Lo real, est¨²pidos
La ceremonia apestaba a pacto y result¨® tan fr¨ªa como el c¨ªnico humor de un Steve Martin que cada d¨ªa se parece m¨¢s a su repulsivo personaje de Grand Canyon. Algunas de sus bromas m¨¢s privadas e insultantes no dejan de tener gracia. Por ejemplo, cuando se puso a hablar del Hollywood Bulevar de "ah¨ª fuera" y sus prostitutas... "Perd¨®n, pretty woman", dijo, mirando sonriente a Richard Gere, y, como de paso, meti¨® en la misma acera a la pizpireta comadre televisiva Joan Rivers, gran chivata digna de Randolph Hearst. Pero las chanzas de Martin, a costa de los extrav¨ªos venales de Nick Nolte, o de las posibilidades de ingresar en una cl¨ªnica de rehabilitaci¨®n que tiene Colin Farrell (quien no se cort¨® un pelo: "Estoy m¨¢s cerca de lo que t¨² piensas", contest¨®), resultaron repugnantes. Si carece de narices para meterse con Bush, al menos podr¨ªa ser lo bastante decente como para no airear los vicios de personas mucho menos letales.
Cualquier protesta, pues, parec¨ªa sofocada antes de nacer, al menos por parte de los famosos de casa, necesitados de seguir trabajando y de aspirar a la Preciada Estatuilla. Es posible que las estrellas de cine, como dijo Martin, sean inevitablemente dem¨®cratas (y delgadas, a?adi¨®), pero quien estuvo sentada el domingo por la noche en la platea, justo sobre el regazo del equipo local y ahogando cualquier intenci¨®n revoltosa, fue una dama llamada Sumo Patriotismo. Cielos, se pod¨ªa escuchar el crujido de su miri?aque, emergiendo de la memoria del Myflower, lista para poner al d¨ªa el esp¨ªritu de Salem y grabar la letra escarlata en el primer escote d¨ªscolo que se le pusiera por delante.
Pactados los silencios, tuvimos un entrem¨¦s, servido por la cadena ABC, tama?o supositorio subliminal. Se utiliz¨® para ello una percha de lo m¨¢s adecuada, nada menos que el cumplea?os n¨²mero 100 de Bob Hope, gran c¨®mico y gran animador de tropas norteamericanas en cualquier guerra, ferviente adicto a la teor¨ªa del destino manifiesto. De eso a ver un plano del soldado que volvi¨® a casa con un garfio en vez de mano, m¨¢s un barrido del escalofriante paisaje de las cruces de los muertos en Normand¨ªa, no hab¨ªa m¨¢s que un paso. Que, por supuesto, se dio, en un intento de que la fantas¨ªa encubriera, con su manto algo kitsch, el terrible aspecto de la vida real.
?se era el tema, precisamente. Lo real, invadiendo a los iraqu¨ªes y llen¨¢ndonos a todos de sangre y mierda. Lo real, est¨²pidos. Que el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa ya no est¨¢ en las pantallas de los mejores cines: Terminator lo ha enviado a la caza de uno de sus Frankestein, y esto va a acabar mal para todos; sobre todo para unos.
Para que lo real saliera a colaci¨®n, s¨®lo pod¨ªamos confiar en los de fuera. Cierto, el santamente premiado Chris Cooper gimote¨®: "Paz, paz". Y el no menos justamente galardonado Adrien Brody balbuce¨® (acababa de practicarle un boca a boca apabullante a Halle Berry) tambi¨¦n: "Peace, peace". Las stars significadas y comprometidas se limitaron, lo vimos, al lenguaje corporal. Insignias de la paloma de la paz (parec¨ªa una cig¨¹e?a), signos de la paz (repetiremos la palabra cuanto sea necesario) que Susan Sarandon y Tim Robbins, veteranos defensores de los derechos humanos, efectuaban en cuanto ve¨ªan una c¨¢mara... All¨ª cada cual se expresaba como pod¨ªa, a lo Marcel Marceau. Hasta el cursi de Matthew McConaughey se incrust¨® un ramillete con los colores de la bandera, que le quedaba muy cerca de los ojos debido a que tiene poco cuello. En fin.
Abri¨® el fuego antiguerra, a las claritas, nada menos que tremendo latino: Gael Garc¨ªa Bernal, que se la jug¨® como presentador de premio y ofreci¨® a las audiencias no s¨®lo la miel de sus ojos sino tambi¨¦n un escueto eslogan tama?o est¨¢ndar tipo ¨²ltima ceremonia de los Goya; s¨®lo le aplaudieron Salma Hayek y Brody. De Michael Moore, autor del documental de la d¨¦cada (Bowling for Columbine), esper¨¢bamos mucho. El hombre que fue capaz de enfrentarse a Charlton Heston en su propia casa no se iba a amilanar s¨®lo por tenerlos a todos juntos sentados delante y a Jack Valenti, el temible capo del oficio, detr¨¢s, entre las bambalinas. Ya al recoger su C¨¦sar hace un par de meses se marc¨® una magn¨ªfica soflama a favor de Francia, su cultura, y sus french fries. Y aqu¨ª, flanqueado por los otros autores de documentales nominados, fue contundente: "Shame on Bush!", grit¨®, y qued¨® tan bien que, con sinceridad, me habr¨ªa gustado escucharlo asimismo en italiano: "Vergogna!", habr¨ªa podido gritar Scorsese, fantase¨¦, caso de que le hubieran premiado.
En mi opini¨®n, Pedro Almod¨®var (chico: deja algo para los otros, que como sigas llev¨¢ndote a Oscar en toda su potencia te van a hacer un maleficio) fue el que estuvo mejor de entre los contestatarios. Porque en su sobria dedicatoria incluy¨® lo imperioso: la defensa de la legalidad internacional. Concepto sustituido ¨²ltimamente por el de Sobresalto Acojonante, como ustedes saben.
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