El mundo del ballet celebra el genio de Balanchine a los 20 a?os de su muerte
La Scala estrena el 21 de mayo 'Sue?o de una noche de verano', una de sus grandes obras
Los 20 a?os de la muerte de George Balanchine se celebran en todo el mundo reconociendo su papel fundamental en el ballet del siglo XX. Hace unas semanas, la ?pera de Par¨ªs mostr¨® una nueva producci¨®n de Jewels, una de sus piezas m¨¢s sofisticadas y neoyorquinas. El New York City Ballet pone en escena durante toda la temporada una serie de obras de sus m¨¢s de cuarenta a?os de historia com¨²n y el ballet de La Scala de Mil¨¢n glosa al genio ruso el 21 de mayo con el estreno europeo de Sue?o de una noche de verano (1962), una de sus obras maestras.
El 30 de abril de 1983 mor¨ªa en Nueva York el core¨®grafo m¨¢s importante del siglo XX, Georgi Melitonovich Balanchivadze, que ser¨ªa conocido mundialmente como George Balanchine. Hab¨ªa nacido en San Petersburgo en 1904, dentro de una familia de m¨²sicos de origen georgiano, y se hab¨ªa educado en la Escuela de los Teatros Imperiales, donde se gradu¨® e inmediatamente form¨® un grupo personal de experimentaci¨®n. Eran los convulsos a?os veinte, y San Petersburgo era un hervidero de modernidad con suprematistas y constructivistas.
Poco se cuenta hoy de todo lo que hizo el joven Balanchine all¨ª, que le sirvi¨® de cimiento a su est¨¦tica. Tampoco se habla de su hallazgo parisiense: Los Ballets 1933, donde colabor¨® con Bertolt Brecht y Kurt Weill (juntos hicieron Los siete pecados capitales). Antes hab¨ªa estado con Diaguilev en la ¨²ltima etapa de los Ballets Russes, y muy pronto, en 1934, da el salto a Norteam¨¦rica.
Las primeras gestas del ballet americano le deben mucho a los rusos, y especialmente a Balanchine, que sigui¨® trabajando duro en Nueva York junto al mecenas Lincoln Kirstein y el m¨²sico ?gor Stravinski. As¨ª fundaron los dos primeros el New York City Ballet, instituci¨®n bandera del estilo norteamericano de danza cl¨¢sica. Antes hab¨ªan creado la School of American Ballet, verdadera universidad de una forma nueva y din¨¢mica de entender la herencia decimon¨®nica del ballet. As¨ª empez¨® el idilio de Balanchine con lo m¨¢s ilustrado de la alta sociedad neoyorquina, que enseguida se convirti¨® en protectora del artista, que al mismo tiempo hizo grandes producciones para Broadway y Hollywood.
Toda una vida de ¨¦xitos hasta que se le diagnostic¨® la variante humana del s¨ªndrome de Jakob-Creutzfeldt, es decir, el mal de las vacas locas, se cree que contagiado por un ung¨¹ento a base de materia animal que pretend¨ªa aliviar las cicatrices de una cirug¨ªa est¨¦tica. Genio y figura, a Balanchine no le bastaba la eternidad sabida de su obra. Su vida sentimental tambi¨¦n fue agitada y llena de mujeres, casi siempre bailarinas, y por d¨¦cadas, en los corrillos neoyorquinos de ballet¨®ma-nos se especul¨® con el trato que daba ¨ªntimamente a sus favoritas. En 1938 se cas¨® con la rubia belleza Vera Zorina, que pronto se hizo una estrella en Broadway y en Hollywood; despu¨¦s despos¨® a Mar¨ªa Tallchieff, en 1946, creando para ella algunas de sus obras maestras, como Orpheus (1948), Sinfon¨ªa escocesa (1952) y Allegro brillante (1956). Tras ocho a?os de matrimonio en la agitada vida social neoyorquina, Tallchieff pidi¨® la anulaci¨®n del matrimonio al no haber sido consumado.
Fue Tanaquil LeClerq, su cuarta esposa (se casaron en 1952) y sobre ella cre¨® La Valse (1951) y Western Symphony (1954). Tanaquil, mujer de gran belleza cl¨¢sica (era una de las modelos preferidas del fot¨®grafo Platt Lynes), vio su carrera truncada por la poliomielitis, que la conden¨® a una silla de ruedas. Poco antes se hab¨ªa divorciado del maestro, que hab¨ªa pasado a proteger a una hermosa debutante: Suzanne Fa-rell, para la que ide¨® Don Quixote (1965) y Diamonds (Jewels, 1967), entre otras. Un d¨ªa Balanchine, que le doblaba con holgura la edad, le dijo a Farrell: "T¨² eres mi media naranja".
Su ¨²ltima musa
A¨²n despu¨¦s, ya septuagenario, cortej¨® a otra nueva estrella del ballet americano: Gelsey Kirkland, que entr¨® en el New York City Ballet con s¨®lo 15 a?os. En 1970, cre¨® para ella El p¨¢jaro de fuego, y la adolescente se convirti¨® en su ¨²ltima musa. A petici¨®n de Balanchine, la joven se someti¨® a varias operaciones de cirug¨ªa est¨¦tica (cuando no estaba de moda, se puso unos enormes labios). El cr¨ªtico Walter Terry dijo una vez: "Es casi un anciano, pero no se sabe qu¨¦ da a las mujeres: a las que seduce, hacen cualquier cosa por ¨¦l". La verdad es que Balanchine hab¨ªa hecho ya algo muy importante por las mujeres bailarinas: les hab¨ªa devuelto el trono de la danza cl¨¢sica en los tiempos modernos.
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