Duelo en Italia por la muerte de Alberto Sordi
El actor y director fallece en Roma a los 82 a?os de edad, tras seis d¨¦cadas de trabajo
"Su m¨¦rito fue representar nuestros vicios haci¨¦ndonos re¨ªr, lo que equival¨ªa a absolvernos". El director de cine y teatro Pasquale Squitieri defini¨® ayer con estas palabras el arte supremo de Alberto Sordi, uno de los ¨²ltimos supervivientes del gran cine italiano del neorrealismo, muerto la madrugada del martes en Roma. Sordi, que hab¨ªa presentado su ¨²ltima pel¨ªcula como actor y director en la Mostra de Venecia de 1998, llevaba meses recluido, luchando contra el c¨¢ncer que acab¨® con su vida a los 82 a?os. Su hermana Amelia le atendi¨® hasta el final. Italia rinde tributo a un actor que consigui¨® personalizar al italiano medio en los a?os no precisamente f¨¢ciles de la transformaci¨®n del pa¨ªs, desde la posguerra al boom econ¨®mico de los a?os sesenta y setenta.
Miles de romanos acudieron ayer a la capilla ardiente, donde fue instalado el f¨¦retro con los restos mortales del gran Albertone, como era conocido cari?osamente Sordi. Gente com¨²n, como los comerciantes del barrio de Trastevere, donde naci¨® el actor el 15 de junio de 1920, y gente del cine y de la pol¨ªtica. Mario Monicelli, que le dirigi¨® en algunas de sus m¨¢s brillantes comedias, como La Gran Guerra, de 1959, recordaba el extraordinario instinto de Sordi. "Fue un gran actor y un gran autor, porque construy¨® su propio personaje, con el que ha revolucionado la naturaleza del actor c¨®mico". El presidente de la Rep¨²blica, Carlo Azeglio Ciampi, le dedic¨® un emocionado recuerdo, y el presidente de la Comisi¨®n Europea, Romano Prodi, se declar¨® admirador absoluto de Albertone. "He visto todas sus pel¨ªculas. Ha sido el verdadero int¨¦rprete de Italia, de sus vicios y de sus virtudes".
El actor, profundo cat¨®lico (fue uno de los asistentes a la misa de canonizaci¨®n de Escriv¨¢ de Balaguer), compart¨ªa con algunos de sus personajes el amor por la cocina romana, el culto a la mamma (no cre¨® su propia familia) y la capacidad de hacerse perdonar los pecados. Su intervenci¨®n en la Mostra de Venecia de 1998, donde present¨® su ¨²ltima pel¨ªcula, Encuentros prohibidos, fue memorable. Albertone se present¨® en el festival con el pelo te?ido, trajeado como un dandi y dispuesto a hacer re¨ªr a todo el mundo. Confes¨® que el matrimonio no estaba hecho para ¨¦l -"ser¨ªa inevitablemente infiel", dijo sin esperar ser cre¨ªdo- y hasta ironiz¨® sobre los riesgos de una paternidad que hab¨ªa rechazado de plano. "Uno aguanta a los hijos para que al final te maten", dijo, sac¨¢ndole punta a un truculento asesinato que acaparaba entonces las portadas de la prensa.
Sordi reconoci¨® que sus grandes personajes los hab¨ªa sacado de la inagotable cantera de la calle. "Me he inspirado en la gente", dijo. Tanto para recrear al tipo con extraordinaria capacidad para adaptarse al cambiante panorama pol¨ªtico de L'arte d'arrangiarsi, como al guardia con una debilidad exagerada por el uniforme de El alcalde, el guardia y la jirafita o para los par¨¢sitos de I vitelloni (Los in¨²tiles).
Conservador y orgullosamente romano, el actor hab¨ªa recibido diversos homenajes en los ¨²ltimos a?os. En 1995, la Mostra, no particularmente pr¨®diga con el actor en el pasado, le entreg¨® el Le¨®n de Oro a la carrera, y al cumplir los 80 a?os, el 15 de junio de 2000, el Ayuntamiento de Roma le nombr¨® alcalde por un d¨ªa.
Sordi no se limit¨® a interpretar y prob¨® suerte tambi¨¦n en la direcci¨®n. Pero su extraordinario talento de actor hecho a s¨ª mismo brilla sobre todo en los filmes en los que se limit¨® a actuar. En diciembre pasado, la Ciudad Eterna le dedic¨® el ¨²ltimo homenaje con la proyecci¨®n de la mayor¨ªa de sus filmes. Para entonces, el actor se enfrentaba ya a la grave enfermedad.
Hijo de una maestra y de un m¨²sico empleado en la ?pera de Roma, tuvo unos comienzos dif¨ªciles en el mundo art¨ªstico. Prob¨® a estudiar en la academia dram¨¢tica de Mil¨¢n en los a?os treinta, pero fue rechazado por su fuerte acento romano. Se abrir¨ªa camino gracias a la radio, donde su verbosidad encontr¨® un veh¨ªculo perfecto. Doblador de Oliver Hardy, intervino en decenas de pel¨ªculas, siempre en papeles secundarios, hasta que en 1952 Federico Fellini le escogi¨® para interpretar El jeque blanco. El ¨¦xito estaba a las puertas y entr¨® de lleno en su vida al a?o siguiente, gracias a I vitelloni, tambi¨¦n de Fellini. A partir de ah¨ª la carrera de Albertone experimenta una aceleraci¨®n. Le llueven los papeles.
Sociedad invertebrada
En 1954, Sordi rueda m¨¢s de una docena de t¨ªtulos, entre ellos El seductor, de Franco Rossi, y Un americano en Roma, de S. V. Steno -con el que colabor¨® en 20 largometrajes-, en la que Sordi interpreta a un romano enamorado de Estados Unidos incapaz de renunciar a la gastronom¨ªa de la pasta. Son guiones irregulares, algunos geniales, otros decididamente menores, s¨®lo salvables por la extraordinaria presencia de Sordi. Un caradura benigno que s¨®lo aspira a sobrevivir sin dar golpe o a utilizar con maestr¨ªa una recomendaci¨®n para hacer carrera. Los personajes de Sordi reflejan una sociedad invertebrada, paralizada por la burocracia donde los problemas se resuelven recurriendo a la familia o las recomendaciones. Una sociedad consciente tambi¨¦n de las limitaciones humanas y sabiamente descre¨ªda.
Por la capilla ardiente de Albertone, soltero recalcitrante, romano castizo, cat¨®lico y sentimental, instalada a media tarde en el Ayuntamiento de Roma, desfilaron ayer miles de ciudadanos. La despedida al gran actor se celebrar¨¢ ma?ana, con un funeral solemne en la bas¨ªlica de San Juan de Letr¨¢n, al que seguir¨¢ un homenaje oficial del pueblo de Roma en la Piazza del Popolo.
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