Otra odisea del espacio
Supongamos que viene un marciano. Un marciano l¨²cido. Coge el marciano, baja del platillo y enfoca su teletraductor a la Casa Blanca. Seguro que se ca¨ªa de espaldas. Contando con que los marcianos las tengan. Pod¨ªa haberle enfocado el telepol¨ªgrafo, o sea el teledetector de mentiras, pero no ha querido porque adem¨¢s de cort¨¦s es un marciano l¨²cido. De ah¨ª que se eche las manos a la cabeza, la tenga donde la tenga. Si la pol¨ªtica consiste en gestionar hechos, ?c¨®mo puede estar basada en un desprecio tan absoluto de los mismos? Bush estaba decidido a machacar Irak porque aseguraba conocer determinados hechos que hac¨ªan su intervenci¨®n m¨¢s vital que necesaria. Pero cuando esos hechos no aparecen, como as¨ª se lo reprocha el mundo entero a excepci¨®n de otro par de te¨®logos llamados Aznar y Blair, y sigue erre que erre, resulta natural que nuestro l¨²cido marciano piense que la pol¨ªtica es algo demasiado valioso para dejarlo en manos de los pol¨ªticos. Al menos de los pol¨ªticos terr¨¢queos.
Pero como se trata de un marciano l¨²cido prefiere pensar que Bush constituye una deshonrosa excepci¨®n, conque enfoca su teletraductor hacia un rinc¨®n del planeta cuya lengua tiene fama de resistirse a los mejores teletraductores marcianos y observa que lo que se le resiste es la raz¨®n. Resulta que unos desalmados han asesinado en nombre de una idea a un ciudadano llamado Joseba. El marciano, como es l¨²cido, se pregunta c¨®mo es posible que haya ideas que tengan que ser sostenidas asesinando a quien no las comparte. Aunque no es su ¨²nico soponcio, ya que, al parecer, los asesinos son apoyados y jaleados por una minor¨ªa que desea independizar el lugar por las armas sin que esto incomode a otra fracci¨®n m¨¢s numerosa de ciudadanos que tambi¨¦n quiere la independencia por la v¨ªa de los hechos consumados, aunque para ello tenga que dinamitar las reglas de juego que se dieron junto a un n¨²mero casi equivalente de ciudadanos que, por no querer la independencia, resultan perseguidos, calumniados y asesinados.
El marciano, pese a lo l¨²cido que es, ha de echar todav¨ªa mano a su cerebro de reserva para entender que, estando en el poder quienes desean quebrantar las reglas de juego que hacen posible que est¨¦n, los asesinos no les ataquen a ellos, sino a ciudadanos como Joseba que est¨¢n en la oposici¨®n. Porque lo usual es que quienes atentan lo hagan para obtener algo de quien puede d¨¢rselo, lo contrario suena a limpieza del terreno previa a la disputa de la primac¨ªa entre quienes comparten las ansias de independencia. El marciano, que empieza a pensar que no es l¨²cido, toma nota de que no conoce caso igual en la galaxia, pero sus sorpresas no han hecho m¨¢s que comenzar. Cuando los agredidos piden protecci¨®n a quienes mandan, o responsabilidad porque no les protegen bien de la muerte -?de la muerte!-, reciben la respuesta de que basta ya de insultos. ?C¨®mo va a tener responsabilidad en nada de lo que pasa en este pa¨ªs quien lo gobierna desde hace veinte a?os? Adem¨¢s, pedir que el PNV y EA apoyen una moci¨®n de censura en Andoain no es m¨¢s que una burda trampa electoralista que estar¨ªa aprovech¨¢ndose obscenamente de los muertos como Joseba.
Entonces el marciano, que ya no sabe ni si est¨¢ sordo, oye un trueno y comprueba que se trata del Capit¨¢n Trueno del cotarro vociferando que quienes les piden responsabilidades son unos radicales de la peor cala?a, comparables a quienes andan detr¨¢s -pero, ojito malandrines, ?sin que la justicia lo haya probado!- de ETA. El marciano se est¨¢ revolcando por el suelo, si hay suelo. Por m¨¢s que revise hemerotecas no consigue encontrar que les hayan probado ning¨²n delito, y menos de sangre, a los supuestos radicales del reverso de la medalla, mientras que a los del anverso les han probado muchos, y de hecho les han ilegalizado varias organizaciones y suspendido la ¨²ltima. Pero lo que le obliga al marciano a subirse al platillo y dar por perdida la raz¨®n en ciertas partes de la Tierra es que si Trueno cree que los dos radicalismos son iguales, ?por qu¨¦ da s¨®lo apoyo moral al que est¨¢ comprometido con los asesinos?
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