Yo fui esclavo del tabaco
(...) Con mi enfisema debidamente diagnosticado, continu¨¦ consumiendo el veneno y reduciendo mi calidad de vida al m¨ªnimo, por no decir a la nada absoluta. Nunca faltaron excusas. ?C¨®mo iba a escribir una sola p¨¢gina sin mis aliados, los cigarrillos? Pero los Ducados no me han convertido en Joyce. ?C¨®mo hacer el amor sin aspirar, despu¨¦s, una calada, como hac¨ªan las hero¨ªnas de la nouvelle vague? Pero no se me present¨® la oportunidad, porque gracias al tabaquismo entr¨¦ directamente en la impotencia sexual, con el consiguiente deterioro de mis relaciones de pareja.
(...) La adicci¨®n es la trampa mortal. Y lo es en un grado que no he conocido en cosa alguna. Como mucha gente de mi generaci¨®n -los blessed sixties-, yo fum¨¦ hierba en cantidades adecuadas, le di a los hongos, al peyote y un poquito al LSD. En resumen, cosas ideales para escuchar a Ravi Shankar y comer membrillo. ?Por qu¨¦ olvid¨¦ la hierba y todo lo dem¨¢s -Ravi Shankar incluido-, y en cambio los Ducados han permanecido a mi lado, a?o tras a?o, d¨ªa a d¨ªa, minuto a minuto? ?De qu¨¦ poderosa materia estaban hechos esos diablillos como para irme convenciendo de que eran amiguetes cuando, de hecho, eran mojones en mi camino hacia el desastre? Son m¨¢s poderosos que cualquier droga, pues mientras me convert¨ªan en adicto, en obseso, en esclavo, me hac¨ªan creer que me estaban ayudando. Pero ?a qu¨¦? (...).
(...) Una pintoresca pulmon¨ªa doble vino a completar el cuadro. Y a mayor peligro, m¨¢s tabaco. Enlazo con el principio: he visto a la Muerte cara a cara. No era como la de Ingmar Bergman, negra, ni como la de Woody Allen, blanca. Era azul, como un paquete de Ducados, y cada vez que en la cl¨ªnica me agujereaban venas y arterias para introducirme sueros o sondas, o yo qu¨¦ co?o s¨¦, imaginaba que me estaban incrustando cigarrillos. Despu¨¦s de todo es lo que hab¨ªa estado haciendo yo mismo durante 40 a?os.
(...) Ninguna reforma conseguir¨¢ devolverme el trozo de pulm¨®n que me falta, por no hablar de deficiencias cardiovasculares, sexuales y algunas bendiciones m¨¢s. Mi falta de voluntad me ha convertido en un medio hombre. Y todo gracias a Tabacalera Espa?ola, que me present¨® a mis asesinos cuando ten¨ªa la tierna edad de 16 a?os y no estaba en condiciones de reconocer los variopintos disfraces de la Muerte.
El 4 de junio de 2000, Terenci Moix public¨® en EL PA?S un art¨ªculo sobre su adicci¨®n al tabaco del que reproducimos un extracto.
Babelia
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