Seselj, en La Haya
QUE UNA misma c¨¢rcel holandesa albergue a Slobodan Milosevic, cuyo juicio cumple un a?o, y desde ayer a Vojislav Seselj reafirma que la maquinaria de la justicia internacional va estrechando el cerco en torno a los m¨¢s destacados protagonistas del genocidio balc¨¢nico. Seselj, que se ha entregado voluntariamente al tribunal que enjuicia los cr¨ªmenes de guerra en la antigua Yugoslavia, fue uno de los m¨¢s estrechos aliados de Milosevic en la ejecuci¨®n del proyecto ultranacionalista conocido como Gran Serbia, que ha sumergido a Europa en atrocidades no vistas desde Hitler.
El caudillo fascista ahora en La Haya, l¨ªder del Partido Radical serbio, es uno de los jefes paramilitares que organizaron las fuerzas de choque para la limpieza ¨¦tnica en Croacia y Bosnia a comienzos de los a?os noventa. El tribunal de la ONU le acusa de cr¨ªmenes de guerra y contra la humanidad cometidos por sus miles de leales chetniks, la crema del fanatismo panserbio. Todav¨ªa en las elecciones presidenciales de diciembre, invalidadas por falta de qu¨®rum, ocup¨® el segundo puesto en las preferencias de sus conciudadanos.
Las celdas de Scheveningen siguen esperando a los dos m¨¢ximos ¨¢ngeles de la muerte de la antigua Yugoslavia, Radovan Karadzic y su general Ratko Mladic,ambos en paradero m¨¢s o menos desconocido. Pero un pu?ado hasta hace poco inimaginable de responsables pol¨ªticos y militares de las hecatombes de Croacia, Bosnia y Kosovo est¨¢n a disposici¨®n del tribunal creado hace diez a?os por Naciones Unidas. Entre ellos, los m¨¢ximos dirigentes serbobosnios Momcilo Krajisnik y Biljana Plavsic; Milan Martic, que acaudillara a los serbios secesionistas de Croacia, o Milan Milutinovic, el hombre de paja de Milosevic para Kosovo como presidente de Serbia.
La Haya, pues, se justifica cada d¨ªa, aunque algunos de sus patrocinadores se quejen de su lentitud y su coste, unos 100 millones de d¨®lares anuales. Al margen del veredicto final de la historia, este tribunal ya ha mostrado al mundo civilizado que se pueden enjuiciar p¨²blicamente los cr¨ªmenes contempor¨¢neos m¨¢s execrables, por notorios que sean sus autores.
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