Un gran Valencia vence a un coloso
El equipo de Ben¨ªtez se agarra a la clase de Aimar y a los goles de Carew para ganar al Arsenal
Por si alguien ten¨ªa alguna duda, ¨¦ste es Aimar. Ese chiquillo avispado que juega como la seda. Sin alterarse, sin nervios, sin prisas. Con una clase inmensa. Retras¨® ayer su posici¨®n habitual por la ausencia de Baraja y dio un recital desde el c¨ªrculo central, con toda la artiller¨ªa inglesa sin saber c¨®mo detenerlo. Un diablo que sab¨ªa cu¨¢ndo correr con el bal¨®n, esquivando contrarios, y cu¨¢ndo pasarlo al primer toque, siempre al lugar m¨¢s despejado para su equipo. Con naturalidad. No pudo el Arsenal pararlo ni con sus dos prestigiosos medio centros defensivos, Vieira y Gilberto, porque la mente del argentino era m¨¢s r¨¢pida que el atl¨¦tico cuerpo de los volantes ingleses. Los dioses del f¨²tbol sabr¨¢n por qu¨¦ Carew, cada vez que se enfrenta a un rival ingl¨¦s, se convierte en un delantero extraordinario. Capaz de todo eso que no ense?a el resto del a?o: desequilibrio, picard¨ªa y gol. Justo lo que hizo hace dos a?os, tambi¨¦n frente al Arsenal, y volvi¨® a repetir ayer. Se midi¨® con Henry y sali¨® ganando: dos a uno. Y as¨ª, de esa mezcla tan extra?a entre Aimar y Carew, el Valencia tumb¨® a un gigantesco Arsenal, que hizo todo lo posible para pasar. Todo lo que estaba en sus manos. Pero de ah¨ª se le escaparon Aimar y Carew.
VALENCIA 2 - ARSENAL 1
Valencia: Ca?izares (Palop, m. 71); R¨¦veill¨¨re, Ayala, Pellegrino, Carboni; Rufete, Albelda, Aimar, Vicente; S¨¢nchez (Angulo, m. 67) y Carew (Marchena, m. 89).
Arsenal: Taylor; Lauren, Campbell, Cygan, Toure (Kanu, m. 86); Wiltord (Jeffers, m. 76), Gilberto Silva, Vieira, Ljunberg; Pires y Henry.
Goles: 1-0. M. 34. Aimar asiste a Carew, quien, solo ante Taylor, le bate con un tiro raso y fuerte pegado al palo. 1-1. M. 49. Henry gana por velocidad a los defensas del Valencia y cruza con el interior ante la estirada de Ca?izares. 2-1. M. 57. Centro de Vicente desde la banda izquierda tras recuperar la pelota y Carew, en posici¨®n acrob¨¢tica, marca con un remate picado de cabeza.
?rbitro: Vassaras (Grecia). Amonest¨® a Carboni, Vieira, Pellegrino, Aimar y Pires.
Lleno en Mestalla, unos 50.000 espectadores. ?ltimo partido de la segunda fase de la Liga de Campeones. El Valencia se clasifica para los cuartos de final como primero del grupo B.
Un latigazo el¨¦ctrico, eso fue el partido. No par¨® Mestalla de sentirlo. Primero por la exhibici¨®n del Arsenal, despu¨¦s por la extraordinaria respuesta del Valencia. No hubo tregua. Ante la apabullante superioridad f¨ªsica de los ingleses, no le qued¨® m¨¢s remedio a los espa?oles que bajar el bal¨®n al piso, hacerlo rodar r¨¢pido y preciso y esperar a que surgiera unos metros de libertad. Aparecieron. ?Los encargados? Los m¨¢s dotados para ello. Los m¨¢s inteligentes. Y tambi¨¦n los m¨¢s peque?os: Aimar y S¨¢nchez, los dos por debajo de los 1,70 metros de estatura, se buscaron entre la musculosa nube de zagueros ingleses. Y se encontraron. Vaya si se encontraron. Arranc¨® Aimar desde la l¨ªnea divisoria, se descolg¨® S¨¢nchez de su marcador, toc¨® el valenciano de primeras para el argentino y ¨¦ste, tambi¨¦n en un toque, descubri¨® el hueco para Carew. El noruego encar¨® a Taylor y pens¨® que la mejor opci¨®n era tratar de romper la pelota. Le dio fuerte, con el alma y al meta ingl¨¦s se le escurri¨® de las manos. La locura prendi¨® en Mestalla, que hab¨ªa asistido a una primera parte primorosa del rival ingl¨¦s. A los seis segundos, Henry ya hab¨ªa puesto a prueba a Ca?izares con un disparo cruzado. Si lo que pretend¨ªa era asustar al personal, lo hab¨ªa conseguido. El Valencia pas¨® un mal rato, con el coraz¨®n encogido, y con inferioridad num¨¦rica en el centro del campo por la ausencia de Baraja. Hab¨ªa que correr riesgos y Ben¨ªtez lo sab¨ªa. Opt¨® por la opci¨®n de suplir a Baraja con S¨¢nchez, jug¨®, por tanto, con dos delanteros, y el Arsenal acumul¨® a su gente en la medular para maniobrar con comodidad. El bal¨®n volaba y Henry anunciaba el gol en cada intervenci¨®n. Junto a Pires y Wiltord formaron un tri¨¢ngulo de v¨¦rtigo. Albelda, un coloso, trabajaba a destajo para recuperar el bal¨®n, pero el Valencia volvi¨® a dormirse en una acci¨®n en contra a bal¨®n parado (un c¨®rner): el cabezazo de Gilberto lo sac¨® Ayala con el hombro desde la raya de gol.
Mestalla se entusiasm¨® al ver la liviana figura de Aimar filtr¨¢ndose entre las dos torres inglesas en el centro del campo: Vieira y Gilberto. Fue la jugada clave que necesitaba el Valencia para darse cuenta de que tambi¨¦n pod¨ªa traspasar la barrera que hab¨ªa levantado Wenger. Antes, el larguirucho Vieira hab¨ªa sacado una de sus largu¨ªsimas piernas para rebanarle el primer bal¨®n que tocaba Aimar. Parec¨ªa un duelo desigual. El m¨²sculo contra el ingenio. Pero qued¨® demostrado que Aimar, con dos hombres por delante, como siempre ha reclamado, encuentra m¨¢s caminos a su imaginaci¨®n.
Entre tanta tensi¨®n, la noche dej¨® sus rendijas para el talento. Pires vio la autopista que le ense?aba Henry y ¨¦ste, en carrera, no hay galgo que le siga los pasos. Ayala observ¨® c¨®mo se le marchaba el franc¨¦s, divisaba a Ca?izares y le enviaba el bal¨®n justo donde no pod¨ªa alcanzar: pegado al palo.
El golpe fue duro para la grada, pero no tanto cuando advirti¨® que Aimar y Vicente no estaban dispuestos a claudicar a la clase de Henry. Se rebelaron con un orgullo emocionante. Aimar dibuj¨® un pu?ado de ataques de calidad antes de que Vicente se empe?ara en sentar a su ex compa?ero en el Levante Lauren como fuera, despu¨¦s centrar y esperar el remate. Acudi¨® Carew para peinar cruzado y volver a poner a su equipo por delante.El partido se ubic¨® de nuevo en el alambre. La grada, presa del p¨¢nico, estaba al borde del colapso cada vez que Pires y Henry tocaban la pelota, mientras que Aimar y Vicente practicaban el slalom entre la defensa inglesa. Para acelerar m¨¢s todav¨ªa el coraz¨®n de Mestalla, Ca?izares se lesion¨® tras un balonazo en la cara y Palop, el h¨¦roe de Highbury, entraba en acci¨®n en el momento m¨¢s caliente de la noche. Ben¨ªtez entonces dio paso a Angulo en busca de ox¨ªgeno y Carew se convert¨ªa en el futbolista total: tan pronto remata a gol como, acto seguido, bajaba hasta su propia ¨¢rea consciente de que s¨®lo su velocidad era equiparable a la de Henry. Mestalla se lo premi¨® con una ovaci¨®n tan atronadora como el partido del noruego.
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