El lastre
AHORA YA SABEMOS que el viaje al centro de Aznar conduc¨ªa al regazo de Bush. Las crisis pol¨ªticas graves acostumbran a tener efectos clarificadores. Aznar, que fue la bendici¨®n divina que con tes¨®n y sin escr¨²pulos por los efectos colaterales devolvi¨® a la derecha espa?ola al poder, es ahora un lastre para los suyos. Parec¨ªa que era del inter¨¦s del PP apartar de la vista de los espa?oles el c¨¢liz de la guerra y las fotos con Bush. Pues no. Aznar, que sigue ¨¢vido de protagonismo, se pone ahora a disposici¨®n de Bush para algunos servicios en Siria. No hay guerra a la vista, s¨®lo amenazas. Pero Bush quiere compaginar regalos fiscales y mantenimiento de la tensi¨®n internacional para que las dificultades econ¨®micas no le quiten en las pr¨®ximas elecciones, como a su padre, los galones ganados en la guerra. Y Aznar sigue a su vera.
Quiz¨¢ los intereses del PP y los intereses de Aznar han dejado de ser coincidentes. El PP necesita olvidar la guerra y confiar en que la econom¨ªa entre en v¨ªas de mejora para recuperar la reputaci¨®n de eficacia que le dio la mayor¨ªa absoluta. Aznar, sin embargo, quiere aprovechar el a?o que le queda para continuar con su rutilante estrellato en torno al planeta Bush, aun a costa de ir engordando su mala imagen con filetes de vanidad, de arrogancia y de distancia. En el estado actual de la opini¨®n p¨²blica espa?ola, estos dos objetivos son perfectamente incompatibles. El destino del PP puede quedar marcado por Aznar as¨ª en la gloria -a?o 2000- como en el desastre.
Despu¨¦s de unos a?os de esmerado cultivo de la indiferencia, estamos tan poco entrenados en la discrepancia de fondo y en la confrontaci¨®n pol¨ªtica que cuando la ciudadan¨ªa irrumpe en la escena, algunos creen que se hunde el mundo. Sin embargo, que emerja de nuevo la vitalidad de la sociedad deber¨ªa ser valorado como una muestra de que la democracia espa?ola a¨²n tiene aliento. La poblaci¨®n se resiste al discurso que pretende que el ¨²nico deber pol¨ªtico de los ciudadanos es ir a votar cada cuatro a?os, porque su obligaci¨®n es dedicar el resto del tiempo a competir a muerte en un universo en el que s¨®lo cuenta el ¨¦xito individual. Es decir, la ley del m¨¢s fuerte en la vida cotidiana como en las relaciones internacionales.
La buena noticia de una sociedad que se niega a claudicar es vivida como una amenaza. Los deplorables incidentes -m¨ªnimos en proporci¨®n a la cantidad de acciones y de gente movilizada, pero ejemplo de la pervivencia de h¨¢bitos totalitarios- son magnificados para convertirlos en se?al de alguna terrible amenaza subversiva. Realmente, el PP, que tiene mayor¨ªa absoluta, no se est¨¢ dejando a s¨ª mismo en muy buen lugar cuando dice que la unidad de Espa?a est¨¢ amenazada, y la democracia, tambi¨¦n. Afortunadamente, ni una ni otra cosa son ciertas. Pero, si lo fueran, la responsabilidad del PP ser¨ªa grande. Por algo es el que tiene m¨¢s poder. Lo que ocurre, simplemente, es que a la gente no le gusta c¨®mo se hacen las cosas. Y los ciudadanos llevan casi un a?o haci¨¦ndolo notar. Quien avisa no es traidor.
En este tiempo, Aznar se ha quitado el disfraz centrista y ha mostrado su textura: autoritaria en las formas, conservadora en la pol¨ªtica. Los conservadores (sean de derechas o de izquierdas) nos explican que las cosas son como son, y si son as¨ª es por alguna raz¨®n, con lo cual se adhieren incondicionalmente a la raz¨®n del m¨¢s poderoso. Fuera de Bush no hay salvaci¨®n. Desde esta posici¨®n no es f¨¢cil percibir que lo que ocurre en la calle no es despecho de perdedores, sino indignaci¨®n ciudadana. Si el PP -o cualquier otro partido- insiste en no enterarse, los electores se lo explicar¨¢n en las pr¨®ximas elecciones.
El PP debe resolver este dif¨ªcil dilema: seguir atando su destino a Aznar, dejando que ¨¦ste decida sucesor cuando quiera y organice el futuro a su antojo. O liberar al intelectual org¨¢nico del PP del laberinto en que Aznar le tiene atrapado. Si opta por lo primero, tendr¨¢n que cambiar mucho las circunstancias para que la derecha pueda romper el ciclo negativo en que est¨¢ metida. Si opta por lo segundo, tendr¨¢ que trabajar a fondo, porque la falta de coraje de sus tenores les ha impedido demostrar a la mayor¨ªa de espa?oles contrarios a la guerra que en el PP hab¨ªa otras posiciones y sensibilidades aparte de la de Aznar. El miedo en pol¨ªtico siempre penaliza. Y los candidatos a la sucesi¨®n salen a la carrera con este handicap.
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