Vidas recortables
Seg¨²n se mire, el mundo es un inmenso recortable. Puede parecer una tonter¨ªa a primera vista, pero f¨ªjense, ese helic¨®ptero Apache que vuela sobre cielo iraqu¨ª est¨¢ colgado en una p¨¢gina de Internet hecho recortable, para que los ni?os jueguen a que lanzan misiles de papel sobre un hipot¨¦tico enemigo de pl¨¢stico verde que avanza sobre la alfombra y los sof¨¢s. Incluso es posible encontrar un carro de combate blindado, con las instrucciones m¨¢s sencillas, en el cual se pueden introducir, si se desea, pasajeros que se derretir¨¢n al primer petardo y que se convertir¨¢n en manchas pegajosas parecidas a los chicles.
La cosa no se acaba ah¨ª. Tambi¨¦n se pueden hallar la Casa Blanca, el Empire State y la Estatua de la Libertad. A?adirles un Godzilla, un King Kong o cualquier otro monstruo amenazante de papel es optativo. Como ustedes se imaginan, uno puede organizar una aut¨¦ntica cat¨¢strofe al estilo Deep impact, o cualquier otra pel¨ªcula del g¨¦nero, con la sabia utilizaci¨®n de efectos especiales -como bengalas de cumplea?os y cerillas- a lo Ed Wood. Claro que a veces simplemente basta con el aplastamiento manual del recortable para crear el efecto de chafado ideal.
Lo malo de hacer recortables, o lo bueno, es que si se construyen muchos se acaba recortando la realidad cotidiana. Uno va por la calle, ve un autom¨®vil, y ya est¨¢ pensando en c¨®mo se podr¨ªa recortar. Llegados a este extremo, incluso los humanos se vuelven recortables: la madre con el cochecito del ni?o, la se?ora que vuelve con las bolsas de la compra, el ejecutivo que camina con su malet¨ªn. En un descuido, incluso ese perro que trota por la acera y que se detiene junto a un ¨¢rbol para levantar la pata, puede convertirse en un perro de papel. S¨®lo hace falta un detenido an¨¢lisis, por parte de unos ojos expertos, para transformarlo inmediatamente en una plantilla, teniendo en cuenta la exactitud de la escala y las proporciones. Lo m¨¢s dif¨ªcil, por supuesto, es el chorrito de pis.
Los mismos edificios que antes parec¨ªan compactos y macizos se vuelven ahora huecos, manejables, se pueden doblar, tanto as¨ª el BBVA como la Diputaci¨®n, pasando por el Guggenheim y la pasarela de Calatrava, y el Ayuntamiento, con la escultura de Oteiza incluida, y el paseo de Abandoibarra, y el propio Nervi¨®n, y, por qu¨¦ no, el parque de los patos con sus patitos. Y, de pronto, toda la ciudad se levanta ante tus ojos, transformada en una gran maqueta de papel. Y cuando vuelves a casa por sus calles dobladas te das cuenta de que est¨¢s viviendo en una casita de papel.
Seg¨²n los manuales, uno debe empezar a preocuparse cuando se ve a s¨ª mismo como un recortable. Pero eso no suele suceder. Normalmente se considera una actividad sana y entretenida, parecida al ganchillo. Algo para pasar el rato. Desde la ?pera de Sydney hasta las Torres Gemelas -que tambi¨¦n se encuentran convertidas en recortables en la p¨¢gina gratuita www.papertoys.com-, las tijeras sin punta recortan la historia del mundo, como si la materia prima de la que estamos hechos fuera el fr¨¢gil papel.
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