Paradoja
El dilema es a todas luces diab¨®lico, salvo si uno cree en la ¨¦tica de las pel¨ªculas del Oeste.Por un lado, el tirano y asesino que oprime a su propio pueblo y puede volverse terriblemente peligroso y, por otro, el h¨¦roe al frente de la comunidad de los justos que quiere castigar y detener al adversario odiado antes de que sea demasiado tarde.
El h¨¦roe no duda. Son los amigos a los que ayud¨® en el pasado, cuando estaban necesitados, los que dudan a voz en grito. Quieren retenerle en el momento en que pretende asestar el golpe decisivo. Esta sensaci¨®n de intensa frustraci¨®n constituye el fundamento de la insensata f¨¢bula de Rumsfeld. Bush debe de tener tantos remordimientos como pelos en la cabeza ahora que ha seguido la l¨ªnea de Powell, aunque le haya dado tiempo a preparar la guerra mejor. A ning¨²n h¨¦roe le gusta ver su impulso frenado y sabe que, debido a una paradoja perversa, incluso quienes est¨¢n en contra de la guerra en su propio pa¨ªs le considerar¨¢n un cobarde si decide la retirada de sus imponentes fuerzas militares. De todos modos, no lo har¨¢, salvo si Sadam se marcha en el ¨²ltimo momento. Habr¨¢ entonces dos posibilidades. O bien asistimos a una guerra rel¨¢mpago, y en este caso tendremos la impresi¨®n durante cierto tiempo de que todo est¨¢ en orden, o bien ocurrir¨¢ aquello que ha aprendido por propia experiencia la vieja Europa, que en el pasado cometi¨® en su interior tantas guerras atroces: la sangre y la derrota engendran la sangre y el rencor.
La declaraci¨®n de Rumsfeld muestra a las claras que no ha entendido en absoluto la relaci¨®n de fuerzas en Europa. No existe una nueva Europa, y ciertamente no desde el punto de vista militar.
En cambio, lo que existe realmente, es la angustia. Schr?der y Chirac no quieren sentarse delante del televisor para ver brotar sangre de la pantalla. Aznar no se atreve a afirmar ante el Parlamento espa?ol lo que le ha dicho a Washington. Y Blair juega la partida de p¨®quer de su carrera pol¨ªtica y hace saber claramente que Europa no existe como entidad pol¨ªtica.
Esta nueva guerra hubiese podido ser la de los justos si no fuese preventiva. Hay demasiadas ambig¨¹edades en la pol¨ªtica estadounidense: Chechenia, Israel... Los verdaderos h¨¦roes no utilizan el doble rasero. Un Tayllerand le hubiese dicho a Bush que deb¨ªa mirar, por encima de la tenebrosa sombra de Sadam, al resto del mundo isl¨¢mico, donde la sensaci¨®n de derrota puede desembocar en el terror de la venganza. Pero Tayllerand tampoco supo retener a Napole¨®n.
Cees Nooteboom es escritor holand¨¦s.
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