muchas mujeres que hemos conocido. Bas¨¢ndose -supongo- en su experiencia con el sexo masculino, generaliza. Si ustedes quieren ser igual de modernos, recuerden: s¨®lo pueden generalizar con los hombres. No se les ocurra generalizar con otros colectivos de curr¨ªculo manchado (como los alemanes de raza aria, la polic¨ªa o los heterosexuales) porque quedar¨¢n como unos simples. Pero vean lo que nos revela Saramago. "Las mujeres hab¨¦is recibido este mensaje: el hombre es un tonto, ?pero no lo digas nunca!". Todas nos re¨ªmos encantadas y decidimos comprarnos el libro. "Se?or Saramago", observa Otero entonces, "nadie ha hecho hincapi¨¦ en que ¨¦sta es una novela feminista. Y lo m¨¢s tr¨¢gico es que la forma de venganza que tienen los dos personajes es matar al otro acost¨¢ndose con su mujer". Saramago replica: "No es tr¨¢gico". Otero contrarreplica: "Yo creo que s¨ª es tr¨¢gico". Saramago recontrarreplica: "Me est¨¢ manipulando. Me est¨¢ diciendo lo que es tr¨¢gico". Y a continuaci¨®n, por si acaso, a?ade que la novela no es un panfleto feminista. Otero dice: "Bien". Porque Otero siempre dice "bien". Por ejemplo: "Bien. Dejemos el tema. Ese narrador ir¨®nico...". Aqu¨ª se interrumpe para exclamar: "Acotaci¨®n". Y acota: "Un narrador un poco... ?indolente?". Saramago niega. "No. Ha escrito 400 p¨¢ginas, no es indolente: es que se toma su tiempo para narrar". La periodista, con su opacidad, no est¨¢ de acuerdo: "Pues a m¨ª me ha parecido indolente". El estilo de Otero con Saramago recuerda mucho el estilo de Mercedes Mil¨¤ con el concursante ganador de Gran Hermano, que, a la misma hora, le tira los tejos en la televisi¨®n. Ahora te ri?o; ahora me r¨ªo, comprensiva; ahora demuestro mi progres¨ªa; ahora me hago la c¨®mplice; ahora, la humilde; ahora, como Antonio Gala, hablar¨¦ de m¨ª; ahora me pongo en contra de t¨ª;, ahora hablo bien de tu mujer, que es tan inteligente. Despu¨¦s de las preguntas de rigor sobre la novela, Otero, "como persona que trabaja en la comunicaci¨®n", le pide al autor "un diagn¨®stico de la prisa". Esta pregunta la hace Pedro Ruiz y lo matamos. Saramago explica que no tiene ambici¨®n, que de peque?o iba descalzo, que sus abuelos eran muy pobres y que lo peor que nos puede ocurrir no es la muerte, sino el olvido. Como la cosa va bien, la comunicadora a?ade: "Tambi¨¦n quiero preguntarle por unas cuestiones de la realidad social". Y le pregunta por Lula y por Galicia. El escritor nos recuerda los millones de personas que mueren en ?frica y se sorprende de que no nos indignemos. "Pero, en cambio", susurra Otero, "nos indignamos por lo de Figo. Eso es lo que nos indigna a los que comemos tres veces al d¨ªa". Hombre. Yo creo que Otero, con la silueta que tiene, come menos de tres veces al d¨ªa. Y yo como muchas m¨¢s. Me gusta el f¨²tbol, y Figo (al que no le veo transparencia ninguna) me indigna. Pero claro, a diferencia de la admirada Otero, el porcentaje de hombres insufribles que he conocido es el mismo que el de mujeres insufribles que he conocido. Y, lo que son las cosas, tambi¨¦n he conocido a gays insensibles, a americanos no infantiles y, a¨²n peor, a gatos que no eran ni intuitivos ni independientes.
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