La guerra de la Iglesia en Navarra
Te¨®logos e historiadores lamentan que el prelado de Pamplona no asuma el homenaje del Parlamento navarro a las v¨ªctimas del 36
El olvido estaba lleno de memoria. Lo acaba de comprobar el arzobispo de Pamplona, Fernando Sebasti¨¢n, enfrentado con el Parlamento de Navarra por una declaraci¨®n institucional que relaciona sin tapujos a la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica con el asesinato o la desaparici¨®n de unas 3.000 personas, fusiladas sin contemplaciones en el verano de 1936 "por ser afines a la Rep¨²blica o, simplemente, por sus ideas". La resoluci¨®n se aprob¨® con la abstenci¨®n de los diputados de UPN (siglas del PP en Navarra), pese a que el arzobispo reclam¨® por carta al presidente del Parlamento, con la amenaza de recurrir a "instancias superiores", para que se suprimieran las alusiones a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica "por gravemente injuriosas".
Obispo Olaechea: "Con los sacerdotes han marchado a la guerra nuestros seminaristas"
Adem¨¢s de las placas que durante medio siglo, o m¨¢s, han recordado en las fachadas de los templos cat¨®licos a los "ca¨ªdos por Dios y por Espa?a", el Parlamento de Navarra quiso el martes pasado expresar "reconocimiento y reparaci¨®n moral" a los otros ca¨ªdos en aquella guerra incivil. No han tenido en estos 67 a?os una iglesia que los proclame m¨¢rtires, ni un papa que los canonice. Pero les quedaba la familia, cientos de personas reclamando desde hace 25 a?os lo que acaban de alcanzar: una reparaci¨®n moral del Parlamento de su tierra.
Propuesta por la Asociaci¨®n de Familiares de Fusilados y Desaparecidos, la proclamaci¨®n parlamentaria contiene tres afirmaciones de libro de historia. Primera: "Es p¨²blico y notorio que en Navarra, uno de los lugares donde se gest¨® el golpe militar, no se desarroll¨® en 1936 enfrentamiento b¨¦lico alguno". Segunda: "Los asesinatos se llevaron a cabo por partidas organizadas por los sublevados sin mediar ning¨²n atisbo de legalidad". Y tercera: "Estos actos criminales se ejecutaron no s¨®lo con el benepl¨¢cito de la jerarqu¨ªa cat¨®lica, p¨²blicamente a favor del llamado Alzamiento, sino en algunos casos con su participaci¨®n directa".
El arzobispado de Navarra y la UPN no han cosechado muchas adhesiones a su idea de que tal declaraci¨®n no debi¨® aprobarse. "Perdieron la vida sin ir al frente de batalla ni empu?ar un arma. Sesenta y siete a?os despu¨¦s parece de justicia reparar moralmente el nombre de aquellos muertos", subray¨® un editorial del Diario de Navarra, severo con la "err¨®nea abstenci¨®n" de UPN.
"Es como si quisieran matar dos veces a nuestros muertos". Entre los testimonios estremecedores de los familiares de las v¨ªctimas destaca este reproche al arzobispado. Un te¨®logo navarro, que pidi¨® no ser identificado, sostiene que "la jerarqu¨ªa sigue empe?ada en negar la evidencia". "Resulta incre¨ªble la torpeza", dijo. De la misma opini¨®n son los principales dirigentes de la Asociaci¨®n de Te¨®logos y Te¨®logas Juan XXIII, Enrique Miret Magdalena y Juan Jos¨¦ Tamayo, que emplazan, adem¨¢s, a la Iglesia "a pedir perd¨®n por su participaci¨®n en la Guerra Civil y los excesos amparados por la jerarqu¨ªa".
El arzobispo Sebasti¨¢n tambi¨¦n se queda solo negando que algunos eclesi¨¢sticos participasen en las matanzas y que otros expresaran su "benepl¨¢cito", como dice la resoluci¨®n del Parlamento. El testimonio de Luisa Sesma, hija de una de las v¨ªctimas, es desgarrador. "Mi padre muri¨® fusilado con 28 a?os, un t¨ªo m¨ªo con 26, y otro con 24. Los tres. El p¨¢rroco de Santaguda, despu¨¦s de decir misa, sal¨ªa de la iglesia y se iba a matar. Lo s¨¦ porque me lo cont¨® mi madre. Se pon¨ªa la boina roja, el uniforme azul y las pistolas a los lados". El relato de Luisa Sesma se completa en Diario de Noticias, de Pamplona, con este otro dato: "Cuando mi madre intent¨® cobrar la pensi¨®n de viudedad, fui a solicitar la partida de defunci¨®n de mi padre y me dijeron que hab¨ªa desaparecido. Sab¨ªan perfectamente que lo hab¨ªan fusilado. Es lo que quer¨ªa yo, m¨¢s que el documento de su muerte. Que nos reconozcan que los mataron, es lo m¨¢s grande que han podido hacer. Es una victoria".
La participaci¨®n de eclesi¨¢sticos en actos criminales est¨¢ fuera de duda. El historiador Juli¨¢n Casanova, autor de La Iglesia de Franco, afirma: "Muchos seminaristas y curas fueron los primeros en enrolarse [en el requet¨¦], y animaban al personal a que hicieran lo mismo. Tocaban las campanas buscando gente por los pueblos y colaboraban en el reclutamiento. Hileras enteras de confesados y arengados por los cl¨¦rigos". El historiador recoge el testimonio del sacerdote Mariano Ayerra, destinado en Alsasua aquel 18 de julio de 1936: "Era frecuente ver, en esos primeros d¨ªas, curas y religiosos con su fusil al hombro, su pistola y su cartuchera sobre la negra sotana".
No actuaban al margen de sus jerarcas. Seg¨²n Casanova, "la uni¨®n entre la espada y la cruz, la religi¨®n y el movimiento militar es un tema recurrente en todas las instrucciones, circulares, cartas y exhortaciones pastorales que los obispos difundieron durante agosto de 1936". Respecto al prelado Olaechea, al que el arzobispo Sebasti¨¢n libera ahora de toda responsabilidad, ya aquel 25 de julio, fiesta de Santiago, alab¨® en p¨²blico la celebraci¨®n de una gran misa de campa?a en la plaza del Castillo de Pamplona para consagrar el requet¨¦ al Sagrado Coraz¨®n de Jes¨²s. Cierto que en el acto no estaba el obispo, pero d¨ªas m¨¢s tarde proclamar¨ªa que "el recuerdo de esa misa quedar¨¢ imborrable en todos cuantos la oyeron". "Vivimos una hora hist¨®rica en la que se ventilan los sagrados intereses de la religi¨®n y de la patria, una contienda entre la civilizaci¨®n y la barbarie", proclam¨®.
Fue Olaechea, adem¨¢s, el primero de los obispos que elev¨® el golpe faccioso a la categor¨ªa de "cruzada contra los hijos de Ca¨ªn", ratificada m¨¢s tarde por el cardenal Isidro Gom¨¢ y el obispo -futuro cardenal- Enrique Pla y Deniel. Javier Figuero, autor de Si los curas y frailes supieran, desempolva este escrito firmado por prelado navarro el 6 de noviembre de 1936: "Con los sacerdotes han marchado a la guerra nuestros seminaristas. ?Es guerra santa! Un d¨ªa volver¨¢n al seminario mejorados. Toda esta gloriosa di¨®cesis, con su dinero, con sus edificios, con todo cuanto es y tiene, concurre a esta gigantesca cruzada".
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