La Espa?a 'post-heroica'
Es dif¨ªcil no admirar la resistencia numantina con la que el PP ha defendido su perspectiva sobre el conflicto de Irak en cada una de las muchas sesiones parlamentarias dedicadas a abordar cualquier aspecto del tema. Por valernos de un lenguaje en boga, ha conseguido mantener la unidad de su tropa a pesar de todos los esfuerzos por parte de la coalici¨®n de los restantes grupos parlamentarios por apearles de sus posiciones. Ni una fisura entre sus unidades, ninguna baja producida por el fuego enemigo. Y eso que ha sido y es intenso, tenaz y omnipresente. Pero lo m¨¢s asombroso es que este extraordinario blindaje no parece hab¨¦rselo proporcionado la fuerza de sus argumentos, las convicciones. Se lo deben, por el contrario, a una estricta aplicaci¨®n de la principal virtud que se puede predicar de toda tropa: la disciplina. Las decisiones del mando supremo se siguen sin rechistar. Dif¨ªcil lo van a tener los polit¨®logos cuando en un futuro no muy lejano se pongan a analizar estas actitudes desde la teor¨ªa de la decisi¨®n racional. Pocas veces ha actuado un partido de forma tan irracional si, como hay que presuponer a todo pol¨ªtico, su objetivo no es otro que incrementar su capacidad para acceder a cargos p¨²blicos. A las mismas puertas, adem¨¢s, de una de las elecciones en las que se subasta el grueso de los cargos y otros despojos del poder.
No sirve ahora tampoco el cl¨¢sico argumento de que el mejor lubricante para ganar unas elecciones es que el partido se presente unido y compacto bajo un proyecto com¨²n. Ante una situaci¨®n de excepci¨®n como la que estamos viviendo, la disidencia interna se ver¨ªa como casi natural e incluso provocar¨ªa una extraordinaria benevolencia entre sus votantes potenciales. Y si no una disidencia propiamente dicha s¨ª, al menos, ciertas muestras p¨²blicas de comprensi¨®n ante la posici¨®n un¨¢nime de la coalici¨®n opositora en vez de su displicente y radical descalificaci¨®n. Lo malo de esta actitud numantina es que desvela a las claras la pobreza de su discurso, anclado en el mantra de la Resoluci¨®n 1441 del Consejo de Seguridad de la ONU y la defensa del tiranicidio. No hay m¨¢s matices. Y con tan pocos argumentos es dif¨ªcil no replegarse sobre s¨ª mismos a medida que sube la temperatura del combate pol¨ªtico.
Este engorroso enroque es el resultado natural de un lamentable error de apreciaci¨®n por parte de Aznar respecto de la naturaleza del pa¨ªs al que gobierna. Es algo imperdonable en un gobernante que juega a hombre de Estado. Espa?a, como otros pa¨ªses europeos -con la excepci¨®n quiz¨¢s del Reino Unido-, pertenece ya, afortunadamente, al grupo de sociedades post-heroicas, eso que tanto molesta a neorrealistas como Robert Kagan, que prefiere calificarlas de "posmodernas". Este tipo de sociedades se caracterizan por haber abominado de la guerra como un instrumento m¨¢s de la pol¨ªtica, tienden a evaluar la promoci¨®n del inter¨¦s propio a partir de valores morales, y la ¨²nica fuerza que hace mella en ellas es la puramente argumentativa. Las bravatas patri¨®ticas -con las excepciones de rigor- son cuestiones del pasado y, como acabamos de ver con las declaraciones de Ana Palacio, les produce una visible indignaci¨®n que el sufrimiento humano pueda poseer valor de cambio con supuestos beneficios econ¨®micos. Est¨¢n integradas, c¨®mo no, por "ciudadanos consumidores" y generalmente ap¨¢ticos. Pero son tambi¨¦n "ciudadanos reactivos", que responden al instante cuando, como ahora, alg¨²n inter¨¦s o valor que consideran vital puede ser puesto en cuesti¨®n. Por eso no se las puede confrontar con un discurso tan d¨¦bil, que acab¨® por descomponerse al pretender criminalizar a las manifestaciones pacifistas.
No hay que olvidar, sin embargo, que las reacciones pueden acabar oscilando. La hybris nunca es buena. Una cosa es calificar la guerra de ileg¨ªtima y otra bien distinta de "genocidio"; o impedir que el PP pueda celebrar con naturalidad sus actos electorales. Y, cuando amansen las aguas, habr¨¢ que abordar con seriedad y realismo el tipo de pol¨ªtica de defensa que mejor se corresponde con nuestros valores e intereses. Despu¨¦s de la destrucci¨®n viene la construcci¨®n -tambi¨¦n para los discursos-.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Operaci¨®n Libertad Iraqu¨ª
- Opini¨®n
- Plenos parlamentarios
- VII Legislatura Espa?a
- Ej¨¦rcito espa?ol
- Sesiones control Gobierno
- Guerra Golfo
- PP
- Misiones internacionales
- Congreso Diputados
- Presidencia Gobierno
- Pol¨ªtica exterior
- Guerra
- Acci¨®n militar
- Legislaturas pol¨ªticas
- Fuerzas armadas
- Parlamento
- Gobierno
- Conflictos
- Partidos pol¨ªticos
- Espa?a
- Relaciones exteriores
- Administraci¨®n Estado
- Administraci¨®n p¨²blica
- Defensa
- Pol¨ªtica