Viaje a la frontera entre ¨¢rabes y kurdos
Bagdad mantiene una ambigua relaci¨®n con la regi¨®n semiaut¨®noma kurda protegida por aviones aliados
En la Estaci¨®n del Norte de Mosul, el bullicio es el habitual en una ma?ana cualquiera. Los conductores esperan a los clientes para emprender viaje a Arbil, Dohuk o Zajo. Nada extraordinario si no fuera porque esas tres ciudades del Kurdist¨¢n iraqu¨ª se hallan fuera del control del Gobierno central desde 1991. "S¨®lo los kurdos pueden cruzar", dice Abdel Yabar, uno de los taxistas que cada d¨ªa viene con pasajeros desde Arbil y regresa de nuevo cuando llena su coche. "Es una hora de viaje y cobramos 2.000 dinares [80 c¨¦ntimos] por persona", explica. Ni ¨¦l ni los compa?eros dicen tener dificultades con los soldados iraqu¨ªes o kurdos que controlan esa frontera imaginaria entre el Irak ¨¢rabe y el Irak kurdo. "Ya nos conocen, s¨®lo controlan a los pasajeros", aseguran.
De acuerdo con su relato, la mayor¨ªa de los viajeros vienen a cobrar su jubilaci¨®n, al m¨¦dico o a arreglar papeles. "Si han comprado un coche y son de aqu¨ª, aunque vivan en Arbil tienen que registrarlo aqu¨ª", afirman. Yaser, gu¨ªa del Ministerio de Informaci¨®n, confirma ese extremo que pone de relieve un hecho, los lazos entre los dos lados nunca se han roto del todo.
La separaci¨®n de Bagdad de tres de las cuatro provincias kurdas de Irak (Arbil, Dohuk y Suleimaniya) se produjo en octubre de 1991. Estados Unidos, Reino Unido y Francia impusieron una zona de exclusi¨®n a¨¦rea por encima del paralelo 36 para proteger a los kurdos que se hab¨ªan sublevado tras la guerra del Golfo y el Gobierno central retir¨® sus soldados y su Administraci¨®n. A falta de ¨¦sta, la ONU gestiona el 13% del Programa Petr¨®leo por Alimentos que asigna a esas provincias, donde viven 3,6 millones de iraqu¨ªes, en su mayor¨ªa kurdos.
Desde entonces, Bagdad ha respetado el statu quo, salvo una breve incursi¨®n en apoyo de una facci¨®n kurda en el verano de 1996. "La situaci¨®n es delicada", coinciden varios observadores extranjeros, "tratar de emplear la fuerza militar ser¨ªa suicida bajo las patrullas a¨¦reas angloamericanas". Por otra parte, si la Administraci¨®n central optara por cortar los lazos con el norte, rubricar¨ªa una separaci¨®n que ni desea ni puede admitir.
Hasta 1998, los periodistas tambi¨¦n pod¨ªan cruzar al otro lado. Incluso lo hac¨ªan con los mismos gu¨ªas oficiales que les acompa?aban desde Bagdad. Yaser estuvo all¨ª en tres ocasiones. "Bueno, era igual que aqu¨ª, sin retratos del presidente y con muchas antenas parab¨®licas", admite. Los taxistas coinciden con el gu¨ªa: "La situaci¨®n es igual", y a?aden: "No hemos visto soldados estadounidenses".
Todos dicen que no contrabandean mercanc¨ªas del otro lado, que est¨¢ prohibido y que los pasajeros s¨®lo pueden llevar consigo sus pertenencias. Sin embargo, el zoco de Mosul est¨¢ lleno de productos turcos que, como el petr¨®leo iraqu¨ª que viaja a Turqu¨ªa, pasan por el Kurdist¨¢n en un boyante comercio que el Gobierno central liquida en d¨®lares con el aut¨®nomo.
La petici¨®n de viajar hasta el puesto de control, a 40 kil¨®metros al este de Mosul, choca con la negativa del representante del Ministerio de Informaci¨®n. "Es una zona militar; los soldados han sustituido a los polic¨ªas", justifica, dando p¨¢bulo a las noticias que llegan del norte sobre la evacuaci¨®n de algunas aldeas para reforzar lo que se teme ser¨¢ el principal frente terrestre de la guerra.
En la recepci¨®n del Partido Democr¨¢tico del Kurdist¨¢n (PDK) en Bagdad hay un gran retrato de Sadam Husein con el traje nacional kurdo: zarig¨¹eyas, chaqueta corta, faj¨ªn y turbante. Pero su secretario general, Ahmed Mohamed Said Atruchi, viste a la occidental y apoya sin fisuras al gobernante Partido Baaz. Junto con el Partido Revolucionario de Kurdist¨¢n, el PDK de Atruchi est¨¢ representado en el Parlamento iraqu¨ª.
"Son todos baazistas", asegura Carlos Kurdi, representante en Espa?a del PDK de Masud Barzani, que no reconoce a la rama proiraqu¨ª que usa sus mismas siglas. Sin embargo, resulta curioso que una parte de su discurso utilice las mismas palabras. "Todos somos iraqu¨ªes y no buscamos la independencia, sino la autonom¨ªa para el Kurdist¨¢n dentro de un Irak democr¨¢tico", dicen unos y otros.
Las propias relaciones de los dirigentes kurdos con el poder central han estado siempre rodeadas de ambig¨¹edad. Los enfrentamientos entre sus dos principales representantes, el citado Barzani, y Yalal Talabani, l¨ªder de la Uni¨®n Patri¨®tica del Kurdist¨¢n (UPK), se han traducido en coqueteos de uno y otro con Bagdad. En el verano de 1996, Barzani recurri¨® a Sadam para derrotar a los hombres de Talabani. Tres a?os m¨¢s tarde, el l¨ªder de la UPK consideraba esa opci¨®n para salir del atolladero econ¨®mico: el PDK controlaba la mayor¨ªa de los ingresos aduaneros en detrimento de la UPK.
Sobre los kurdos, una minor¨ªa ¨¦tnica de cerca de cinco millones de personas (casi el 20% de la poblaci¨®n iraqu¨ª), pesa la opresi¨®n baazista y las traiciones estadounidenses. Bagdad no ha dudado en gasearles (Halabadya, 1988). EE UU les abandon¨® en 1975, 1991 y 1995, cuando incumpli¨® sus promesas de apoyo a su autodeterminaci¨®n.
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