La guerra mejor contada de la historia
Alto el fuego!", grit¨® el capit¨¢n Ronny Johnson a trav¨¦s de la radio. Entonces, al mirar con sus prism¨¢ticos al cruce de la carretera 9, bram¨® al jefe de pelot¨®n: "?Acabas de matar a una familia por no hacer un disparo de advertencia a tiempo!". As¨ª fue como, en un d¨ªa c¨¢lido y brumoso en el centro de Irak, la niebla de la guerra descendi¨® sobre la Compa?¨ªa Bravo.
Y as¨ª fue como cont¨® William Branigin, reportero de The Washington Post empotrado en la Tercera Divisi¨®n de Infanter¨ªa de Estados Unidos, una de las peores tragedias ocurridas en lo que va de guerra: la muerte, el pasado martes, de 10 civiles a bordo de un Toyota, cinco de ellos ni?os, en tierra de nadie a un centenar de kil¨®metros de Bagdad. Branigin estaba all¨ª y su informaci¨®n contradec¨ªa el parte oficial del Pent¨¢gono, que hablaba de siete muertos y de que se hab¨ªan realizado disparos de advertencia. Esta vez el periodista no estaba s¨®lo m¨¢s cerca de la realidad. Esta vez la verdad no era la primera v¨ªctima de la guerra.
El Pent¨¢gono decidi¨® cambiar las reglas en este conflicto. La guerra no iba a ser invisible. La opacidad de la campa?a de Afganist¨¢n no se iba a repetir
El vaiv¨¦n emocional que generan las noticias sobre la guerra tiene repercusi¨®n inmediata sobre las finanzas y la Bolsa. Nada hay m¨¢s cobarde que un mill¨®n de d¨®lares
El volumen de la informaci¨®n no garantiza la claridad. Los numerosos detalles, faltos de contexto, no logran transmitir una perspectiva global de la guerra
El r¨¦gimen iraqu¨ª ha establecido un extra?o r¨¦cord. Nada m¨¢s empezar la guerra expuls¨® a la CNN, y el pasado mi¨¦rcoles le toc¨® el turno a Al Yazira
Pero lo m¨¢s importante es que Al Yazira, que ten¨ªa m¨¢s de 50 reporteros en el interior de Irak, ha hecho que ¨¦sta fuera la primera guerra contada desde el punto de vista del atacado
M¨¢s de 500 periodistas -la mayor¨ªa norteamericanos, pero tambi¨¦n ¨¢rabes- viven empotrados en las tropas brit¨¢nicas y de EE UU, filmando, grabando y entrevistando a los soldados en su avance hacia la capital iraqu¨ª, y otros 1.500 de todas las nacionalidades est¨¢n sobre el terreno -en Irak, en Kurdist¨¢n, en Kuwait, en Qatar, en Jordania- para cubrir la primera guerra en directo de la historia. Videotel¨¦fonos, m¨®viles, conexiones v¨ªa sat¨¦lite, c¨¢maras digitales, correos electr¨®nicos, diarios personales de reporteros y soldados en Internet, miles de webs independientes, una docena de canales de televisi¨®n informando 24 horas sobre 24...
Nunca tantos hab¨ªan contado tanto. En la primera guerra del Golfo, los 159 periodistas privilegiados que ten¨ªan acceso al campo de batalla depend¨ªan de un sistema de camiones bastante poco fiables para poder enviar sus cr¨®nicas. Adem¨¢s, los grandes y pesados tel¨¦fonos m¨®viles de la ¨¦poca estaban prohibidos y toda la informaci¨®n estaba bajo el control del Pent¨¢gono. A¨²n se recuerda al general norteamericano Norman Schwartzkopf, jefe militar de la Operaci¨®n Tormenta del Desierto, asegurando en 1991 que la precisi¨®n de los misiles Patriot era del 100% cuando dos a?os despu¨¦s las propias Fuerzas Armadas de EE UU reconocieron que "a tenor de las fotograf¨ªas, no se puede concluir que hubieran abatido un solo Scud iraqu¨ª".
Las pantallas en verde que dominaban los televisores entonces tambi¨¦n ocultaron las verdaderas maniobras del Ej¨¦rcito norteamericano y lo cerca que estuvo su vanguardia de tomar Bagdad. El mundo se enter¨® el d¨ªa que Schwartzkopf anunci¨® el alto el fuego y la rendici¨®n de Sadam Husein en conferencia de prensa. La falta de acceso para los periodistas no era una novedad. Diferencias t¨¦cnicas aparte, en la guerra de Vietnam hubo 400 reporteros acreditados, pero s¨®lo 30 o 40 acompa?aban cada d¨ªa a las unidades de combate; en Corea no fueron m¨¢s de 70 los que viajaban con las tropas norteamericanas; en Normand¨ªa, el 5 de junio de 1944, s¨®lo 27 informadores desembarcaron el d¨ªa D.
El Pent¨¢gono decidi¨® cambiar las reglas en este conflicto. La guerra no iba a ser invisible. La opacidad de la campa?a de Afganist¨¢n, de la que se jact¨® el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, cuando dijo aquello de que en la guerra contra el terrorismo, "algunos pasos ser¨ªan visibles y en otros casos no lo ser¨ªan" no se iba a repetir. Tampoco habr¨ªa excursiones al frente desde la retaguardia como en Vietnam.
En esta ocasi¨®n, medio millar de periodistas ser¨ªan asignados a distintas unidades de combate. Pero, eso s¨ª, con el compromiso escrito de cumplir 19 normas de los militares. Entre ellas, no informar sobre las operaciones en curso o futuras o sobre los lugares concretos donde se producen los hechos hasta que sea autorizado expresamente; no hablar de la efectividad del enemigo ni de las bajas propias hasta que concluyan las operaciones de rescate o se informe a los familiares; el ¨¦xito o fracaso de una operaci¨®n ser¨¢ descrito en "t¨¦rminos gen¨¦ricos", y el jefe de la unidad podr¨¢ vetar o embargar las informaciones. Por supuesto, nada de retransmisiones en directo. No todos los periodistas aceptaron el trato. Los m¨¢s cr¨ªticos consideraron que esta estrategia informativa les iba a convertir en los testigos ideales para rebatir la propaganda iraqu¨ª o que el hecho de compartir las mismas experiencias de los soldados conducir¨ªa a vivir una especie de s¨ªndrome de Estocolmo con las tropas.
Menos de tres semanas despu¨¦s de comenzada la guerra, los resultados de esta nueva cobertura son cuando menos contradictorios. Existe colaboraci¨®n con los mandos militares -las televisiones norteamericanas no emiten las im¨¢genes m¨¢s duras de las v¨ªctimas propias y ajenas, e incluso el Ej¨¦rcito ha llegado a recibir una cinta sobre el accidente de un helic¨®ptero de un corresponsal-, pero los reporteros est¨¢n viendo m¨¢s y m¨¢s de cerca que nunca antes.
Pero, ?ver m¨¢s es comprender mejor? El aluvi¨®n de despachos de agencias (Reuters, France Presse, Efe, Associated Press, etc¨¦tera), escenas de guerra y avances informativos en las televisiones de 24 horas de noticias como la BBC, CNN, Fox o Al Yazira y la constante actualizaci¨®n de las ediciones digitales de los principales diarios sobre los acontecimientos en el campo de batalla est¨¢ teniendo un efecto parad¨®jico: a m¨¢s informaci¨®n, mayor confusi¨®n. En tiempo real se conocen al detalle el n¨²mero de explosiones o¨ªdas en Bagdad, la densidad de las tormentas de arena que azotan la regi¨®n, la desesperaci¨®n y el dolor de los familiares de los muertos iraqu¨ªes, las escaramuzas que parecen grandes batallas y los "feroces combates" en lugares aparentemente decisivos. Sin embargo, los detalles, faltos de contexto y muchas veces sin confirmaci¨®n, no hacen el cuadro, no logran transmitir una perspectiva global sobre el curso de la guerra. Como dijo recientemente Rumsfeld, "lo que estamos viendo no es la guerra de Irak. Lo que vemos son trozos de la guerra, el punto de vista particular de un reportero o de un comentarista o lo que una c¨¢mara de televisi¨®n es capaz de ver en un momento. Y eso no es lo que est¨¢ ocurriendo".
Este tratamiento de la informaci¨®n est¨¢ creando tambi¨¦n una opini¨®n p¨²blica ciclot¨ªmica que, sea cual sea su bando en el conflicto, pasa del optimismo al pesimismo de un d¨ªa para otro. Al ¨¦xito del avance de las tropas anglo-americanas en los primeros d¨ªas de la invasi¨®n de Irak sucedi¨® en la misma semana el debate sobre el fracaso de los planes militares de EE UU cuando encontraron resistencia. El instituto demosc¨®pico Pew Research Center midi¨® esos d¨ªas la confianza sobre el curso de la guerra entre los estadounidenses. Los resultados se?alaban que el d¨ªa que comenz¨®, el pasado jueves 20 de marzo, el 50% de los encuestados dijo que "estaba yendo muy bien", porcentaje que subi¨® al 71% al d¨ªa siguiente, con los primeros bombardeos sobre Bagdad. Sin embargo, tras un fin de semana de malas noticias para la coalici¨®n, la confianza cay¨® al 38%.
El vaiv¨¦n emocional que generan las noticias sobre la guerra tiene repercusi¨®n inmediata sobre las finanzas y las bolsas. Ya se sabe que nada hay m¨¢s cobarde que un mill¨®n de d¨®lares. Un responsable del ¨¢rea de mercados de uno de los principales bancos espa?oles se?ala que "los mercados est¨¢n siendo cautivos de cada minucia que llega del frente". "Se presta excesiva atenci¨®n a los breaking news, y cada detalle de la guerra tiene un impacto en los precios. Hay adem¨¢s una asimetr¨ªa total porque se tiende a valorar m¨¢s las malas noticias, aunque sea un helic¨®ptero que se estrella. Ha habido d¨ªas en los que si estuvi¨¦semos en la II Guerra Mundial ya se habr¨ªa anunciado el fracaso de Normand¨ªa".
La importancia de lo que ocurre en el campo de batalla, seguido hora a hora, es habitualmente magnificado, con la ayuda de un sinf¨ªn de comentaristas y estrategas de sal¨®n. Como ha dicho el teniente general retirado Thomas G. McInerney, citado por The Wall Street Journal, "si te capturan un convoy de suministros durante la batalla de las Ardenas no se hubiera enterado nadie. Y si hubiera habido la cobertura inmediata que hay ahora sobre ese primer ataque fracasado sobre las fuerzas nazis, el pueblo americano podr¨ªa haber pensado que hab¨ªamos perdido".
La competencia de los medios y esa misma inmediatez ha provocado tambi¨¦n numerosas informaciones falsas o de escasa relevancia a la luz de hechos posteriores. Varias veces se inform¨®, por ejemplo, de que la ciudad portuaria de Um Qasr, al sur de Irak, hab¨ªa ca¨ªdo bajo control de las fuerzas de la coalici¨®n tres d¨ªas antes de que efectivamente lo fuera; como tampoco pudo nunca confirmarse la rendici¨®n en masa de una divisi¨®n iraqu¨ª en el frente de Basora como llegaron a anunciar portavoces oficiales del Reino Unido, o el supuesto levantamiento de la poblaci¨®n de esta ciudad contra los paramilitares leales a Sadam.
La guerra es tambi¨¦n una batalla por las audiencias. Televisiones, radios y diarios han puesto tanta gente sobre el terreno que, como dice Mark Borkowski, de The Guardian, "puede haber m¨¢s periodistas en la regi¨®n del Golfo que tropas hubo en Afganist¨¢n". Las cadenas norteamericans est¨¢n gast¨¢ndose millones de d¨®lares -alrededor del 10% de sus presupuestos anuales- en lograr la mejor cobertura. La CNN, por ejemplo, tiene a 250 personas desplazadas en la zona del conflicto y gasta un mill¨®n de d¨®lares diarios, seg¨²n The Economist. Fox News, propiedad del magnate de origen australiano Rupert Murdoch, cuenta con 100 periodistas y un presupuesto multimillonario. La radiotelevisi¨®n brit¨¢nica BBC dispone de m¨¢s de 200 reporteros y ha dedicado unos 15 millones de d¨®lares a informar del curso de la guerra.
A estos costes hay que sumar la retirada de algunas campa?as de publicidad y el hecho de que grandes anunciantes hayan exigido que sus productos sean ofertados lejos de los especios informativos sobre la guerra. Sky News, la cadena brit¨¢nica de 24 horas de noticias participada tambi¨¦n por Murdoch, estuvo sin emitir publicidad durante 14 d¨ªas desde que estall¨® el conflicto. Fox hizo lo mismo en las primeras 60 horas, y se calcula que s¨®lo los canales de EE UU pueden estar dejando de ingresar por esta raz¨®n m¨¢s de tres millones de d¨®lares diarios.
Pero, de momento, lo que prima es la lucha por "los corazones y mentes" de los espectadores. Sky News rebasa diariamente los 6,2 millones de espectadores, cuatro veces m¨¢s que antes de que se desencadenasen las hostilidades. Fox News supera a la CNN con m¨¢s de cuatro millones frente a 3,74 millones. Esta batalla ha convertido la guerra es una especie de reality-show interminable, con miles de personas en todo el mundo enganchadas en un zapping compulsivo. Como dice un escritor madrile?o que pide el anonimato, "s¨¦ que es obsceno, pero sigo la guerra como si fuesen los Mundiales o Wimbledon".
Ahora bien, informar de la guerra no es un juego. Hasta el pasado jueves, tres periodistas han muerto y otros cinco se dan por desaparecidos.
No es f¨¢cil hacer tu trabajo bajo las bombas o en una ciudad sitiada. La enviada especial de EL PA?S a Bagdad ?ngeles Espinosa, que lleva casi dos meses en la capital iraqu¨ª, se?ala que el r¨¦gimen de Sadam ha endurecido las condiciones de trabajo en los ¨²ltimos d¨ªas: "Se nos ha asignado hotel, se nos ha prohibido coger taxis en la calle e incluso salir sin un gu¨ªa del Ministerio de Informaci¨®n o hacer entrevistas a los iraqu¨ªes sin su presencia". Adem¨¢s, "el Ministerio de Informaci¨®n nos exige el pago diario de 125 d¨®lares por periodista (250 por equipo de televisi¨®n) y otros 100 d¨®lares m¨¢s al d¨ªa por el uso de nuestro tel¨¦fono sat¨¦lite".
En Bagdad hay actualmente 250 reporteros acreditados, 30 de ellos espa?oles. Uno de ellos, Francisco Peregil, tambi¨¦n de EL PA?S, da su versi¨®n: "Se supone que el mejor aliado de Sadam es la opini¨®n p¨²blica. Sin embargo, para los periodistas emplazados en Bagdad todo son obst¨¢culos. A cada momento corre alg¨²n rumor siempre desagradable: que si el otro d¨ªa echaron a uno por trabajar sin gu¨ªa, que si a fulano no le dejan renovar su acreditaci¨®n, que si van a prohibir otra vez los tel¨¦fonos sat¨¦lites... He visto c¨®mo un periodista oriental de unos cincuenta a?os era humillado en p¨²blico por un funcionario que le dec¨ªa que ten¨ªa que abandonar el pa¨ªs porque hab¨ªa trabajado sin gu¨ªa oficial. Las bombas que caen ocupan una m¨ªnima parte de nuestras preocupaciones. Las mayores energ¨ªas se van en quebraderos de cabeza muchas veces in¨²tiles por salvar obst¨¢culos burocr¨¢ticos".
En otros frentes, la situaci¨®n no es tan angustiosa como en Bagdad. Juan Carlos Sanz, periodista de EL PA?S destacado en el Kurdist¨¢n iraqu¨ª, relata por tel¨¦fono a unos 20 kil¨®metros al norte de Mosul que "los peshmergas [milicianos kurdos] nos dejan avanzar al mismo tiempo que ellos y hasta donde ellos llegan. El gran peligro son las minas". "En esta zona, que ha sido rebautizada como Periodist¨¢n, hay m¨¢s de 200 periodistas, una decena de ellos espa?oles. Y muchos m¨¢s en las fronteras turca o siria intentando entrar. Los peshmergas dan bastantes facilidades a la hora de entrevistar a desertores o prisioneros; los militares norteamericanos que empiezan a dejarse ver son mucho m¨¢s cerrados".
Las cosas tampoco son del todo f¨¢ciles en la retaguardia. En Kuwait, donde hay m¨¢s de 30 periodistas espa?oles destacados, Yolanda Monge, de EL PA?S, subraya que all¨ª reina "el caos y la desinformaci¨®n". "El Ministerio de Informaci¨®n kuwait¨ª ha creado tal desbarajuste en los viajes que organizaba al interior de Irak -en el del reparto de ayuda en Safwan estuvo a punto de morir alg¨²n periodista- que desde hace d¨ªas han colgado un cartel que dice que a partir de ahora todos los viajes los organizar¨¢ el mando militar norteamericano destacado en el emirato".
Kuwait se ha convertido tambi¨¦n, a?ade, en un gran cruce de caminos de periodistas. "Llegan los empotrados que han sido expulsados por el Ej¨¦rcito de Estados Unidos por saltarse las normas, como tener una botella de alcohol o una revista pornogr¨¢fica, y los temerarios, que tratan de salir cruzando la frontera por libre, y a veces sin agua ni gasolina ni mapas. Son los reporteros que ante la presi¨®n de sus jefes por buscar historias nuevas, ¨²nicas o diferentes est¨¢n dispuestos a dejarse la piel por el camino".
Aquellos que lo consiguen suelen ser tambi¨¦n expulsados por las tropas norteamericanas, lo que ha motivado las quejas de la organizaci¨®n Reporteros Sin Fronteras y de la Uni¨®n Europea de Radiodifusi¨®n (UER). Esta ¨²ltima ha acusado al mando central de EE UU en Doha (Qatar) de "limitar la obtenci¨®n independiente de informaci¨®n".
Tambi¨¦n se han producido otro tipo de bajas profesionales. La m¨¢s sonada, la del periodista Peter Arnett, famoso por sus cr¨®nics desde Bagdad en la guerra de 1991, que fue despedido por la cadena NBC por criticar los planes militares del Pent¨¢gono y ensalzar la resistencia iraqu¨ª en la televisi¨®n p¨²blica de Sadam Husein. V¨ªctima o no de la ola de patriotismo que recorre EE UU, Arnett se llev¨® pocos d¨ªas despu¨¦s un tremendo rapapolvo profesional por parte del veterano Walter Cronkite. La estrella de la CBS entre 1962 y 1981 le acusaba en The New York Times de "irresponsable" por conceder una entrevista "para mimar a sus fuentes iraqu¨ªes" y de dejar a los espectadores norteamericanos "sin un valioso testigo en Bagdad".
El r¨¦gimen iraqu¨ª, por su parte, ha establecido un extra?o r¨¦cord. Si nada m¨¢s comenzar la guerra expuls¨® a la CNN, la cadena que marc¨® una ¨¦poca en 1991, el mi¨¦rcoles le toc¨® el turno a Al Yazira, la televisi¨®n que ha revolucionado la informaci¨®n en el mundo ¨¢rabe y cuyo foco sobre las v¨ªctimas ha cambiado por completo la visi¨®n de la guerra. Javier Valenzuela, enviado especial de EL PA?S en El Cairo desde hace 55 d¨ªas, explica el fen¨®meno: "Llevo cubriendo informativamente Oriente Pr¨®ximo desde hace 20 a?os. Hice la guerra de L¨ªbano, la guerra entre Irak e Ir¨¢n, la primera Intifada palestina, la muerte de Jomeini, la guerra del Golfo de 1991... y ¨¦sta es la primera vez que verdaderamente necesito un traductor de ¨¢rabe. ?Por qu¨¦? Porque ahora hay noticias en ¨¢rabe, noticias relevantes, imprescindibles, fiables. Los medios de comunicaci¨®n ¨¢rabes ya no son un refrito censurado de informaciones dadas mucho antes por los occidentales o elogios a sus respectivos Gobiernos".
Al Yazira, financiada por el Gobierno de Qatar, fue fundada hace siete a?os por periodistas veteranos del servicio en ¨¢rabe de la BBC. Su liderazgo en el mundo ¨¢rabe es indiscutible, con una audiencia de m¨¢s de 40 millones de espectadores, y su efecto, contagioso. A su sombra han nacido otras dos cadenas de informaci¨®n continua, Al Arab¨ªa, saud¨ª y m¨¢s proocidental, y Abu Dhabi TV. Entre las dos suman unos 30 millones de espectadores. Las tres tienen reporteros integrados en las tropas de Estados Unidos.
Pero lo importante, como se?ala Valenzuela, es que Al Yazira, que contaba con m¨¢s de 50 reporteros en el interior de Irak, estaba haciendo que ¨¦sta fuese "la primera guerra en la historia contada desde el punto de vista del atacado". Una visi¨®n esencial para completar el puzzle infernal y ca¨®tico que es una guerra.
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