Pensiones, demograf¨ªa y demagogia
El autor critica el desprecio del Gobierno hacia el di¨¢logo pol¨ªtico para abordar el futuro de las pensiones.
El Gobierno ha desplegado una fort¨ªsima campa?a sobre las pensiones, como si en ello le fuera su propia supervivencia: tras anunciar proyectos que podr¨ªan cambiar sustancialmente la regulaci¨®n del sistema de pensiones, sin haber dialogado previamente sobre ellos en el Parlamento o con los agentes sociales, ha preferido atacar a la oposici¨®n, con la que te¨®ricamente deber¨ªa renovar el pacto de 1995, que dedicarse a defender la bondad de los mismos. Deslealtad, a diferencia de lo que parece pensar el presidente Aznar, no es sin¨®nimo de discrepancia. No es necesario hacer recuento de los episodios que ponen de manifiesto esta particular forma que tiene el Gobierno de interpretar sus compromisos. Me ce?ir¨¦ s¨®lo a las pensiones.
Mentir sobre el pasado y silenciar el futuro es un mal camino para consolidar las pensiones
Mentir sobre el pasado, exagerar el presente y silenciar el futuro es, probablemente, una buena forma de hacer propaganda, pero es, tambi¨¦n, el camino menos indicado para consolidar el futuro del sistema de pensiones, que, por si acaso se ha olvidado, es el objetivo ¨²nico del Pacto de Toledo. Empecemos, pues, por decir que ni la Seguridad Social estaba en quiebra hace siete a?os, ni su actual situaci¨®n financiera es m¨¢s desahogada que la de hace quince a?os, cuando la econom¨ªa espa?ola estaba en otra fase alta del ciclo, ni su futuro est¨¢ totalmente despejado. S¨®lo si somos capaces de aceptar esto podremos situarnos en disposici¨®n de valorar el riesgo que entra?a el envejecimiento de la poblaci¨®n sobre el sistema de pensiones y volver a acordar entre todas las fuerzas pol¨ªticas las recomendaciones necesarias para afrontarlo con ¨¦xito.
Hoy, como ayer, los ingresos por cotizaciones sociales son superiores al gasto en prestaciones contributivas de la Seguridad Social. No hay, pues, novedad en esto, aunque el tama?o de este super¨¢vit se ha reducido con relaci¨®n al de principios de los noventa. Siempre ha habido, pues, excedentes de cotizaciones que han servido, y a¨²n siguen sirviendo, para pagar gastos de naturaleza no contributiva. Siempre; tambi¨¦n en 1996, por mucho que se empe?e en decir lo contrario el Gobierno, m¨¢s interesado en difundir la tantas veces aludida situaci¨®n de quiebra de la Seguridad Social que una informaci¨®n veraz. En 1996 la Seguridad Social tuvo un super¨¢vit contributivo de 736.298 millones de pesetas, es decir, los ingresos por cotizaciones sociales fueron superiores al gasto de naturaleza contributiva por una cantidad equivalente al 1% del PIB. Que el Gobierno recurriera a la banca privada para compensar, ese a?o, gastos no contributivos tiene mucho que ver con una insuficiencia de las aportaciones del Estado. El caso es que las cotizaciones segu¨ªan dando de sobra para pagar sus facturas, como demostr¨® el propio Gobierno cuando en el oto?o de 1996 aprob¨® unos presupuestos, para 1997 en los que se redujo en 216.000 millones la aportaci¨®n del Estado para pagar los complementos a m¨ªnimos de las pensiones. Desde entonces, el super¨¢vit contributivo ha aumentado hasta llegar a suponer en 2001 una cantidad equivalente al 1,8% del PIB.
Podr¨ªamos quedarnos en estos datos y concluir que, puesto que el super¨¢vit contributivo est¨¢ en casi dos puntos del PIB, la Seguridad Social ha dejado de tener problemas. Ser¨ªa, sin embargo, como recientemente escribi¨® Joaqu¨ªn Almunia, pan para hoy y hambre para ma?ana. Un an¨¢lisis m¨¢s honesto deber¨ªa llevarnos a dos advertencias nada desde?ables:
En primer lugar hay que advertir que la actual situaci¨®n financiera de la Seguridad Social se apoya, adem¨¢s del ciclo econ¨®mico, en una particular coyuntura demogr¨¢fica tan favorable, desde el punto de vista de las finanzas p¨²blicas, como moment¨¢nea. En estos ¨²ltimos a?os est¨¢n llegando a la edad de jubilaci¨®n las personas que nacieron durante la Guerra Civil, con el resultado de que las pensiones est¨¢n creciendo mucho menos de lo que lo han hecho hist¨®ricamente. De haber seguido aumentando cada a?o un 2,6%, como ocurr¨ªa desde comienzos de los noventa hasta 1996, el super¨¢vit contributivo de 2001 no habr¨ªa sido mucho mayor que el del 96. Un dato nada irrelevante porque es necesario descontar como transitoria esta particularidad demogr¨¢fica, ya que las pensiones volver¨¢n a crecer de forma significativa cuando empiecen a llegar a los 65 a?os las personas que nacieron en los a?os cincuenta y sesenta del pasado siglo.
La segunda advertencia nos la proporciona un examen de la evoluci¨®n del super¨¢vit contributivo de la Seguridad Social: a pesar de su aumento en los ¨²ltimos a?os, su tama?o es en la actualidad considerablemente menor que el que ten¨ªa tras la anterior fase expansiva de la econom¨ªa a principios de los noventa. Algo que nos delata una tendencia hist¨®rica a crecer m¨¢s la cuant¨ªa de la pensi¨®n media que los ingresos medios por cotizante.
El cuadro de ingresos, gastos y crecimientos de pensiones demuestra todo lo que acabo de decir. En 1989 el super¨¢vit era de 973.546 millones de pesetas (el 2,2% del PIB) y al final de 2001 de casi dos billones (el 1,8% del PIB) con unos ingresos de m¨¢s de 11 billones y unos gastos de nueve.. Pero esto lo sab¨ªamos ya cuando, en 1995, los partidos pol¨ªticos nos pusimos de acuerdo para afrontar el desaf¨ªo del futuro en el Pacto de Toledo. No es, pues, ninguna novedad y lo que es de esperar es que la propaganda o la demagogia no terminen por derogar la realidad. Porque en el futuro, las perspectivas demogr¨¢ficas van a cambiar radicalmente.
El Gobierno, en la ¨²ltima actualizaci¨®n del programa de estabilidad (2002-2006), ha estimado que el gasto en pensiones va a pasar del 8,4% del PIB en 2000 al 13% en 2050, con un crecimiento m¨¢s intenso desde 2030. Los pr¨®ximos a?os van a ser, pues, demogr¨¢ficamente hablando, muy favorables. De ah¨ª que el gasto en pensiones pueda acumular importantes excedentes hasta 2015. A partir de esa fecha, se va a producir un incremento continuado del gasto, como consecuencia de que crecer¨¢ considerablemente el n¨²mero de personas de 65 a?os en adelante y, simult¨¢neamente, de la tasa de dependencia, medida por el cociente entre el n¨²mero de potencialmente activos (entre 20 y 64 a?os) y el de los pasivos potenciales (65 en adelante). Para contrarrestar la reducci¨®n de activos que habr¨ªa de provocar nuestra ca¨ªda de la natalidad, el Gobierno ha enviado a Bruselas una hip¨®tesis en la que se contempla un aumento de 360.000 inmigrantes en 2000 que se ir¨¢ reduciendo algo para mantenerse, despu¨¦s, constante en 160.000 anuales desde 2005 en adelante. Si esto se cumple, y para la estabilidad del sistema de pensiones es conveniente que se cumpla, llegar¨¢ un futuro no demasiado lejano en el que veinte de cada cien activos ser¨¢ poblaci¨®n inmigrante. De ser as¨ª, estar¨ªamos ante el mayor cambio experimentado por la sociedad espa?ola en los ¨²ltimos siglos; un cambio que afectar¨¢ a todos los niveles de la convivencia y que tendr¨¢ trascendencia en todos los ¨®rdenes pol¨ªticos. Un cambio que ha de llevarnos a ese gran pacto que propuso Rodr¨ªguez Zapatero.
La inmigraci¨®n no es el ¨²nico cambio previsible. De aqu¨ª en veinticinco a?os se duplicar¨¢ el n¨²mero de personas mayores de 80 a?os. Habr¨¢ un envejecimiento del envejecimiento, que reclamar¨¢ tambi¨¦n un nuevo enfoque sobre todas las pol¨ªticas, porque las necesidades van a ser muy diferentes a las actuales. ?Est¨¢ orientado el sistema sanitario para atender a una sociedad en la que las enfermedades agudas han pasado a ser secundarias respecto a las cr¨®nicas? ?Est¨¢ preparado para asumir la cobertura de las necesidades de apoyo que tienen las personas dependientes? ?Podr¨¢ hablarse de pleno empleo mientras la atenci¨®n de las personas dependientes se efect¨²e en el seno de las familias (l¨¦ase mujeres)?
Cuando hablamos de renovar el Pacto de Toledo estamos hablando de muchas cosas. De la regulaci¨®n del sistema de pensiones, de lo que se ha dado en llamar contributividad, de las reservas, de las bases reguladoras... Pero no podemos olvidar el desaf¨ªo m¨¢s importante: Espa?a ha de afrontar dos objetivos de enorme envergadura y que parecen incompatibles con nuestros comportamientos hist¨®ricos. Por un lado, deberemos afrontar el reto de la convivencia en una sociedad donde una cuarta parte de sus miembros proceder¨¢ de la inmigraci¨®n y, por otro, deberemos atender el envejecimiento y la dependencia para que puedan producirse aumentos de la natalidad sin que ello sea obst¨¢culo para una completa igualdad entre hombre y mujer. El Gobierno afirma que tenemos "un margen de maniobra, en un horizonte de 15 a?os, para adoptar medidas que garanticen el sistema de pensiones". Lo que me pregunto es si ese margen es compatible con la actitud del Gobierno y con su desprecio del di¨¢logo.
Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n Mart¨ªnez es portavoz socialista en la Comisi¨®n del Pacto de Toledo.
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