"Todo lo que me pasa es por haber le¨ªdo 'El Capit¨¢n Trueno"
Fernando Savater sostiene, s¨®lo medio en broma, que su autobiograf¨ªa real la componen esos dos apasionados libros que son A caballo entre milenios y La infancia recuperada. Pero dado que, mal que le pese, no todo cabe en los hip¨®dromos y en la literatura popular, entre el Derby de Epson y el 22 de Baker Street, el escritor ha ca¨ªdo finalmente en la tentaci¨®n de alumbrar unas memorias para completar su retrato. Las publica bajo el t¨ªtulo de Mira por d¨®nde. Autobiograf¨ªa razonada, y, pudoroso, afirma que aunque al acabarlas le dio la impresi¨®n de exceso de detallismo ahora s¨®lo se acuerda de lo que se dej¨® en el tintero. "De cada diez cosas, aprovech¨¦ dos, descart¨¦ tres y me olvid¨¦ cinco", asegura. De todas formas, han quedado casi cuatrocientas p¨¢ginas en las que Savater pasa revista a su vida, sus pasiones y su actividad pol¨ªtica, sin dejar de adentrarse en la espinosa actualidad vasca y de hablar de su papel en el movimiento ?Basta Ya! En algunas partes muy emotivas -como al hablar de su madre, de su infancia y de sus lecturas-, divertidas, inteligentes, reveladoras, en alg¨²n punto ¨¢speras, pol¨¦micas y hasta susceptibles de molestar, siempre interesantes, las memorias, en las que aparecen Cioran y Guillermo, Jes¨²s de Aguirre y Harry Potter, el colegio del Pilar y la Escuela de Francfort, ETA y El cetro de Ottokar, Franco y Boris Karloff, muestran a un personaje con mucho de entra?able, un pensador libre y un hombre hedonista, sentimental e indiscutiblemente valiente. Cuando al inicio de la entrevista se le piden disculpas por la actitud de esos paisanos catalanes que el pasado 28 de febrero reventaron un acto de la Universidad de Barcelona sobre Giordano Bruno por la participaci¨®n de Savater en el mismo, responde r¨¢pida y generosamente, con una gran sonrisa: "?Si yo tuviera que disculparme por todo lo que hacen mis paisanos!".
"Ese ideal del palad¨ªn, del caballero, te hace sentirte llamado por los acontecimientos y no sales huyendo, como ser¨ªa m¨¢s seguro"
"He tenido una relaci¨®n muy mala con mi cuerpo. ?Las cosas que he hecho para saltarme la gimnasia! Puedo afirmar que en esta vida saltar el potro no es algo inevitable"
"Creo que la felicidad es una herencia que se nos debe, no algo que hay que ganar"
"Siempre me han gustado m¨¢s los fil¨®sofos por su actitud vital, por el ejemplo de su reflexi¨®n y aventura del pensamiento, que por su obra"
PREGUNTA. Cuando, camino de Irkutsk, los acompa?antes de Miguel Strogoff se sorprenden del valor de ¨¦ste al enfrentarse a un oso, el julesverniano correo del zar se limita a declarar: "Soy siberiano". Se quiera o no, uno lee sus memorias tratando de hallar la raz¨®n esencial, el rasgo de car¨¢cter, que le conduce a usted a meterse de esa manera tan comprometida en el peligros¨ªsimo berenjenal del Pa¨ªs Vasco.
RESPUESTA. Todo el libro es la b¨²squeda de una explicaci¨®n a eso. Hay mucha gente que me dice: "?C¨®mo has cambiado!", y sin embargo, yo no lo veo as¨ª, y he querido mostrar el camino que me lleva a implicarme. La vida me fue llevando ah¨ª. No quer¨ªa volver a hablar del problema vasco, pero no ha habido m¨¢s remedio. El sue?o de la aventura, de la vida rom¨¢ntica, esa a?oranza, de alguna manera me ha llevado a encontrarme en la situaci¨®n en la que estoy, en la que no me puedo pasear sin protecci¨®n policial. Es culpa de haber le¨ªdo El Capit¨¢n Trueno. Ese ideal del palad¨ªn, del caballero, aunque yo m¨¢s bien lo sea de triste figura, te hace sentirte llamado por los acontecimientos y no sales huyendo, como ser¨ªa m¨¢s seguro. Adem¨¢s, aunque soy muy individualista, los problemas colectivos me han preocupado mucho siempre, me siento concernido por lo que le ocurre a la colectividad. Soy individualista, pero no aislacionista.
P. Y ha tenido siempre, por lo que explica en sus memorias, una especial aversi¨®n contra la injusticia.
R. La muerte se impone continuamente a la vida, y yo creo que la injusticia forma parte de eso, es enemiga de la vida. Por eso yo siempre he luchado contra la injusticia.
P. Su libro arranca desde la intimidad y la dicha de la infancia con una perspectiva muy bachelariana de la po¨¦tica de los rincones y las miniaturas, ese universo min¨²sculo e ilimitado en el que se combinaban el olor del engrudo para pegar cromos y el del salitre y la p¨®lvora de los relatos de Salgari.
R. S¨ª, est¨¢ mi San Sebasti¨¢n, s¨ªmbolo del para¨ªso infantil, mi mundo arm¨®nico no devorado por la sombra. Y est¨¢n los libros, claro, no pod¨ªa hablar de mi vida sin hablar de los libros. Enseguida me di cuenta de que pod¨ªa contarla sin los libros que he escrito, pero de ninguna manera sin los que he le¨ªdo y amado. Leer ha sido y es mi goce esencial.
P. Me sorprendi¨® descubrir en sus memorias que hab¨ªa entrevistado a Peter O'Toole. Debi¨® ser emocionante, como estar a la vez ante sus admirados Lord Jim y Lawrence de Arabia, con todo el mundo de la aventura del mar y de las dunas.
R. ?S¨ª, s¨ª! Tengo una foto juntos. Conocerle era en aquel momento lo que m¨¢s ilusi¨®n me hac¨ªa. Le entrevist¨¦ para la revista del festival de San Sebasti¨¢n. Me revel¨® algo magn¨ªfico, que la palabra S¨¢hara significa "nada". Luego hablamos de caballos, no de camellos, ¨¦l hab¨ªa tenido caballos de carreras. Le pregunt¨¦ qu¨¦ prefer¨ªa, si ganar un oscar o el derby irland¨¦s, y me contest¨® en el acto: "?The derby, man!".
P. La parte m¨¢s conmovedora de sus memorias seguramente es la carta que escribe a su madre, la persona que, dice usted, le hizo un alma.
R. Es lo primero que escrib¨ª de este libro. Vive en una residencia y est¨¢ aquejada de Alzheimer. Voy los domingos a verla. Es un peque?o drama ¨ªntimo, y escrib¨ª ese cap¨ªtulo en forma de carta para negociar algo ese doloroso asunto. A partir de ah¨ª, me dije: "?Por qu¨¦ no escribir todo lo dem¨¢s?".
P. Su familia no son los Buend¨ªa, pero se hacen entra?ables.
R. Los he intentado mostrar como son. Me gustar¨ªa tener esos familiares terribles de las novelas de Dickens, pero no son as¨ª, lo siento por el lector.
P. Su abuelo Antonio, que tuvo una gran influencia en usted, le dijo a los 16 a?os una frase que le qued¨® grabada: "Que nunca te hagan callar".
R. S¨ª, es extra?o, ahora todo el mundo quiere hacerme callar, pero entonces, a esa edad... ?qu¨¦ le llevar¨ªa a decirme algo as¨ª? Me impresiona recordarlo, porque fue como si me marcara un destino.
P. Uno de sus h¨¦roes favoritos era Super Rat¨®n, un rat¨®n de c¨®mic con poderes que luchaba contra los malvados gatos. No es que fuera un gran personaje.
R. No me gustaban los superh¨¦roes demasiado serios, prefer¨ªa a ¨¦ste, sin grandiosidad muscular. Un superh¨¦roe en clave menor.
P. Ha viajado usted bastante pero nunca ha cumplido su sue?o de ir a ?frica.
R. Yo es que creo que la m¨ªa, la de Tarz¨¢n, la de Grizmek, la de las grandes aventuras de exploraci¨®n y caza, no debe existir ya, aunque es verdad que mi amigo Javier Reverte fue y la encontr¨®. No s¨¦, pienso que es mejor seguir viajando con la memoria, con el recuerdo de mis libros.
P. Ni Beatles ni Rolling Stones.
R. No, musicalmente no he sido muy aficionado a lo anglosaj¨®n. Lo m¨ªo es lo franc¨¦s, la canci¨®n francesa, Brassens, Brel, B¨¦caud.
P. Y se considera un objetor gimn¨¢stico, divertida formulaci¨®n.
R. Siempre he tenido una relaci¨®n muy mala con mi cuerpo. ?Las cosas que he hecho para saltarme la gimnasia! Puedo afirmar que en esta vida saltar el potro no es algo inevitable.
P. Me ha parecido que la recurrente referencia en su libro al onanismo -incluida la singular modalidad sin manos- es una manera caballerosa de no hablar mucho de sus romances.
R. En unas memorias siempre tienes miedo a ponerte en plan haza?as sexuales o a quedarte corto, as¨¦ptico, asexuado. He tratado de hablar de esa parte de mi vida con cierta naturalidad, sin fanfarroner¨ªa. Ha habido aventuras, y en l¨ªneas generales he de decir que no creo que haya vida despu¨¦s de la muerte, pero la ha habido antes.
P. Sorprende leer que la filosof¨ªa no ha sido una vocaci¨®n en su vida.
R. No, la literatura en cambio s¨ª. A¨²n hoy me veo m¨¢s como escritor que como fil¨®sofo. Nunca cre¨ª llegar a ser fil¨®sofo, ese rango me ha sido otorgado por razones biol¨®gicas.
P. Bertrand Russell es su modelo en el gremio.
R. Siempre me han gustado m¨¢s los fil¨®sofos por su actitud vital, por el ejemplo de su reflexi¨®n y aventura del pensamiento, que por su obra. De ah¨ª mi inter¨¦s por Russell y por Voltaire.
P. De las personalidades a las que conoci¨®, Russell dec¨ªa que Lenin le impresion¨® por su fanatismo y su crueldad mog¨®lica. Y que Gladstone le pareci¨® el personaje m¨¢s inolvidable. Una vez, escribe en
Ensayos impopulares,
lo oy¨® quejarse de que le hab¨ªan servido el oporto en copa de clarete y dice que fue la experiencia m¨¢s aterradora de su vida.
R. Con Gladstone estamos en el mundo victoriano de Las cuatro plumas, el padre de Russell, ?sabe?, fue ministro en su gabinete, ?qu¨¦ gente m¨¢s incre¨ªble!, ?qu¨¦ vidas! Adem¨¢s de Russell y de Voltaire, me gusta mucho Schopenhauer, me gustan los fil¨®sofos que escriben bien. A m¨ª, Schopenhauer me parece adem¨¢s casi un autor de terror, me recuerda a Lovecraft, ?su Voluntad es un personaje digno de los Grandes Antiguos del escritor de Providence!
P. "El hombre ha venido al mundo para ser feliz". ?sa fue una de sus primeras aseveraciones filos¨®ficas.
R. En su momento lo dije como algo instintivo. Pero es una consideraci¨®n muy importante para m¨ª. Creo que la felicidad es una herencia que se nos debe, no algo que hay que ganar.
P. En su libro aparecen muchas personas conocidas con las que usted ha intimado, Borges, Cioran, Octavio Paz, algunas en situaciones sorprendentes -Luis Alberto de Cuenca bajo su espada en una representaci¨®n de
Macbeth,
Francisco Calvo Serraller en una fiesta lis¨¦rgica, F¨¦lix de Az¨²a acaramelado-, pero a diferencia de otras memorias al uso, usted no convierte esas apariciones en un valor de cambio.
R. No me aprovecho de la gente que he conocido, habr¨¢ incluso a quien le molestar¨¢ que no le cite, pero me he negado a que mis memorias fueran un cat¨¢logo de personajes populares, con ¨ªndice onom¨¢stico para facilitar la consulta.
P. Por ah¨ª de repente aparece, por ejemplo, Habermas, con su labio leporino, como secundario de lujo.
R. S¨ª, qu¨¦ verg¨¹enza ese encuentro; me hablaba en la Feria de Francfort y yo azorado le contest¨¦: "Lo siento, no hablo alem¨¢n", y su agente me apunt¨®: "El se?or Habermas le est¨¢ hablando en ingl¨¦s".
P. Su concienciaci¨®n y su compromiso pol¨ªtico en la lucha antifranquista fueron algo at¨ªpicos.
R. Como Groucho, yo tampoco formar¨ªa parte de un club que me admitiese como socio. Pertenec¨ª a un grupo ¨¢crata, en el que pod¨ªas estar sin estar. Nunca me someter¨ªa a la disciplina del partido, de la c¨¦lula, de las ¨®rdenes. Me met¨ª en la lucha por esa incapacidad de soportar las injusticias de las que habl¨¢bamos antes pero sobre todo por el hecho concreto de la muerte de Enrique Ruano durante su detenci¨®n.
P. Su nombre en la ficha policial era El Foca, vaya.
R. Es que llevaba bigote.
P. Sufri¨® c¨¢rcel, aunque a cambio tuvo tiempo, durante el mes en Carabanchel, de leer a Spinoza.
R. En aquella ¨¦poca, en cuanto hac¨ªas algo acababas en la c¨¢rcel. Si eras antifranquista y ten¨ªas alguna actividad te pillaban. Por eso sospecho mucho de la gente que hoy dice que lucharon contra Franco y nunca los cogieron.
P. Creo que era usted c¨¦lebre por correr en las manifestaciones en direcci¨®n contraria,
hacia
los
grises.
R. Mi mala vista me jug¨® m¨¢s de una mala pasada, s¨ª. Mi gran angustia, como nos suele suceder a los miopes, era que me rompieran las gafas.
P. Pese a todo el dramatismo, no deja usted de se?alar un componente l¨²dico y emocionante en aquello. Cuando le avisan de que la polic¨ªa va a ir a buscarle le da en pensar en la Mota Negra, la condena a muerte de los hombres de Flint en
La isla del tesoro.
Y luego en la c¨¢rcel llama a los guardias, con pitorreo, "sahib".
R. Es ese sue?o m¨ªo de la vida rom¨¢ntica, de la aventura. La tendencia a trasmutarlo todo en clave de Stevenson o Salgari. Alguien ha dicho que m¨¢s que Savater me deber¨ªa llamar Sabatini.
P. ?No se corre con eso el riesgo de trivializar la realidad?
R. Nunca he vivido la vida como una tragedia. En vez de un sentido tr¨¢gico de la vida he tenido siempre un sentido c¨®mico de la vida.
P. ?Es cierto que cuando propuso hacer su tesis doctoral sobre Cioran muchos pensaron que era un personaje inventado por usted?
R. La verdad es que inicialmente hab¨ªa pensado que Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo me inventara un presocr¨¢tico, y quiz¨¢ de ah¨ª vino la sospecha. Luego Cioran tuvo un ¨¦xito enorme en Espa?a, m¨¢s que en Francia. Recuerdo que en un programa de Un, dos, tres, una pareja s¨®lo supo decir dos nombres de fil¨®sofos, Arist¨®teles, que era el ejemplo que se les daba, y... Cioran.
P. Cada vez se acumulan m¨¢s evidencias contra ¨¦l y Eliade, por su relaci¨®n con el fascismo rumano.
R. Nunca ha sido ning¨²n secreto. Cioran ten¨ªa entonces 20 a?os y estaba sumergido en ese mundo nihilista, destructivo, de la Guardia de Hierro, en parte huy¨® de eso. En su caso, a diferencia de Eliade, era una implicaci¨®n meramente literaria.
P. Usted fue un adelantado en la valoraci¨®n de
El Se?or de los Anillos,
el tiempo le ha dado la raz¨®n.
R. S¨ª, apost¨¦ por un caballo ganador. Ahora puedo decirles a los padres: "Mirad, mirad lo que les gusta a vuestros hijos". Y re¨ªrme un poco.
P. Reivindica a Dutton Peabody, el corajudo editor de diarios de
El hombre que mat¨® a Liberty Valance,
y afirma en sus memorias: "Mi g¨¦nero es el period¨ªstico".
R. Me ha gustado escribir muchas cosas, pero lo mejor que he escrito son los art¨ªculos period¨ªsticos. Una antolog¨ªa de los mejores del siglo en Espa?a deber¨ªa incluir alguno m¨ªo.
P. La antipat¨ªa por los nacionalismos aparece de manera recurrente en su libro, pese a que a inicios de la democracia, escribe, usted particip¨® en m¨ªtines de HB y colabor¨® en
Egin.
R. La democracia fue extremadamente generosa con los nacionalismos perif¨¦ricos, en la consideraci¨®n indiscutible de que hab¨ªan sufrido un maltrato. Pero cada vez se vio m¨¢s en ellos un deseo de romper la democracia compartida para ir buscando un r¨¦gimen monol¨ªtico parad¨®jicamente muy parecido al franquismo. Los nacionalismos han sido los grandes traidores de la democracia.
P. Tampoco se libran de sus cr¨ªticas los partidos pol¨ªticos en general.
R. Ah¨ª muestro un fondo libertario, no me he curado de mi pasado ¨¢crata. Me gusta la acci¨®n pol¨ªtica pero no desde dentro de los partidos.
P. Tambi¨¦n hay algunos ataques personales.
R. Me divierten los ajustes de cuentas. Y contesto a algunos que nos han re?ido. Es mi lado levemente suicida.
P. S¨®lo se le pod¨ªa ocurrir a usted encabezar el cap¨ªtulo sobre el movimiento ?Basta Ya! con un texto de
El libro de la selva,
el discurso de Mowgli a la manada contra la tiran¨ªa de Shere Khan. Ese cap¨ªtulo de sus memorias es el m¨¢s largo y pr¨¢cticamente, si se except¨²an un par de codas, el ¨²ltimo.
R. Dudaba sobre incluir lo de ?Basta Ya!, ?est¨¢ tan pr¨®ximo!, pero no quer¨ªa hurtar esa desembocadura de mi biograf¨ªa. De todas formas me horroriza pensar que los lectores crean que lo otro no es lo importante.
P. ?Se arrepiente de haberse involucrado de esa manera en el problema vasco?
R. La vida te atrapa. Quiz¨¢ no deb¨ª meterme. Pero una vez lo haces ya no puedes salir con decencia. Hay un momento en la Il¨ªada, cuando Aquiles acorrala a H¨¦ctor, que me parece terrible y conmovedor. H¨¦ctor sabe que no puede nada contra el p¨¦lida, pero afronta su destino. Antes, efectivamente, pod¨ªa haberme refugiado en mi San Sebasti¨¢n so?ado, pero me impliqu¨¦, y ahora no es posible salir. S¨¦ que en algunos mi actitud provoca incomprensi¨®n, por eso en el libro he ido contando c¨®mo han ido pasando las cosas en mi vida, a ver si me entienden.
P. En todo el libro hace usted un alegato de la alegr¨ªa, pero el final es triste.
R. Eso me han dicho. En el fondo, amar la vida es deplorar que vamos perdi¨¦ndola, y toda biograf¨ªa es una disertaci¨®n sobre la muerte. La melancol¨ªa es parte esencial en un libro que trata b¨¢sicamente del tiempo y su discurrir.
P. Esa imagen final de Long John Silver al que usted le pide que le embarque hacia un Avalon pirata...
R. Siempre he tenido un punto piratesco y es bien sabido mi amor por La isla del tesoro. La calavera y las tibias significan la muerte, pero tambi¨¦n todo el alto e irrenunciable universo de la aventura.
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