Tras la algarab¨ªa
Cuenta Thomas Mann que, durante una tempestad en alta mar, el escritor ruso Iv¨¢n Goncharov fue sacado de su camarote por el capit¨¢n. Consideraba ¨¦ste que un escritor deb¨ªa ver aquel espect¨¢culo grandioso. El autor de Obl¨®mov subi¨® a cubierta, ech¨® un vistazo a su alrededor y dijo: "S¨ª, ?tonter¨ªas, tonter¨ªas!", y descendi¨® de nuevo. Y algo as¨ª le entran ganas de exclamar a uno ante la tempestad nacionalista desatada este ¨²ltimo Aberri Eguna, deseo del que s¨®lo le inhibe la certeza de que en torno a esa algarab¨ªa de sandeces husmea el crimen.
Ning¨²n observador exterior con un m¨ªnimo de sensatez habr¨¢ quedado impasible ante la suma de desprop¨®sitos e irresponsabilidad exhibida por los nacionalistas en su festejo. Algunos, a pesar de considerarse ajenos a ello, habr¨¢n sentido tristeza; otros, cierta satisfacci¨®n que ahora explicaremos. Pues ante semejante aquelarre, como alguien lo defini¨®, bien se puede sentir una de las dos cosas desde una mirada ajena, es decir, no nacionalista. Tristeza, porque quienes lo han protagonizado no son partidos marginales, sino aquellos que nos gobiernan. Satisfacci¨®n, porque quien quisiera ver a esos partidos en la oposici¨®n puede pensar que tama?o deterioro en comunicados y discursos s¨®lo puede acarrearles perjuicio; que con tres o cuatro festejos anuales de esa naturaleza sus votantes acabar¨ªan d¨¢ndose cuenta del desvar¨ªo que ah¨ª anida y terminar¨ªan por darles la espalda.
Si les soy sincero, apenas me he detenido este a?o en las soflamas patri¨®ticas del gran d¨ªa. Le¨ª alg¨²n titular y me qued¨¦ con alg¨²n comentario ajeno, pero no estaba dispuesto a que se me acelerara el pulso ante mensajes ya repetidos y que s¨®lo ofrecen como novedad su formato: una especie de competici¨®n por qui¨¦n suelta la mayor. Ese mundo me parece adem¨¢s ya tan aut¨®nomo, tan cerrado en s¨ª mismo, que s¨®lo me puedo ver implicado por lo que dicen a causa de la verg¨¹enza que me producen los disparates de mis representantes. Pues su nivel de autismo es tan grande, y su desprecio por el resto de la ciudadan¨ªa tan may¨²sculo, que ya ni se preocupan en guardar las formas ni en observar un m¨ªnimo rigor en sus afirmaciones, como muy bien ha probado Rafael Aguirre acerca de la cita b¨ªblica que encabeza el manifiesto para la ocasi¨®n de nuestro partido gobernante. Hablan para engordar devor¨¢ndose unos a otros, lo que no estar¨ªa mal si del fest¨ªn se desprendieran m¨¢s que migajas. Pero, desgraciadamente, no cae ninguna.
No soy de los que sienten satisfacci¨®n por ese espect¨¢culo con la esperanza de que pueda resultarles suicida. Desear¨ªa equivocarme, pero no creo que por esa v¨ªa, la del autismo ideol¨®gico delirante, pueda llegarles la crisis, sobre todo si pueden aducir alg¨²n tipo de acoso exterior que lo justifique. Tampoco creo, por lo tanto, en una alternativa que base su ¨²nica estrategia en ponerlos en evidencia, forzarlos a exhibir su peor cara y esperar a que de ese deterioro se desencadene su ca¨ªda. Por tremebundo que haya podido ser el Aberri Eguna de este a?o, por peligroso que resulte el plan de Ibarretxe, me parecen casi una minucia comparados con la aventura asesina que supuso Lizarra con sus derivaciones posteriores. Recordemos el bienio negro, la resistencia de Ibarretxe a convocar elecciones, la casi absoluta convicci¨®n entre ellos mismos de que con aquella aventura, en efecto, se hab¨ªan suicidado. Jam¨¢s se les hab¨ªa visto tan desarbolados. Y sin embargo, ganaron las elecciones y con unos resultados magn¨ªficos.
Recuerdo c¨®mo no hace demasiado tiempo se aseguraba que si los nacionalistas no se presentaban a las elecciones con su programa de m¨¢ximos era porque ten¨ªan la convicci¨®n de que de ese modo las perd¨ªan. Pues bien, con su soberanismo en banderola las ganaron, y lo hicieron con el voto de una ciudadan¨ªa que seg¨²n un sondeo reciente se declara no nacionalista en su cincuenta y cinco por ciento -justo el porcentaje que vot¨® nacionalista-. ?Qu¨¦ incidencia tiene realmente el enfrentamiento ideol¨®gico en la percepci¨®n ciudadana? Podremos recurrir a la cobard¨ªa de la poblaci¨®n, o a su inmadurez, para explicar esos resultados, pero esos no son argumentos v¨¢lidos para nadie que quiera ganar unas elecciones. ?Qu¨¦ es lo que hacen bien los partidos nacionalistas que los deja inmunes a su propio delirio, incluso al peor de ellos? O bien, ?qu¨¦ es lo que hace mal la oposici¨®n para ser incapaz de suscitar la confianza de una poblaci¨®n que en principio debiera serles propicia? Ojal¨¢ los resultados electorales invaliden estas preguntas, pero si no es as¨ª, pienso que habr¨ªa que replantearlas seriamente.
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