Malaui, todo por hacer
El horizonte educativo es tan precario que los chicos sue?an, todo lo m¨¢s, con ser ch¨®feres
MIGUEL BAY?N, Madrid
Malaui, con 11 millones de habitantes, no tiene un censo fiable: de ah¨ª que no hay datos claros sobre escolarizaci¨®n, y ni siquiera sobre sida (opini¨®n un¨¢nime entre los cooperantes sanitarios es que afecta a m¨¢s del 10% de la poblaci¨®n). Econom¨ªa casi totalmente agr¨ªcola (170 euros de renta per c¨¢pita), desconoce el arado y, en a?os como ¨¦ste y el pasado, con la sequ¨ªa, no basta la ¨²nica cosecha -b¨¢sicamente ma¨ªz- y aparece el hambre.
En tales circunstancias, la educaci¨®n ser¨ªa cuesti¨®n fundamental. Sin embargo, el d¨¦ficit es incalculable. Aunque la ense?anza es gratuita, las escuelas del Gobierno est¨¢n infradotadas. Las misiones pal¨ªan en lo posible las carencias, pero con enormes dificultades.
Un reflejo de la precariedad educativa es que -al contrario de otros pa¨ªses africanos, donde los ni?os o los j¨®venes urbanos dicen so?ar con ser m¨¦dicos, abogados o inform¨¢ticos-, en Malaui una respuesta frecuente es: "Ch¨®fer".
"La falta de escuelas es tal", dice la extreme?a Victoria Cobos, misionera de Mar¨ªa Mediadora en Chezi, un orfanato-dispensario-escuela mod¨¦lico que recibe ayuda de Manos Unidas, "que el Gobierno ha establecido tres turnos para los chicos, con lo que un alumno apenas da tres horas diarias. Y las clases suelen ser de 125 alumnos. Adem¨¢s, est¨¢ el abandono a partir de los 15 a?os de gran parte de las chicas". Los frutos, por tanto, son raqu¨ªticos. "Ch¨®fer les parece un horizonte", confirma su compa?era ?ngela Fl¨®rez, colombiana. "Pero es que ni existe la formaci¨®n profesional, con lo que no hay salida. Los poquitos que pueden cursar estudios universitarios lo hacen fuera del pa¨ªs y, por supuesto, no regresan".
La Iglesia juega fuerte. Un ejemplo es la escuela Saint Mathias, en Chezi, financiada con 156.000 euros por Manos Unidas. El Gobierno paga a los profesores, y la di¨®cesis, el mantenimiento. En sus siete hect¨¢reas y ocho aulas, alberga a 626 chicos y chicas de entre 6 y 14 a?os, y est¨¢ en proceso de ampliaci¨®n. Cuenta adem¨¢s con dos casas para los profesores. Los pupitres proceden de Canad¨¢. "Los ni?os han pasado de dar clase bajo un ¨¢rbol a tener toda una escuela", resume la misionera Mercedes Arbisu, asturiana. "Kusukulu" ("A la escuela"), dice a los chavales. "Welocom fa yu" ("Well-come for you"), saluda el coro de cr¨ªos a los visitantes, y montan una danza de honor con escudos y palos.
La pujanza de los barracones en la ladera de Chezi es todo un faro de esperanza en la regi¨®n de Dowa, de las m¨¢s pobres de este pa¨ªs pobr¨ªsimo. Como un s¨ªmbolo, para llegar a la escuela hay que atravesar la explanada del mercado, junto a la carretera: los d¨ªas de feria se venden cuatro productos y, al final de la jornada, las borracheras suelen desembocar en altercados sangrientos.
"La educaci¨®n cambiar¨¢ todo esto", suspira el director de la escuela, Timothy Balaza. "Tras mucho deliberar, los nfumos (jefes locales) se pusieron de acuerdo para construir la escuela y solicitamos ayuda. Manos Unidas la dio. La comunidad produjo y produce ladrillos para las obras. Tenemos un comit¨¦ para estudiar los problemas que puedan surgir".
En otras zonas el combate ser¨¢ m¨¢s largo. En Nambuma, regi¨®n central, las familias tienen una media de siete hijos, pero s¨®lo est¨¢ escolarizado el 57%. S¨®lo van a clase a partir de los nueve a?os, porque antes tienen que trabajar el campo o cuidar de los hermanitos. Hay un 61% de analfabetos. Del alt¨ªsimo porcentaje de malaria y de sida, por supuesto, no hay datos claros. La malnutrici¨®n infantil abarca el 45% de los menores de cinco a?os.
El hospital rural, que hace un mes no ten¨ªa luz, regentado por las misioneras teresianas, est¨¢ siendo rehabilitado por vez primera desde 1950. "Queremos que se convierta en un proyecto de la propia gente de la zona", dice el madrile?o Alejandro Buitrago, que coordina los trabajos. "Con la hambruna del a?o pasado tuvimos que interrumpir todo para atender a la poblaci¨®n, pero ya estamos en marcha". De momento, las clases en Nambula se dan en aulas sin techo. Pero las brigadas trabajan ya en la restauraci¨®n.
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