Rendidos ante Carrillo Salcedo
Hace ya muchos a?os, don Juan Antonio me examin¨® oralmente de Derecho Internacional P¨²blico, en la Universidad de Granada. Con gran delicadeza me insinu¨® que no hab¨ªa estudiado bastante. Yo, atrevidamente, le respond¨ª que no acababa de entender su libro Soberan¨ªa de Estado y Derecho Internacional. Me suspendi¨®. Siendo, como era, alumno libre, no dud¨® en identificarme en el examen, esta vez escrito, de septiembre. Se me acerc¨® y me pregunt¨® si hab¨ªa entendido su texto; le respond¨ª que no, pero que me lo hab¨ªa aprendido de memoria. Me aprob¨®; a?os despu¨¦s, cuando yo era un abogado m¨¢s o menos exitoso en mi pueblo coincid¨ª con ¨¦l en unas jornadas que el Consejo General del Poder Judicial celebr¨® en La R¨¢bida. Volvi¨® a reconocerme; me tute¨® como si yo fuera alguien en el mundo del Derecho; me dijo que aquellas dudas de entendimiento de su libro le hab¨ªan hecho reflexionar y hab¨ªa introducido algunas modificaciones que lo aclaraban. No s¨¦ si quedamos en que yo comprar¨ªa su libro - lo m¨¢s l¨®gico- o me enviar¨ªa un ejemplar corregido. Lo cierto es que no compr¨¦ su libro ni s¨¦, ahora, en d¨®nde encontrarlo.
Estos recuerdos me vienen cuando ahora veo su actitud frente a la guerra de Irak. Los que no somos ni cat¨®licos ni cristianos, no nos queda m¨¢s remedio que rendirnos ante personas como don Juan Antonio, cristiano de bien, hombre al que aprend¨ª a admirar desde el momento en el que, olvid¨¢ndose de nuestra distancia acad¨¦mica -catedr¨¢tico-alumno- supo tratarme de igual a igual, intentando comprender mis limitaciones, incapaz de aprender sus lecciones eminentes.
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