Mandato inexcusable
Primero fue Afganist¨¢n. Despu¨¦s ha sido Irak. No sabemos si habr¨¢ un tercer o cuarto o quinto pa¨ªs al que se acabar¨¢ extendiendo la guerra, pero del discurso del presidente Bush, del secretario de Defensa y del portavoz de la Casa Blanca desde los d¨ªas finales de la invasi¨®n de Irak cabe deducir que es probable que as¨ª sea. Ya veremos.
En todo caso, ser¨ªa bueno que en Espa?a nos fu¨¦ramos preparando para una eventualidad de esta naturaleza. Puesto que no es descartable que en un futuro m¨¢s o menos pr¨®ximo podamos encontrarnos ante una acci¨®n b¨¦lica similar a la que ha supuesto la invasi¨®n de Irak, ser¨ªa de suma importancia que los ciudadanos espa?oles decidi¨¦ramos cu¨¢l ser¨ªa la posici¨®n que deber¨ªa tomar Espa?a en el caso de que esto sucediera.
No se deber¨ªa volver a repetir lo que ha ocurrido este a?o. Es verdad que el Gobierno del PP dispone de una mayor¨ªa absoluta obtenida en las ¨²ltimas elecciones generales y que ha podido, en consecuencia, actuar de la forma en que lo ha hecho. Pero no lo es menos, que el Gobierno no obtuvo un mandato claro de los electores para actuar de la manera en que lo ha hecho y m¨¢s cuando no se ha contado con la cobertura de Naciones Unidas y cuando se ha tomado la decisi¨®n con el conocimiento de que la opini¨®n p¨²blica estaba de manera pr¨¢cticamente un¨¢nime en contra de la invasi¨®n de Irak y de la participaci¨®n de Espa?a en la misma, por m¨ªnima que fuera.
La crisis de legitimidad que ha provocado la guerra de Irak en el sistema pol¨ªtico espa?ol ha sido de una magnitud considerable. Gregorio Peces-Barba ha llegado a hablar de "golpe de Estado" y Miguel Herrero, sin llegar tan lejos, tambi¨¦n se ha pronunciado en unos t¨¦rminos similares. La tensi¨®n entre la legalidad y la legitimidad de la acci¨®n gubernamental ha sido muy visible.
Porque aqu¨ª es donde ha estado el n¨²cleo del problema. El origen de la crisis ha estado en que el Gobierno de Espa?a ha puesto en pr¨¢ctica una pol¨ªtica en nombre de los ciudadanos espa?oles con la que estos ciudadanos estaban abrumadoramente en desacuerdo. De ah¨ª el "no en nuestro nombre" que ha estado presente en todas las manifestaciones contra la guerra.
Puesto que no es descartable que en los pr¨®ximos a?os nos volvamos a encontrar en una situaci¨®n similar, ser¨ªa de suma importancia que en las pr¨®ximas elecciones generales hubiera un pronunciamiento de los ciudadanos en torno a lo que tendr¨ªa que ser la posici¨®n del Gobierno espa?ol ante una eventualidad de este tipo. En las elecciones de 2000 nadie pod¨ªa prever que nos podr¨ªamos encontrar en 2003 en donde nos hemos encontrado. Pero en 2004 s¨ª se puede prever que, a lo largo de la legislatura, nos encontremos de nuevo en la tesitura de que el Gobierno tenga que decidir entre la guerra y la paz. Un mandato claro del cuerpo electoral para una eventualidad de esta naturaleza es una exigencia inexcusable.
No es sobre la conducta del Gobierno en esta guerra sobre la que tendr¨ªamos que pronunciarnos. Ese debate me parece que ser¨ªa bastante est¨¦ril. Por eso estoy en desacuerdo con las propuestas que se han hecho de que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se volviera a presentar como candidato a la presidencia del Gobierno. Es sobre la posici¨®n de Espa?a en el futuro que parece haberse abierto con la guerra preventiva sin mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre la que los ciudadanos espa?oles tendr¨ªan que pronunciarse. No es un ajuste de cuentas con el pasado lo que necesitamos, sino una orientaci¨®n de c¨®mo tendr¨ªamos que actuar en el futuro. Porque el futuro ya est¨¢ aqu¨ª.
En el programa de cada uno de los partidos tendr¨ªa que figurar un compromiso de cu¨¢l ser¨ªa la posici¨®n que adoptar¨ªa, en el caso de ocupar el Gobierno, ante una eventual guerra como la de Irak. A la vista del discurso del presidente de Estados Unidos no se puede dejar fuera del debate electoral una cuesti¨®n como esta. No deber¨ªamos volver a pasar por un crisis de legitimidad como la que estamos viviendo desde hace meses.
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