Decisi¨®n en conciencia
Hace unos d¨ªas el presidente de la Rep¨²blica francesa, Jacques Chirac, en un gesto hacia el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, reconoci¨® que, si finalmente se acabara produciendo el desarme de Irak y se consiguiera evitar la guerra, ser¨ªa en muy buena medida por la amenaza cre¨ªble del uso de la fuerza que la Administraci¨®n estadounidense hab¨ªa puesto en pr¨¢ctica. Ese ser¨ªa el mayor de los ¨¦xitos posibles de George W. Bush, a?ad¨ªa el presidente franc¨¦s, ya que se conseguir¨ªa el objetivo sin derramamiento de sangre. "Y en la vida de un hombre de Estado", conclu¨ªa Jacques Chirac, "no haber derramado sangre es algo que cuenta".
Me parece que esta perspectiva del problema deber¨ªa subrayarse. Los ciudadanos de los distintos pa¨ªses que pueden acabar participando en la invasi¨®n de Irak deber¨ªan ser informados por sus Gobierno de las distintas hip¨®tesis sobre el n¨²mero de v¨ªctimas que se ocasionar¨ªan con la guerra. Mejor todav¨ªa, la informaci¨®n la deber¨ªan recibir a trav¨¦s de sus Parlamentos. Antes de tomar una decisi¨®n sobre la participaci¨®n en la invasi¨®n de Irak, los parlamentarios deber¨ªan conocer el n¨²mero m¨ªnimo y m¨¢ximo de v¨ªctimas que se producir¨ªan, de tal manera que cada uno de ellos fuera plenamente consciente del coste en sangre derramada de su decisi¨®n. No se puede ni se debe tomar una decisi¨®n sobre la guerra sin que ese dato haya sido previamente valorado. Ning¨²n parlamentario deber¨ªa emitir su voto sin que previamente se le hubieran puesto por delante los diversos c¨¢lculos sobre n¨²mero de v¨ªctimas. Este es un elemento esencial e inexcusable de un voto en conciencia, como el que puede producirse el pr¨®ximo martes en el Congreso de los Diputados, que en este caso est¨¢ plenamente justificado. En cuestiones de guerra y paz ning¨²n parlamentario deber¨ªa escurrir el bulto y justificar su voto por disciplina de partido. Por disciplina de partido se puede justificar casi cualquier decisi¨®n pol¨ªtica, por m¨¢s discutible que sea, como, por ejemplo, no votar a favor de una comisi¨®n de investigaci¨®n sobre el Prestige. Pero por disciplina de partido no se puede votar a favor de iniciar una guerra. Esa no es una decisi¨®n de partido, sino que es una decisi¨®n que no puede dejar de ser estrictamente individual. En el momento de emitir su voto cada parlamentario debe saber que se est¨¢ haciendo corresponsable de un n¨²mero de v¨ªctimas indeterminado pero determinable con bastante aproximaci¨®n. Esta es la consecuencia m¨¢s inmediata y m¨¢s importante de su decisi¨®n. Ning¨²n parlamentario puede esquivarla.
La protesta del presidente de la Junta contra la guerra no s¨®lo est¨¢ justificada, sino que es obligatoria
Esta perspectiva del no derramamiento de sangre es la que est¨¢ en la base de la abrumadora protesta contra la guerra que se est¨¢ expresando de forma m¨²ltiple y variada por toda la superficie de la sociedad espa?ola. Los ciudadanos no queremos ser corresponsables de una matanza como la que se acabar¨¢ produciendo si se invade Irak. Y no queremos que "nuestros representantes", mediante los cuales "participamos en los asuntos p¨²blicos" (art¨ªculo 23.1 CE), voten a favor de dicha matanza. Esto es lo que unifica la protesta de los actores en la entrega de los premios Goya, las manifestaciones en todas las capitales de provincia del s¨¢bado 15 de febrero, la sorpresa de Operaci¨®n Triunfo en TVE, el discurso de la drag queen el pasado viernes en el carnaval de Tenerife, el manifiesto del profesor Juan Antonio Carrillo que fue le¨ªdo ayer tarde en Mor¨®n de la Frontera o el discurso de Emilio Lled¨® en la entrega de medallas con motivo del 28-F.
El hombre no es un "ser para la muerte", como propuso Heidegger, sino un "ser para la vida", dec¨ªa Emilio Lled¨®. Una vida que debe ser afirmada frente "al pestilente humo de las bombas que amenaza traspasar los a¨²n limpios cielos del nuevo siglo". Esto es lo que se va a decidir en las pr¨®ximas semanas en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y es lo que nuestros representantes tienen que decidir el pr¨®ximo martes en el Congreso de los Diputados. Cada uno de nuestros representantes, que es portador de un "mandato representativo" y no est¨¢ sometido a "mandato imperativo" de ning¨²n tipo (art¨ªculo 67.2 CE). Ning¨²n parlamentario puede escudarse en la Constituci¨®n para justificar su voto. Todo lo contrario. La Constituci¨®n lo protege contra la disciplina del partido. Si vota a favor de la guerra es porque as¨ª lo ha querido personalmente y no porque se lo hayan impuesto desde el Gobierno y desde la direcci¨®n del grupo parlamentario. Cada palo tiene que aguantar su vela.
Como la aguant¨® el presidente de la Junta de Andaluc¨ªa en su discurso en el acto de entrega de los t¨ªtulos de Hijos Predilectos y las medallas de Andaluc¨ªa. Aunque nos encontramos ante una materia que es inequ¨ªvocamente una competencia exclusiva y excluyente del Estado, en la que las comunidades aut¨®nomas no deber¨ªan tener nada que decir, el presidente de la Junta de Andaluc¨ªa no dud¨® en "aprovechar el D¨ªa de Andaluc¨ªa para liderar el rechazo a la guerra" (Abc). E hizo bien.
Cuando lo que est¨¢ en juego es la guerra y la paz, no hay sistema de distribuci¨®n de competencias entre el Estado y las comunidades aut¨®nomas que valga. El presidente de la Junta de Andaluc¨ªa no puede ni debe pronunciarse sobre la pol¨ªtica internacional del Gobierno de Espa?a, aunque no est¨¦ de acuerdo con ella. Y es una regla que ha venido respetando, como ha puesto de manifiesto la crisis con Marruecos. Pero cuando lo que est¨¢ en juego es la posible intervenci¨®n de Espa?a en la invasi¨®n de Irak, la protesta del presidente de la Junta de Andaluc¨ªa no s¨®lo est¨¢ justificada, sino que es obligatoria. Nadie puede permanecer en silencio cuando lo que se est¨¢ perpetrando es una matanza de proporciones gigantescas.
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