"El barroco gusta tanto hoy porque es como el 'zapping"
Lleva en su apellido las e con las que tambi¨¦n suenan las primeras s¨ªlabas de sus evangelios musicales, que son dos: estilo y heterodoxia. Philipe Herreweghe (Gante, B¨¦lgica, 1947) no es un director al uso, no es un tipo com¨²n. Esta semana ha tra¨ªdo a Espa?a -anteayer, en Madrid, y ayer, en San Sebasti¨¢n- su interpretaci¨®n de Vespro della beata Vergine, de Monteverdi, para, de paso, dejar constancia de que tiene una visi¨®n provocadora de la m¨²sica tan fuerte como su capacidad para hacer cosas impecables en el repertorio y el estilo m¨¢s dispar.
Es capaz de sentar c¨¢tedra en el mundo barroco y despu¨¦s despreciarlo. "El barroco gusta tanto hoy porque es como el zapping, una m¨²sica simple acorde con estos tiempos de prisas y tumulto que vivimos", asegura.
"En estos tiempos s¨®lo avanza la tecnolog¨ªa; el arte, no, est¨¢ parado"
Suena raro y fuerte en alguien que ha hecho historia con Bach y con interpretaciones magistrales de La pasi¨®n seg¨²n San Mateo y La pasi¨®n seg¨²n San Juan, pero es que ¨¦l hace distingos. "Bach es una excepci¨®n", se explica Herreweghe, antes de entrar a los ensayos con su grupo Collegium Vocale de Gante y la formaci¨®n Concerto Palatino. "Lo he explicado en mi libro, que, traducido al espa?ol, ser¨ªa algo as¨ª como Perspectivas musicales. Hay compositores barrocos eminentes, pero los hay que hacen cosas muy f¨¢ciles. Bach me interesa porque tiene m¨¢s que ver con Beethoven o Bruckner que con Vivaldi", asegura.
Aunque ha hecho historia con su visi¨®n de ese periodo y de la m¨²sica renacentista -"seg¨²n creo, mucho m¨¢s rica que la barroca", dice Herreweghe-, no quiere que le encasillen con los popes de lo que se llama Corriente Aut¨¦ntica, que proclama hacer m¨²sica de esas ¨¦pocas con instrumentos de su tiempo. Quiz¨¢ porque dentro de sus e no se incluya la de la palabra especializarse: "No me gustan las sectas", dice con una expresi¨®n rebelde este m¨²sico apasionado, que antes de convertirse en director en los a?os setenta estudi¨® medicina y psiquiatr¨ªa, que viste de negro y luce gafas de metal redondas y una corta melena canosa bastante revuelta.
Y eso que ha sido alumno aventajado de dos de los grandes inspiradores de esa corriente, el alem¨¢n Nikolaus Harnoncourt y el holand¨¦s Gustav Leonhardt. Entre los dos, sin quitarle m¨¦ritos a Leonhardt, ¨¦l se queda con Harnoncourt, tambi¨¦n por su tendencia a salirse del club y porque son en parte herejes -otra palabra poblada con su vocal- de un movimiento que muchas veces exige fe ciega. "A los dos nos critican y nos atacan porque no nos ce?imos a esas ¨¦pocas, pero es que yo busco el placer siempre. Vivo en Italia, escucho todo tipo de m¨²sica y disfruto con el repertorio del siglo XIX, que creo que es el siglo m¨¢s importante en la historia de la m¨²sica", afirma.
De todas formas, no entiende la animadversi¨®n que ambos despiertan en algunos: "Somos diferentes, eso es todo, pero tampoco entiendo por qu¨¦ no critican a otros, como los que interpretan a Mozart y despu¨¦s a Mahler", se queja.
Quiz¨¢ sea por esa visi¨®n un tanto cruda del arte que destila este m¨²sico provocador, que tampoco presta las e de su apellido para el verbo escabullirse cuando se trata de dar opiniones. "En estos tiempos s¨®lo avanza la tecnolog¨ªa; el arte no, est¨¢ parado. Eso es malo, aunque tenga tambi¨¦n sus cosas buenas", dice. De todas formas, por eso elige a Monteverdi y su Vespro della beata Vergine, para disfrutar y ense?ar cosas que en su tiempo fueron realmente rompedoras: "Son obras que nunca morir¨¢n por su trascendencia y, en este caso, porque consiguen ser el resumen perfecto de todo lo que se hizo antes de su creaci¨®n y un paso grande para lo que vino despu¨¦s, algo as¨ª como Goya o Vermeer en pintura o como las pel¨ªculas de Charles Chaplin".
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