Vuelven las mujeres de la fresa
Los campos freseros de Huelva acogen a 12.000 extranjeros, la mayor¨ªa mujeres contratadas en su pa¨ªs y con regreso fijo
La dicharachera Agnieszka Czarnasiak se masajea la espalda despu¨¦s de su primer d¨ªa de trabajo en el tajo de la fresa de Cumbres Malvinas, en el municipio onubense de Moguer. Un brillo de ilusi¨®n pide atenci¨®n desde sus ojos verdeamarillentos, mientras acicala la que ser¨¢ su casa hasta principios de junio. Fotos, peluches y cajas de secretos o intimidades se acomodan en las estanter¨ªas de la vivienda situada a pie de campo. Esta mujer de veintipocos a?os repite campa?a en los campos freseros de Huelva, a los que ha llegado tras dos a?os de desempleo en su peque?o pueblo, Stradomia Wierzchnia, en el oeste de Polonia.
Esta mujer tambi¨¦n representa al inmigrante modelo. Firma su contrato de trabajo a principios de diciembre, con lo que los patrones pueden preparar la campa?a con tranquilizadora antelaci¨®n. Y, lo m¨¢s importante, cuando acaba la campa?a, se va. No hay mezcla ni integraci¨®n m¨¢s que a escala epid¨¦rmica. Traer un trabajador del extranjero se parece ahora m¨¢s a alquilar una m¨¢quina.
Un estudio del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) en la campa?a de 2000 dice que el 50% de los jornaleros extranjeros proven¨ªan del Magreb; el 30%, de Portugal; el 10%, del ?frica subsahariana, y tan s¨®lo el 6%, del este de Europa. Para esta temporada, los empresarios onubenses pidieron un cupo de 18.000 trabajadores contratados en origen, pero el Gobierno s¨®lo autoriz¨® 12.000. En 1999, las peticiones no llegaban a 500.
El contrato de origen -tradicionalmente poco habitual, ya que implica gastos extra, como el transporte y el alojamiento, seg¨²n asegura la investigadora de la Universidad de Huelva Mercedes Gordo en su contribuci¨®n a un seminario sobre la inmigraci¨®n en Andaluc¨ªa- es el favorito ahora para los agentes sociales y la Administraci¨®n central. Los trabajadores llegan en situaci¨®n de regularidad administrativa, han aceptado las condiciones de trabajo de antemano y tienen alojamiento. Pero hay m¨¢s. Tambi¨¦n est¨¢ asegurada su salida del pa¨ªs (los patrones pagan el viaje a Espa?a y suelen retener del sueldo el dinero correspondiente al billete de vuelta que est¨¢ estipulado que pague el trabajador), con lo que apenas hay impacto social, tal y como prefiere el Gobierno, y adem¨¢s, se puede elegir a la carta. De los 12.000 extranjeros que llegar¨¢n este a?o a los campos de fresa de Huelva, la inmensa mayor¨ªa son mujeres.
Agnieszka no entiende nada de eso y s¨®lo se preocupa de disfrutar del sol, que en esta ¨¦poca del a?o ni se asoma en Polonia, y acumular suficiente dinero para vivir el resto del a?o en su pa¨ªs. Su hermana, Ewa Michalak, est¨¢ casada y tiene dos hijos, cuyas fotos muestra con mucho orgullo. Ambas quieren dinero por encima de cualquier otra cosa. Los 28,75 euros que cobran por jornada les permiten ganar en dos semanas lo que en su pa¨ªs ganar¨ªan en un mes. Eso si tuvieran trabajo.
Pero ellas son ajenas y desconocedoras de que su llegada haya trastocado la inmigraci¨®n econ¨®mica natural (la llegada del vecino Magreb) o que se les elija porque se van a ir. Las personas pueden ser utilizadas como herramientas, pero nunca lo ser¨¢n. As¨ª, Agnieszka admite que ha repetido campa?a fresera en gran parte por amor. El pasado a?o se ech¨® un novio de la zona y no descarta quedarse para siempre en Espa?a. Viven en una coqueta corrala, en donde comparten patio con otras familias de jornaleros espa?oles. Trabajan siete horas diarias y su tiempo libre lo pasan d¨¢ndose atracones de sol en la playa de Mazag¨®n o en la discoteca. Dos mujeres alegres y trabajadoras, de entre las 12.000 que llegar¨¢n en distintos viajes desde Polonia y Rumania, ajenas a una estrategia de inmigraci¨®n alentada por el Gobierno que ha llevado a que centenares de hombres magreb¨ªes y subsaharianos (no todos indocumentados, ni mucho menos) malvivan en los pinares que rodean las explotaciones, abandonados por todas las instituciones, sin derechos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Permisos residencia
- Permisos trabajo
- Inmigrantes
- Comunidades aut¨®nomas
- Ayuntamientos
- Provincia Huelva
- Productos agrarios
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Mujeres
- Inmigraci¨®n
- Administraci¨®n local
- Andaluc¨ªa
- Pol¨ªtica migratoria
- Espa?a
- Migraci¨®n
- Pol¨ªtica laboral
- Agricultura
- Administraci¨®n p¨²blica
- Agroalimentaci¨®n
- Trabajo
- Demograf¨ªa
- Sociedad