Parodia sosa

Creador de un personaje, Mr. Bean, que es algo as¨ª como la envidia peque?oburguesa hecha ser humano; cultor de un humor en el que se dan la mano la sutileza del gesto contenido, casi mudo, con el gag visual de grueso calibre, todo aderezado con ingentes cantidades de mala uva, el brit¨¢nico Rowan Atkinson ha labrado, desde la d¨¦cada de los setenta, una s¨®lida fama televisiva, tanto como para haberse convertido en el c¨®mico brit¨¢nico por excelencia. No ha tenido pareja suerte en el cine, al cual se ha adaptado alguna de las andanzas de su personaje m¨¢s famoso. Y es de temer que, a la luz de la sosa parodia que interpreta en esta Johnny English, su suerte en este campo no vaya a cambiar.

En el filme de Howitt, Atkinson interpreta a una suerte de continuador de Mr. Bean, un imposible agente secreto que es, en realidad, un oscuro y m¨¢s bien ineficaz funcionario. El registro no es tanto el del cine c¨®mico cuanto el de la parodia, en este caso, de las aventuras de James Bond, con unas gotas de Peter Sellers y su desopilante, y no menos torpe, inspector Clouseau. Metido en un juego que siempre lo supera, pero incapaz de reconocer que ¨¦l no es el hombre llamado a cumplir lo que se le ordena, English se ve envuelto en un creciente embrollo, detr¨¢s del cual campa, como es de ley trat¨¢ndose de una parodia bondiana, la sombra de un hipervillano, a quien un John Malkovich tal vez con necesidad de llegar desahogado a fin de mes -de otra manera no se puede entender qu¨¦ hace en una pel¨ªcula as¨ª- aporta su indiscutible carisma.

Gracia relativa

La cosa tiene una gracia muy relativa. En parte porque, como ocurre con la carrera de muchos c¨®micos encorsetados en un ¨²nico personaje, el efecto de d¨¦ja-vu y repetitivo de sus actuaciones es demasiado ominoso. Pero en parte, y esto es mucho peor a¨²n, porque el gui¨®n no aporta ni consistencia ni credibilidad a la trama, que descansa por completo en las meteduras de pata del personaje, en su desparpajo, y poco m¨¢s, dejando completamente fuera de la pel¨ªcula a quien no sea un seguidor desaforado, me temo que un tanto irracional, del c¨®mico.